Con más de 450 parcelas y la participación de 380 productores, la red MARAS impulsada por el INTA Santa Cruz es un hito en la conservación y uso sustentable de los pastizales naturales. Sus resultados ya son parte de bases científicas internacionales.
Una red para conocer y proteger
La Patagonia guarda una de las extensiones de pastizales naturales más grandes del planeta. Desde hace más de 15 años, la Estación Experimental Agropecuaria Santa Cruz del INTA viene siguiendo de cerca estos paisajes clave para la producción ganadera. Lo hace a través de la red MARAS, una iniciativa de monitoreo ambiental que se convirtió en referencia a nivel nacional e internacional.
MARAS no es solo un esfuerzo científico: detrás de cada parcela hay 380 productores que, de manera voluntaria, aportan su mirada y sus registros para que el conocimiento se construya en conjunto. Con 450 parcelas distribuidas desde La Pampa hasta Tierra del Fuego, la red permite entender cómo cambian el suelo y la vegetación con el paso del tiempo.

Datos que hablan del territorio
La información que surge de MARAS no queda en el papel. Gracias a estos datos, ya se elaboraron los primeros mapas regionales de cambio de vegetación: herramientas clave para visualizar tendencias y tomar decisiones informadas. En ellos aparecen signos alentadores —como el aumento de cobertura y biodiversidad en algunos sectores— y también alertas sobre zonas vulnerables a la sequía.
Además, la red combina fotografías, datos de suelo y vegetación, y se actualiza cada cinco años para reflejar la dinámica real de los ecosistemas patagónicos. Su valor ha sido reconocido internacionalmente: hoy forma parte de una base de datos de libre acceso publicada en Scientific Data, de la revista Nature, junto con el código desarrollado con herramientas de software libre por la UNPA.

Un compromiso que trasciende
Este logro marca un antes y un después en la forma de entender y gestionar los recursos naturales en la Patagonia. A 40 años de su creación, el INTA celebra estos trabajos que trascienden lo local y se proyectan más allá. Porque el conocimiento compartido —dicen— es la mejor herramienta para un desarrollo más sustentable, justo y duradero.