Se trata de una tecnología que busca minimizar los riesgos del trabajo, mejorar las condiciones y reorganizar las actividades de poscosecha de cebolla en el Valle Bonaerense del Río Colorado. Además, incorpora ventajas agronómicas al uso del suelo. Fue desarrollada por el INTA junto con diseñadoras industriales de la Universidad Nacional de La Plata.

Con el foco puesto en las múltiples dimensiones de una cadena de valor que demanda resolver cuestiones medioambientales, sociales, económicas y normativas, un equipo de especialistas -integrado por investigadores de la Estación Experimental Agropecuaria del INTA en Hilario Ascasubi, del IPAF Región Pampeana-CIPAF y diseñadoras industriales de la Universidad Nacional de La Plata- diseñó una estación para la poscosecha de cebolla, que se propone mejorar las condiciones de trabajo y reorganizar las actividades de poscosecha en el Valle Bonaerense del Río Colorado.

Lo que propone es minimizar los riesgos de salud de quienes trabajan en la poscosecha de cebolla con largos períodos de exposición al sol, el viento y el frío, dolores musculares y articulares por malas posturas y problemas oculares por el contacto con los ácidos de la cebolla. Esta tecnología supone una reducción del impacto ambiental al evitar suelos desnudos en una región ya afectada por fuertes vientos. Además, permite concentrar el residuo en la cabecera o caminos, habilita el compostaje y reduce la compactación del suelo.

“En términos productivos, el Valle Bonarense del Río Colorado es una región con trayectoria en la fabricación de maquinaria agrícola y cuenta con capacidades tecno-productivas instaladas para la fabricación de las estaciones diseñadas”, explicó Juan Pablo D´Amico -especialista en el desarrollo de maquinaria del INTA Ascasubi- y agregó: “A mediano plazo nos proponemos impulsar el desarrollo de proveedores locales y artefactos asociados como bolsas big-bag y baños químicos, porque son tecnologías maduras disponibles en el entramado industrial de esa zona”.

La estación para la poscosecha de cebolla es transportable. El diseño actual prevé nueve puestos de trabajo: seis para descolado y tres para embolsado. Se traslada plegada junto a un baño químico hacia el campo por medio de un carro agrícola; un tráiler o un acoplado. En el campo, se dispone el baño químico y se arma la estación: módulos clasificadores, apertura de lonas. La estación se ubica en las cabeceras. Los big bag de 500 kg están ordenados en fila.

Se estima que, por 1 hectárea cosechada, se pueden disponer 2 estaciones, 2 baños y 18 puestos de trabajo. La estación permite nuclear y sistematizar labores, ordenarlas en tiempo y espacio, al tiempo que define posiciones de trabajo ergonómicas para el descolado, la clasificación y el embolsado. Las pruebas indican que en 17 minutos se pueden clasificar y fraccionar 500 kilos de cebollas en bolsas de 20 kilos. Tomando como referencia 80 Big Bag para 1 hectárea, implica 2 jornadas de trabajo de 9 operarios, asumiendo los mismos tiempos de descolado que en la actualidad. Posee ventajas de trabajo, ambientales y comerciales.

Para evaluar el prototipo experimental se realizó una jornada demostrativa en el campo de la Experimental Hilario Ascasubi del INTA. Contó con la presencia de más de 60 familias productoras y trabajadoras rurales de diferentes asociaciones, como la UTT y Federación, con representación en el valle bonaerense del Río Colorado. El equipo de ingenieros y diseñadores dialogó con las familias productoras, quienes realizaron una serie de pruebas de usabilidad.

“Venimos a ver junto a las familias productoras este desarrollo para que nos hagan todos los aportes”, señaló Diego Ramilo, director del CIPAF, y agregó: “Consideramos que un proceso tecnológico como este se debe llevar a cabo conversando e interactuando con las familias productoras, que tienen mucho conocimiento sobre las características del cultivo y de las tareas a campo. Con sus aportes, realizadas y probadas las modificaciones acordadas, en una etapa inmediata vamos a licenciar la estación para fabricar una pre-serie comercial”.

Durante la prueba Marisol Subia fue una de las primeras que se sentó en la estación de poscosecha para probar el puesto de trabajo: “Esto nos evitaría muchos problemas de salud, como los dolores de rodilla o la insolación y las jaquecas cuando nos pega de lleno el sol de la tarde. Desde los 12 años que trabajo en la cebolla y ya tengo 28. Esto nos va a mejorar las condiciones de trabajo y ahorraremos nuestro tiempo, ya la gente no quiere venir con estas condiciones tan duras de trabajo de 5 de la mañana hasta que se pone el sol. La estación puede servir de incentivo para jóvenes como nosotras”.

Innovación

La producción de cebolla en el Valle Bonaerense de Río Colorado conforma una cadena compleja, fragmentada, con inconvenientes en la sustentabilidad ambiental, social y sujeta a una dinámica económica muy fluctuante asociada a los ciclos y vaivenes que marca la demanda del mercado interno y externo.

“El desarrollo de alternativas para resolver este tipo de problemas necesita de incentivos y capacidades que no están presentes en el ámbito privado”, aseguró Edurne Battista -especialista del IPAF Región Pampeana- y agregó: “Resulta central la agenda que pueda instalar el Estado, con múltiples motivaciones al cambio, que integre a todos los actores que constituyen la cadena de valor, desde trabajadores rurales hasta empresas extranjeras integradas verticalmente”.

Para ello se requiere un enfoque sistémico, que atienda de modo simultáneo los aspectos sociales, ambientales y económicos. “Es de este modo que se pueden encontrar puntos de acuerdo entre actores con intereses diversos, que permitan avanzar hacia cambios en el modo en que se organiza la producción y comercialización de -en este caso- un alimento, la forma en que se realizan las actividades que ese proceso productivo requiere y las máquinas herramientas que lo hacen posible dentro de los marcos normativos disponibles”, expresó Sergio Justianovich -especialista del IPAF Región Pampeana-.

“La estación, diseñada desde esta perspectiva, es un caso disruptivo, porque pone en discusión otras formas de organizar la producción y la comercialización para que sean más beneficiosas para todo el conjunto: quien produce cebolla, quien organiza el trabajo de poscosecha, quien trabaja en la poscosecha, quien compra y quien provee tecnología específica para el sector”, resumió Battista.

La trama cebollera

La Argentina produce 20 mil hectáreas de cultivos de cebolla que representan el 1 % de toda la superficie implantada en el mundo. Es una de las hortalizas más cultivadas en el país. Ocupa el tercer lugar, en cuanto al volumen producido, después del poroto y la papa. La superficie implantada con cebolla ha crecido un 70% en los últimos diez años: tiene guarda, se comercializa a granel, lejos de los lugares de consumo. El destino principal es el mercado en fresco. La industria importa pequeñas cantidades (deshidratado, encurtido). Quienes actualizan estos datos son Daniel Iurman y Carolina Bellácomo, especialistas en el cultivo del INTA Ascasubi.

“Es la primera hortaliza en volumen de exportación y la segunda en valor después del ajo. Entre un 70 y 80 por ciento se destina al mercado interno. La exportación bajó en la última década y el principal comprador hoy es Brasil, seguido de Paraguay”, resumió Iurman quien agregó que la zona más importante de la cebolla en la Argentina es el Valle Bonaerense del Río Colorado, con unas 8 mil hectáreas a campo, que le aportan por año entre 90 y 100 mil millones de dólares.

“El cultivo está adaptándose a la escasez hídrica de la cuenca y los desafíos tecnológicos para los próximos años tendrán que ver con la resistencia a enfermedades, tolerancia al estrés hídrico y eficiencia de los sistemas de riego gravitacional y presurizado”, explicó Bellácomo.

En las tareas de cosecha y poscosecha, una figura relevante es la del cuadrillero, un emergente natural de una cadena fragmentada, informal y flexibilizada con falta de regulación sobre la actividad. “El cuadrillero ofrece un precio y nos pasa a buscar en combi o colectivo y nos lleva al campo. El trabajo es individual y varía mucho la cantidad de kilos de cebolla que descola cada una”, relató Rosa Guevara, trabajadora de la región y agregó: “Durante estos meses vamos todos los días. Cobramos por metro cosechado en el verano y luego por bolsa en la poscosecha. Una se acostumbra, antes no me perdía un solo día, pero a medida que te haces grande, cada vez cuesta más, por el desgaste del cuerpo”.

Fuente: Prensa Mi Argentina

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