En una región casi árida se esconden verdaderos tesoros naturales: los lagos del noroeste de Santa Cruz. Según Guido Vittone, estos cuerpos de agua “recrean la vista, abren el panorama y reflejan el clima y ambiente de la región”, mostrando un contraste notable con su entorno.
Uno de los protagonistas de esta zona es el lago Buenos Aires. “Es el más grande de la Patagonia y el segundo en extensión en el continente”, afirma Vittone, señalando que sólo es superado por el Titicaca. Este lago es tan vasto que “cruza literalmente la cordillera”, compartiendo aguas con Chile donde se le conoce como lago General Carrera.
El lago Pueyrredón, también binacional y conocido como lago Cochrane en Chile, presenta peculiaridades geográficas únicas. Un “llamativo istmo de apenas unas decenas de metros lo separa del lago Posadas”, dice Vittone, sugiriendo que ambos lagos podrían considerarse parte de un mismo origen. Sin embargo, la diferencia de color entre ellos y un corto río que los vincula “les da entidad individual”.
Lago Pueyrredón 1898 – Una de las primeras fotos del lago Pueyrredón el año de su descubrimiento
Los lagos, explica Vittone, son “el resultado del avance de enormes glaciares desde un gran casquete de hielo que cubrió la cordillera”. Durante el último millón de años, Patagonia experimentó al menos cuatro “Edades de hielo”, en las que “grandes topadoras de hielo profundizaron los valles y depresiones actualmente ocupadas por los lagos”. Estos antiguos glaciares transformaron la geografía, creando las impresionantes formaciones que hoy admiramos.
Al hablar de los cambios geológicos, Vittone destaca el “levantamiento de la cordillera, el volcanismo de las mesetas y las glaciaciones”. Todos estos eventos han modificado profundamente la red hidrográfica de la región. El pueblo de Lago Posadas, por ejemplo, “se asienta sobre el fondo de un antiguo lago”, un testimonio de la historia dinámica de estas tierras.
Lago Comuna
Los menos conocidos lagos Columna y Ghio también tienen historias que contar. “Son remanentes de las glaciaciones, pero a una escala menor”, señala Vittone. A mayor altura sobre el nivel del mar, ambos lagos pertenecen a la misma cuenca endorreica, siendo el lago Columna “el único que puede congelarse en inviernos severos”.
Finalmente, Vittone reflexiona sobre la preservación de estos parajes. A pesar de que los lagos son “fríos y profundos” y los vientos los hacen “peligrosos para cualquier actividad náutica”, esto ha ayudado a mantenerlos prístinos. “Tal vez sea mejor así”, concluye, instando a que se contemplen desde las orillas, respetando los sitios arqueológicos y rincones que han permanecido casi inalterados por siglos.
Este viaje a través del tiempo y el agua no sólo revela la riqueza natural de Santa Cruz, sino también la importancia de entender y conservar nuestra historia y geografía para las futuras generaciones.
El Rompehielos