Si hablamos de la semana de la lactancia materna, no podemos excluir de ella la polémica instalada a nivel mundial sobre la corrección -o no- de dar de mamar en lugares públicos. Mientras que a algunos les parece la cosa más natural del mundo, existe otro grupo que lo condena ruidosamente.
Que es asqueroso, que pertenece al ámbito privado, que mejor dale en el baño, que es muy grande para seguir tomando la teta… sólo algunos de los argumentos de los jueces de la maternidad ajena.
Exponer un pequeño pedazo de piel con el único objetivo de alimentar a tu bebé puede ser duramente juzgado, pero enseñar un escote, y hasta ver un par de senos sugestivos en alguna publicidad para vender hasta el más insólito producto, es ampliamente aceptado.
En contacto con EL ROMPEHIELOS y desde Granada, España, Andrea Velandia Morales, PhD. Mg. en Psicología Social y Especialista en Psicología del Consumidor, ensaya una explicación para intentar desatar el ovillo y entender desde qué lugar se presenta esta dualidad.
Para Velandia, uno de los pilares del patriarcado es la objetivación de la mujer, es decir, la mujer como propiedad, como fuente de placer y deseo, como trofeo a exhibir. Aún en muchas sociedades (por no decir todas) la mujer se considera un accesorio de lujo, manteniendo y reforzando estereotipos como el hombre proveedor de recursos y la mujer-ente-pasivo que a través de su belleza busca esos recursos.
Esta demostración de poder y jerarquía, a través de la objetivación, encuentra eco en los discursos de algunas marcas, que en su afán y necesidad de conseguir más consumidores y aumentar el share de participación, olvidan su responsabilidad y el impacto social de un mensaje publicitario que repite estereotipos que nos alejan de la igualdad de género y que se centra en la sexualización excesiva de la mujer, concentrada en el pecho femenino como la mayor fuente de placer para los deseos masculinos.
Según sostiene la profesional, “esto reafirma ese doble rol que el patriarcado y su mejor exponente, el machismo, le impone a la mujer: o eres puta o la madre de mis hijos; siendo ésta clasificación binaria y mutuamente excluyente, la que sustenta todas las manifestaciones de la violencia de género”.
“Si eres puta estás allí para exhibirte, mostrarte, dar placer, lo que aplica a las tetas -al ser la representación perfecta de la estética femenina- por lo que deben ser perfectas, bellas, no necesariamente funcionales, sino mas bien hermosas y disponibles. Si eres la madre de mis hijos, tienes que cuidar de ellos, protegerlos y para hacerlo bien, debes seguir las normas, lo que incluye también a las tetas, que en este rol, dejan de ser un objeto sexual, para convertirse en la mejor representación del cuidado materno, donde su función es alimentar, proteger y brindar bienestar”, desarrolla.
-Entonces, ¿hay que “elegir” ser una cosa o la otra?
–Como mencioné anteriormente, esta es una clasificación binaria y de mutua exclusión, entonces debes elegir, o eres puta o la madre de mis hijos; si eres puta, puedes mostrar tus tetas, porque son una fuente estética, de admiración y están allí para dar placer, acá las tetas pertenecen al ámbito de lo público, por que son un objeto de deseo masculino; pero si eres la madre de mis hijos, tus tetas son sagradas, no pueden ser observadas y menos deseadas; deben permanecer en el ámbito de lo privado, donde se relega a la mujer que cuida de otros.
Una vez más, aparece en la discusión el rol de la mujer como cuidadora, un rol casi exclusivo del mundo femenino y del que existe una imposición cultural. Un lugar del que si una opta por correrse, terminará siendo, para la mirada ajena, la peor mujer del mundo.
Como conclusión, desde la mirada del patriarcado, las tetas son objetos que o dan placer y se exhiben, o que alimentan y se ocultan.
Las primeras son aceptadas por la sociedad, porque representan la estética femenina al servicio del placer, y las segundas, si se exhiben, se rechazan porque llevan el rol materno a una función de placer (para los otros) y lo alejan de su función de cuidado, lo cual es inadmisible dentro del modelo patriarcal y sus representaciones machistas.
En síntesis, las mujeres hemos venido a este mundo a ser objeto de deseo, a ser el bien de consumo de otros, a ser el adorno de algunos. Hasta ahora: que nos deseamos a nosotras mismas, consumimos de ser nuestro propio objeto y adornamos nuestras propias vidas. Nos movemos lejos de los lugares impuestos, incomodamos y reivindicamos derechos de igualdad y libertad. Eso incluye a las tetas.
María Fernanda Rossi