ÉRASE UNA VEZ LA COSTA DEL BEAGLE es una serie de publicaciones en torno a una expedición a pie que partió desde Ushuaia conectando Ea. Harberton y Tolhuin, en la Isla Grande de Tierra del Fuego. Esos nombres propios poco tienen que ver con lo que sigue. Lo que se cuenta aquí habla más sobre las costas del Canal Beagle: su historia y también el polémico corredor actualmente en marcha (obra de vialidad que originalmente conectaría la bahía de Ushuaia y Cabo San Pío). En un futuro ese lugar va a ser otro, se transformará radicalmente. De eso tratan parcialmente estos artículos de publicación quincenal.

Punto de chapa – Rollo 35mm 400 ASA

Tranquera sin estancia

Nos reunimos los nueve expedicionarios en las afueras de Ushuaia para partir a pie rumbo Este hacia la Estancia Túnel. Algunos recién llegados de Río Grande nos mantuvimos en la orilla citadina sin penetrar la urbe. Otros arribados desde Buenos Aires ese mismo día recorrieron brevemente la ciudad austral. Los menos del grupo eran caras nuevas y dado eso nos dimos un momento de presentación y ajuste de equipos. Partimos por el último camino de ripio costero, un camino breve que lleva hasta la Baliza Escarpados. 

El descanso preliminar – Rollo 35mm 400 ASA

Esos fueron los últimos pasos rodeados de vehículos y de gente, al menos hasta llegar a puerto Almanza. Las reflexiones individuales en torno al corredor del Beagle ya empezaban a correr por lo bajo. No hay mejor manera que abrir el pensamiento pisando aquel suelo que mañana será camino y traza ancha para autóctonos, emigrados y turistas. Esa seguramente fue la última vez que veríamos las costas del canal antes de que se transformen radicalmente. 

Ushuaia quedaba atrás pasando a ser una imagen que se empequeñecía a nuestras espaldas. Todavía no sabíamos que aquella ciudad en la cual estuvimos tan solo unos instantes iba a ser la base del sentido que le daríamos al corredor. 

La polémica obra del corredor tiene diversos objetivos entre los que se destacan el turístico y el de comunicación a Ushuaia desde los parajes ubicados en la costa, principalmente Almanza. Ser una ruta escénica o una vía de fácil acceso a la capital no son, al menos a nuestro modo de ver, razones que justifiquen tal camino. Y esto más aún si la obra da lugar a la especulación inmobiliaria irregular en favor de ciertos sectores acomodados de la población fueguina. 

La bahía señalada – Rollo 35mm 400 ASA
El golpe del hacha – Rollo 35mm 400 ASA + 1 PF

En subsiguientes días y tramos del caminar dejaríamos de ver al corredor como una contingencia, para pasar a vislumbrarlo como una necesidad vinculada al crecimiento de la capital de la provincia. Esa ciudad que fuere lugar del primer asentamiento blanco en la provincia, casa estable de misioneros y yaganes por algunos años, iba a ser central para entender aquello que íbamos a buscar: el sentido del corredor costero. Cuestión de la que iremos hablando en el paso a paso de estas publicaciones, sin cerrar la discusión, pero si aportando una mirada propia.

Luego de la Baliza Escarpados finaliza el camino para vehículos y comienzan los senderos que llevan hacia la Estancia. También comenzaron las sensaciones de soledad que ansiábamos. Buscábamos que el silencio deje de ser una excepción para pasar a ser regla. Y casi sin desearlo nos vinieron a dar saludo algunas especies como el carpintero gigante o el zorro.  

Este primer día sería de los más cortos de caminata, aquellos en donde hay que ir acomodando el cuerpo a los rigores de la mochila y las botas. Pero lo corto del tramo no mermaría lo que le sucede a todo caminante que se apresta a llegar al destino diario. La ansiedad por arribar. Siempre sobre el final se apura el paso. Bien sabido es que no conviene dejarse llevar porque esos momentos de apuro son los que se prestan a los tropezones, las lesiones o los extravíos de equipo. 

Deseábamos terminar la jornada para encontrarnos con la Estancia Túnel. Nos intrigaba conocer el estado de las instalaciones y de los trabajos en aquel lugar, pero sobre todo presentarnos ante aquella figura que tanto admiramos: el puestero patagónico. Ellos son los que mejor conocen esas cordilleras, esas turbas, esas tormentas y esos ríos. Actualmente ellos son los que mejor saben esos lugares. Conversar con estos hombres es una de las cosas que más nos deslumbran porque trabajar una majada de ovejas o arrear ganado en esas tierras es cosa seria. Los rigores del terreno y del clima son de notar. Así lo cuentan sendos naufragios e incontables caminantes que partieron para no volver. 

Existe – Rollo 35mm 400 ASA + 1 PF
La cuarentena – Rollo 35mm 400 ASA + 1 PF
La calma – Rollo 35mm 400 ASA + 1 PF

Al llegar dimos con la tranquera y el pintoresco cartel de entrada que nunca ha de faltar en una buena estancia. Rodeamos el alambrado para no invadir, pero si para hacernos notar. Nadie salió. Acampamos en la ladera, nos sentamos a matear y a conversar, esperando ver a alguien, pero sin importunar. Nadie a la vista. La paciencia no es cosa eterna así que bajamos a hacer palmas. Siempre nadie. Luego de recorrer un poco llegamos a la conclusión de lo que no nos esperábamos: la estancia vacía y sin signos de grandes trabajos en marcha. Casi abandonada. Poco mobiliario y sin máquinas. Alguna que otra vaca o caballo suelto nomás y las ruinas del aserradero que alguna vez existió. Aquellos animales habrán sabido esconderse del arreo final. Vendrán a buscarlos no hay dudas. Pero ahí estaban, eran los pocos testigos del lugar.

Ventana al poniente – Rollo 35mm 400 ASA + 1 PF
El silencio – Rollo 35mm 400 ASA + 1 PF

Ahí pasamos la tarde, la noche y nos quedamos hasta el mediodía del día siguiente. Siempre mirando las máquinas clavadas y galpones en desuso. Poco a poco la mirada fue entrando en el tiempo, reviendo todo lo que alguna vez estuvo y hoy no está. Esa zona hace no tantos años era lugar de yaganes. Ellos eran los indios canoeros, se trasladaban por agua con embarcaciones de corteza. No adentraban tierra adentro porque temían a los pueblos de a pie (los Selknam) y a los espíritus malignos que habitaban el bosque. Tenían toda la sapiencia de una identidad costera. No necesitaban más que eso. El mar y sus márgenes les proveían los recursos para subsistir. Ocupaban varias de las islas que hoy son argentinas o chilenas. Hoy de sus prácticas nada queda. Murieron ellos y murió su cultura.

Ese lugar representaba simbólica y materialmente un medio de subsistencia para un pueblo. Con la llegada del hombre blanco la estancia también fue fábrica de toneles en un principio, luego aserradero y lugar para ganado vacuno y bobino. Durante algunos años la vida de los yaganes se cruzó con la vida de la estancia. Hoy ya no hay ni una cosa ni la otra. No hay pueblos originarios, se trabaja poco la tierra y sus recursos. Ahora solo queda algún que otro animal. Por ahí pasará el camino. ¿Será un mero lugar de paso para turistas o espacio de enriquecimiento para unos pocos? ¿Qué será? 

Podría ser algo más que eso, más que turismo de tránsito y especulación. Fue un lugar que tuvo una unión valiosa con habitantes de la isla y con actividades productivas de la provincia. Esa tierra guarda una significación. Hay algo que posa latente y es la identidad de lo que el pueblo fueguino fue y es.

Tan solo con ver imágenes de la Estancia Túnel hace cien años alcanza para notar que hace tan solo un siglo había más vida que hoy en esas tierras. 

Ea. Túnel**. A marea baja, las mujeres juntan mejillones y lapas. Martin Gusinde (MFM)

  • Texto: Gerónimo Hernández
  • Fotos: Manuel Fernández Arroyo 
  • Idea y concepto: Roberto Hilson Foot 

*Esta publicación surge a partir de una expedición más de www.EstudiosPatagonicos.com.ar durante el verano 2019/20 en la que participaron: Connor Fernández, Gerónimo Hernández, Gonzalo Molinari, Juan Cruz Gonzalez, Leandro Espinoza, Manuel Fernández Arroyo, Martín López Behar, Roberto Hilson Foot, Valentin Viñales.

**Es posible que esta imágen corresponda a Ea. Remolino y no a Ea. Túnel. Decidimos mantener la referencia publicada en el libro “El espíritu de los hombres de Tierra del Fuego”. Aparentemente el fondo coincide con lo que se observa de la isla Navarino a la altura de Remolino y no con el paisaje del Monte Susana o la isla Hoste desde Túnel. La presencia del pecio Sarmiento podría ser definitoria sobre el origen de la fotografía, pero queda fuera del ángulo de toma.

MIRÁ TAMBIÉN: “Caminar, Meditar”

Deja tu comentario