El Instituto Nacional del Agua, junto al Ministerio del Interior y COHIFE, impulsa en Argentina el uso de índices para medir la calidad del agua con fines productivos, con el objetivo de fortalecer la gestión hídrica en todo el país.
El agua que usamos para producir alimentos, criar animales o regar cultivos no solo necesita estar disponible: también debe tener buena calidad. Para facilitar esa evaluación, un equipo del INTA Santa Cruz está desarrollando herramientas sencillas, económicas y accesibles para el monitoreo permanente.
Índices que ayudan a cuidar lo que usamos para producir
Desde el Grupo Forestal Agrícola y Manejo del Agua, el ingeniero Boris Díaz y su equipo proponen el uso de Índices de Calidad de Agua (ICA): indicadores simples, ajustados a los usos concretos de cada actividad productiva. Permiten, por ejemplo, saber si el agua es apta para riego o bebida animal, sin necesidad de análisis costosos ni interpretaciones complejas.
“Monitorear el agua suele ser caro y muchas veces se desestima como herramienta de gestión”, explica Díaz. “Los ICA permiten tomar decisiones más rápidas, más ajustadas al campo, con menos recursos”.


Estos índices se construyen a partir de un conjunto reducido de parámetros físico-químicos y una fórmula matemática sencilla. Evaluar esos datos permite emitir un juicio rápido sobre la calidad del agua, favoreciendo el uso racional del recurso.
La experiencia patagónica: primeros resultados en Santa Cruz
En Santa Cruz, los ICA ya se están aplicando en ríos y arroyos para evaluar su aptitud con fines productivos.
De este trabajo, participan investigadores del INTA EEA Santa Cruz, de la Universidad Nacional de la Patagonia Austral, del Laboratorio Regional de Investigación Forense y de la Secretaría de Estado de Ambiente de la provincia.
De este modo, la iniciativa busca democratizar el acceso a información clave para una mejor planificación, especialmente en zonas donde el monitoreo hídrico suele implicar altos costos y poca frecuencia.

En los últimos diez años, el trabajo articulado entre instituciones, organismos públicos, productores y técnicos permitió avanzar en el conocimiento de los recursos hídricos de superficie de la Patagonia austral.
Estudios sobre su dinámica, calidad, usos e impactos del cambio climático hoy respaldan decisiones que apuntan a una gestión más sustentable.