Un equipo del INTA desarrolló un prototipo que permite a las ovejas acceder a agua líquida aún en temperaturas extremas. El invento fue patentado este año y podría escalar a la industria si consigue inversores. Una historia de ciencia, territorio y resiliencia.

El invierno en Patagonia no da tregua. Cuando el termómetro baja a -20 °C, no solo las personas sufren el frío, sino que también sufren los animales. En ese contexto extremo, garantizar el acceso al agua para la hacienda ovina es uno de los desafíos más complejos para la producción ganadera. Desafiar esa premisa es lo que llegó a que investigadores del INTA Los Antiguos y Balcarce encontraran una respuesta innovadora. Diseñaron un sistema que mantiene el agua líquida sin necesidad de electricidad ni combustibles fósiles, y que solo se activa cuando una oveja se acerca. Lo llamaron BeTO: Bebedero Térmico Ovino.

“El proyecto surgió con una inquietud concreta de campo”, explicó en diálogo con Radio Provincia el ingeniero agrónomo Santiago Arhancet, jefe de la Agencia de Extensión Rural del INTA Los Antiguos. “Nuestro compañero Martín Roa, del área ganadera, nos planteó el problema del congelamiento del agua, y así empezamos a trabajar junto a colegas de Balcarce”, recordó.

El objetivo inicial era claro, pero ¿era posible? ¿Cómo evitar que se congele el agua en invierno? Los investigadores comenzaron midiendo temperaturas del suelo y analizando la línea de congelamiento. La solución fue más que ingeniosa: almacenar agua bajo tierra y combinar esa reserva con un sistema operativo alimentado por energía solar. Y como si fuera poco, también idearon el método por el cual el sistema también filtra el agua y reduce microorganismos, disminuyendo el riesgo de enfermedades.

¿Cómo funciona BeTO?

Imaginemos una oveja acercándose a un bebedero en medio de la estepa, con el suelo cubierto de escarcha o nieve. No hay agua a la vista. Pero apenas el animal entra en el rango de los sensores —que fueron calibrados para distinguir especies y tamaños— el sistema se activa. En pocos segundos comienza a fluir agua líquida, que proviene de un reservorio subterráneo protegido del congelamiento.

El sistema, alimentado por energía solar, puede acumular hasta 200 litros en unos 20 minutos. Si la oveja permanece cerca, el agua se recircula para evitar que se congele. Y si no hay más animales, se apaga solo, cuidando el recurso y la energía.

Además del almacenamiento térmico, el sistema cuenta con filtros para eliminar impurezas y reducir microorganismos, disminuyendo el riesgo de enfermedades en la hacienda.


Probar, fallar, volver a intentar

El prototipo fue probado en un campo cercano a Los Antiguos, “gracias a la colaboración de la familia Garitonandia”, explicó Arancet. Y como todo desarrollo experimental, estuvo lleno de obstáculos: piezas que no resistían, sensores que no distinguían especies, animales que no se acercaban al bebedero vacío. “Tuvimos que adaptar sensores, probar con cámaras trampa, aprender cómo se comportaban las ovejas… y hacer muchas piezas con chatarra recuperada”, contó Arhancet.

Después de casi tres años de trabajo —entre ensayos, rediseños, reuniones virtuales y discusiones técnicas—, el equipo logró patentar el invento. La publicación oficial del Instituto Nacional de la Propiedad Industrial (INPI) llegó el 21 de mayo de este año. El paso siguiente será lograr que alguna empresa adopte la tecnología para fabricarla a escala. “Hoy el INTA no tiene esa capacidad de producción. Lo ideal sería transferir la tecnología a la industria para que llegue a los productores”, explicó.

Un trabajo con múltiples impactos

BeTO busca mejorar el bienestar animal, al tiempo que alivia el trabajo del personal rural, que en invierno debe romper el hielo varias veces al día, para obtener agua líquida para los animales. Además, este invento cuida el recurso hídrico, porque “vale recordar que en muchas estancias, el agua es escasa y se transporta en camiones. Derrocharla, como ocurre al quitar hielo de un bebedero congelado, es un lujo que no se puede permitir”.

Aunque el prototipo fue pensado para ovejas, ya se está evaluando su posible adaptación a otras especies. La clave, según Arancet, fue el trabajo colectivo y multidisciplinario. “Pudimos discutir muchísimo, avanzar y retroceder sin problemas. La riqueza del proyecto estuvo en ese intercambio”, señaló.


Resistencia desde el territorio

El desarrollo del BeTO es una muestra concreta de lo que el INTA aporta desde el territorio: soluciones reales, nacidas de la escucha atenta a las necesidades locales, con ciencia aplicada, creatividad y trabajo en red. Pero también llega en un momento delicado, dadl el contexto nacional en el que el organismo atraviesa una de sus crisis más graves: recortes presupuestarios, vaciamiento de programas estratégicos y una amenaza concreta a su capacidad operativa y federal.

Mientras el Gobierno nacional reduce el financiamiento a la ciencia pública, en Santa Cruz se patentan tecnologías que permiten producir en condiciones extremas, con eficiencia energética y cuidado ambiental. Quizás esa sea la mejor respuesta: seguir creando. Aún en invierno. Aún en tiempos hostiles.

Deja tu comentario