Mientras la estepa se cubre de escarcha y silencio, un pequeño equipo planifica, construye y cuida cada detalle para recibir a los visitantes cuando vuelva el buen tiempo. Mariano Nostro comparte cómo es preparar el parque en los meses más fríos.
Cuando el trabajo se disfruta, todo parece más sencillo. Y si, como extra, se desarrolla al aire libre, en una de las postales soñadas de la Patagonia, no tiene precio. Este es el contexto en el que trabajan Mariano Nostro y su equipo, en la estepa del noroeste santacruceño, en plena temporada de invierno, cuando se “prepara la casa” para recibir a quienes llegarán con la primavera.

Parque Patagonia se destaca como uno de los destinos emergentes de la provincia de Santa Cruz. Año a año, tanto turistas internacionales como nacionales y santacruceños eligen este lugar, se quedan varios días, recorren sus senderos y visitan las localidades cercanas.
Despertar entre estos paisajes, con choiques y guanacos conviviendo con normalidad junto a las personas que recorren el parque, es una postal que, al menos una vez, hay que experimentar.
Parte del secreto de estas experiencias es el trabajo que se realiza fuera de temporada. Ahí es cuando entra en escena Mariano Nostro y su equipo, que aprovechan para avanzar con tareas que durante los meses de mayor afluencia no tienen margen para realizar.
Galpones, pasarelas y carteles: la obra silenciosa
“Desde abril hasta ahora, estamos haciendo varias cosas en paralelo”, cuenta. Algunas están relacionadas con el mantenimiento del centro operativo y las viviendas del personal; otras, con el acopio de materiales y mejoras en infraestructura.
“Estamos haciendo una estructura grande, que es un galpón para poder guardar el tractor para barrer la nieve, las camionetas bajo techo, y el combustible, que hasta ahora no teníamos esa comodidad”.




Claro que también están los trabajos que impactan directamente en la experiencia de los visitantes. Por estos días, el equipo está construyendo pasarelas elevadas en el sector del Cañadón Caracoles, donde se desarrolló un área de uso público que incluye un camping y un centro de informes, junto a la zona de escalada.
“La idea es ampliar los servicios para esta temporada, porque el lugar tiene mucha convocatoria —explica Mariano—. Hay paredones con vías de escalada de un lado y del otro, por eso pensamos en estas pasarelas: en lugar de pisar el humedal, las personas van a caminar por ahí, y eso va a ayudar a que no se degrade el terreno”.
La tarea no es sencilla, y el trabajo bajo cero le suma dificultad, pero el equipo se entusiasma con estos desafíos. Para estas pasarelas, Mariano explica que están fabricando los arcos de hierro que serán las estructuras portantes: “Son como 150 metros de pasarela en total”. En paralelo, aprovechan el taller para realizar trabajos de mejora y fabricación de cartelería.

Los desafíos y los objetivos
“Las tareas que se priorizan —detalla Mariano— tienen mucho que ver con asegurar el abastecimiento de agua y mantener los caminos transitables. Muchas veces esto se vuelve complicado, por eso contamos con un sistema de bypass para controlar que el agua llegue bien desde la toma. Todas las mañanas y todas las tardes verificamos la tasa de recuperación de las cisternas y hacemos los ajustes necesarios. Es una rutina clave, igual que garantizar que los caminos estén en condiciones para acceder desde la ruta 40 hasta el centro operativo y el cañadón, en la bajada de Los Toldos.”
Una vez pasados los meses más fríos, a partir de septiembre, comienza el trabajo directo en los senderos. “Esto lo hacemos una vez que se derrite la nieve: ahí nos volcamos a mejorar la infraestructura y las instalaciones de agua”. Sucede que antes de las primeras heladas, el equipo vacía toda la infraestructura y pone a resguardo los materiales y baterías. Luego, cuando termina el invierno y antes de abrir la temporada, revisan cada instalación. De esta forma pueden detectar caños rotos, bombas que no funcionen y resolver cualquier problema a tiempo.

Para la próxima temporada ya hay objetivos claros. Uno de ellos es terminar el último tramo del sendero Balcón Sur, que llega hasta Cueva de las Manos. “Desde el Mirador del Cóndor hasta Cueva de las Manos es un sendero que tiene aproximadamente 4,2 kilómetros y nos quedaron 600 metros para terminar”.
Las temperaturas, estos meses de invierno en Santa Cruz, rara vez superan los 5°C. En la cordillera, no es exagerado decir que la sensación térmica es mucho más baja. Sin embargo, esto no intimida al equipo de Parque Patagonia. Al contrario.
“Me gusta trabajar en equipo, compartir esos momentos en el campo con los chicos; me gusta la parte de planificación, y lo más gratificante es cuando llegás, cumplís los objetivos y sale todo bien, en tiempo y forma… todos están contentos. Eso es lo más lindo: tener el gol”, describe.
La clave del éxito
Lo esperado es que cada persona que visite el parque se lleve la mejor impresión y, sobre todo, las ganas de contagiar a otros para volver. “Hemos recibido muy buenas devoluciones por la infraestructura del parque y, en muchas oportunidades, pude ser quien las escuchaba en persona, sin que supieran que era parte del equipo. Lo tomé como una buena señal”.
La clave del éxito es, sin duda, que, como un equipo consolidado donde cada jugador es importante, trabajan para dar lo mejor cada día, y el resultado salta a la vista. “Me gusta el diseño de infraestructura, ser parte desde el inicio de los proyectos hasta verlos materializados. Trabajar en la naturaleza, viendo esos paisajes… Bueno, no quiero sonar cursi —se ríe—, pero mi trabajo significa mucho para mí”.
“Pienso que el verdadero valor de lo que se hace está en las personas que lo realizan. La Patagonia, puntualmente donde estamos, es hermosa, pero en invierno puede ser bastante hostil. Nosotros trabajamos parejo todo el año, no importa la nieve o el viento. Por eso creo que hay algo dentro de cada persona del equipo que le aporta valor a todo lo que se ve después. Estoy muy contento con los chicos, con todo el equipo de infraestructura y de uso público”.
