En febrero de 2025 comenzó un estudio en Parque Patagonia y Monte León para seguir a pumas juveniles mediante transmisores solares montados en caravanas. El objetivo es entender cómo, y hacia dónde se dispersan cuando se independizan de su madre, en qué lugares se establecen y cómo favorecer la convivencia entre fauna silvestre y actividades productivas en la región.

¿Cómo se desplaza un puma joven cuando deja el territorio donde nació? ¿A dónde va, por qué caminos, con qué ritmo? Por primera vez en Latinoamérica, un equipo científico busca responder esas preguntas a través de un seguimiento sistemático, combinando tecnología satelital, trabajo de campo y energías alternativas. El foco está puesto en los individuos juveniles.

Los dispositivos que se utilizan, “son pequeños transmisores con paneles solares livianos que pesan entre 25 y 30 gramos. Se montan en caravanas y se abrochan a la oreja”, explica Emiliano Donadío, director científico de la Fundación Rewilding Argentina.

Debido a su bajo peso, los transmisores pueden colocarse en las orejas de los animales sin representar una molestia para ellos a medida que crecen en tamaño.

Foto: Emiliano Donadío – Foto: Gala Ortíz


Hasta ahora se instalaron ocho caravanas en pumas juveniles de Monte León y cinco en Parque Patagonia. Cada una contiene un GPS que se activa cuatro veces al día y transmite la localización del animal en tiempo real, vía satélite.

“Queremos evaluar qué proporción del total de juveniles nacidos en áreas protegidas se dispersan hacia otras áreas de la Patagonia”, describe Donadío. Los investigadores esperan tener los primeros resultados preliminares de su estudio hacia fines del verano 2026.

Moverse, alejarse, diversificar

El comportamiento de dispersión no es un capricho, sino un mecanismo biológico fundamental. Y es que, como explica Emiliano, “los animales jóvenes, cuando tienen entre 6 y 15 meses, tienen que alejarse del lugar donde nacieron”. De acuerdo a estudios realizados en los Estados Unidos, el 100% de los machos juveniles presenta movimientos de dispersión, mientras que solo el 60% de las hembras se involucra en esos movimientos. Además, los machos tienden a moverse distancias más grandes.


De esta forma, logran evitar aparearse con sus padres. Así como evaden, principalmente los machos jóvenes, la amenazante presencia del macho adulto dominante. “Pero además, al dispersarse e irse a otro lado, aportan genes nuevos en los lugares a donde llegan. Por lo tanto, aportan a la diversidad genética, que es muy importante para mantener poblaciones de animales genéticamente sanas”, detalla el investigador.

A diferencia de la migración, que involucra un gran número de animales que se mueven juntos siempre en la misma dirección y de manera estacional, la dispersión es un comportamiento que se presenta individualmente en cada animal. La dirección del movimiento no está predeterminada y el animal no regresa al punto de partida. Las distancias, particularmente en machos pueden llegar a los cientos de kilómetros. 

La pregunta clave de este estudio está relacionada con entender cuántos animales efectivamente se dispersan. “Si de cada 100 animales se dispersan todos, hablamos de una dinámica. Pero si solo dispersan 10, el panorama cambia por completo”. El trabajo de campo tiene su complejidad y desafíos. Las trampas que se utilizan capturan juveniles y adultos por igual y los adultos capturados deben ser liberados sin transmisores. Aun así, se utilizan estrategias como colocar cámaras cerca de presas recientes para detectar si una hembra frecuenta el lugar con sus crías.

“Los juveniles son un poco más curiosos y tienden a meterse más en las jaulas que los adultos”, dice Donadío. Luego, durante la colocación del transmisor —siempre con el animal sedado—, es fundamental que no afecte el movimiento natural de la oreja.

Caravanas y pumas jóvenes
Foto: José Bonomi –

Este proyecto forma parte de una iniciativa financiada por National Geographic y centrada en la importancia ecológica de los grandes depredadores y su coexistencia con productores en paisajes compartidos.

El objetivo va más allá que el estudiar solo lo que ocurre dentro de las áreas protegidas, si no también, qué sucede en los territorios vecinos: cómo se mueven los pumas, en qué lugares se instalan y qué posibilidades existen de planificar una convivencia que contemple tanto la producción como la conservación. “Lo que nos falta para complementar nuestro trabajo es poder trabajar en áreas productivas para ver hacia donde se dispersan animales que nacen en estas áreas”, subraya Donadío.

“Este es el primer estudio que va a evaluar cuantitativamente la dispersión de los pumas en la Patagonia, en particular, y en Latinoamérica, en general. Esperamos que estos datos, colectados de manera sistemática y siguiendo el método científico, sirvan para generar estrategias de coexistencia ecológicamente sostenibles”.

Obtener esta información aporta conocimiento sobre el comportamiento de una especie clave en Patagonia. Y, además nos permite mirar el paisaje como una red viva. En esa trama compleja de áreas protegidas y campos productivos, el puma se mueve, explora y busca su lugar. Es ahí donde la información científica cobra valor como herramienta para pensar formas de coexistencia más reales, informadas y respetuosas.

Deja tu comentario