A principios de marzo, en plena meseta del Asador, un guardián de la colonia del macá tobiano —Maxi— fue testigo de una escena dura: un quetro atacaba a un pichón indefenso. Observó con paciencia y, al confirmar que los padres no regresarían, decidió intervenir. Así comenzó el rescate de “Rocky”.
Desde la Estación Biológica “Juan Mazar Barnett”, en el noroeste de Santa Cruz, se activó el operativo. Patrick y Violeta salieron al encuentro con Maxi, quien descendía de la meseta con el pichón a resguardo.

Lo alimentaron en un puesto intermedio y emprendieron el regreso. Fueron más de cuatro horas de viaje, con paradas necesarias para alimentarlo y asegurarse de que pudiera defecar.

Una vez en la recría, la veterinaria Gabriela evaluó su estado. Contra todo pronóstico, Rocky había sobrevivido al ataque, algo que ni un adulto logra siempre. Sin embargo, el diagnóstico fue claro: le faltaba un segmento del ala, lo que haría imposible su vuelo en el futuro.

Cuidado, adaptación y una decisión difícil
Pese a esa condición, el pichón logró adaptarse. Compartió pileta con los otros tres macá criados desde el huevo, los mismos que fueron liberados semanas atrás en una experiencia histórica. En su caso, se resolvió que permaneciera en cuidado humano, con la intención de liberarlo solo durante los veranos y luego recapturarlo.

Así fue como Rocky viajó hasta la Estación Municipal de Piscicultura Isla Pavón, gracias al acompañamiento del municipio de Comandante Luis Piedra Buena. Allí se acondicionó una pileta especialmente para que pasara el invierno.

Pero el desenlace no fue el esperado. Después de una semana, las nuevas condiciones generaron en Rocky un nivel de estrés que, sumado a las bajas temperaturas, terminó por debilitarlo. Lamentablemente, murió.
“Su historia no tuvo el final que queríamos, pero nos permite aprender mucho del proceso para estar mejor preparados”, comunicaron desde el equipo del Programa Patagonia, de Aves Argentinas.
Rocky fue uno de los tantos protagonistas silenciosos de esta red de conservación que une ciencia, territorio y compromiso. Como en las notas que ya compartimos sobre la liberación de los primeros macá criados en cautiverio, su historia —aunque breve— deja aprendizajes valiosos sobre el cuidado de una especie única en el mundo, que solo anida en Santa Cruz y que sigue en peligro crítico de extinción.
Porque incluso en los intentos que no terminan bien, hay gestos de esperanza. Y cada esfuerzo cuenta.
