En la vastedad de la tierra austral, donde los horizontes se extienden hasta el infinito y el viento guarda historias de pioneros y naufragios, los faros emergen como testigos del paso del tiempo. A pesar de los años, siguen allí, para revivir los relatos que las décadas fueron cubriendo hasta hacerlos casi inasibles. A lo largo de la Ruta Azul, entre Comodoro y Rawson, hay un total de 9 faros; cada uno de ellos tiene su historia y su particularidad, y muchos aún pueden ser visitados.

Los faros han sido interpretados a lo largo del tiempo por diferentes autores y culturas. Inicialmente pensados como una estructura funcional para guiar a los barcos, estas construcciones se han convertido en símbolos de época. Representan orientación, seguridad y esperanza. Son emblemas de guía hacia el camino seguro, como una brújula o las constelaciones. Una metáfora de cómo encontrar el camino en la incertidumbre y en la inmensidad del mar y la tierra.

En toda la Patagonia, existen 62 faros que están bajo el mantenimiento del Servicio de Hidrografía Naval de Argentina. Sin embargo, hay otros que, aunque no están activos, poseen un valor histórico y arquitectónico inestimable. Estos faros se extienden desde Buenos Aires hasta Tierra del Fuego, y algunos de ellos son especialmente difíciles de acceder debido a su ubicación remota o a las condiciones climáticas adversas.

En la costa de Chubut, encontramos varios faros emblemáticos, cada uno con su propia historia y particularidad. La Ruta Azul, que va desde Comodoro Rivadavia hasta Rawson, tiene 450 kilómetros. En su largo discurrir, alberga una belleza única engalanada por 9 de estos centinelas de la historia.

Desde 1917, el Faro San José, el Isla Leones y el Faro Isla Rasa encendieron sus luces, seguidos poco después por el Faro Cabo Aristizabal y el Faro Isla Leones, este último reemplazado en 1968 por el Faro San Gregorio, que continúa vigilando las aguas.

El Faro San Jorge, que se iluminó por primera vez el 9 de marzo de 1925, se unió a esta red de luces costeras junto al Faro Cabo Raso, cuya construcción comenzó en junio de ese mismo año. Más adelante, el Faro Chubut en Rawson se sumó al servicio el 2 de octubre de 1933, y, en 1948, el Faro Punta Lobos completó este equipo de estoicos centinelas. Aunque algunos de ellos ya han apagado su luz, su legado sigue vivo a través de su estructura.


Florian von der Fecht: el cazador de faros en la Patagonia

Florian, es más que un fotógrafo; es un narrador visual, un guardián de la historia marítima de Argentina. Con más de un millón de kilómetros recorridos a lo largo de sus 40 años de carrera, Florian ha documentado la majestuosidad de la Patagonia desde cada ángulo posible.

Su obra, que abarca 14 libros de fotografía, es un testimonio de su pasión por los paisajes argentinos, especialmente por esos imponentes vigías solitarios: los faros. Desde 1998, cuando una tarde en Tierra del Fuego lo llevó a descubrir el faro abandonado de Cabo San Pablo, Florian se embarcó en una misión única: fotografiar todos los faros de la Patagonia.

Este proyecto, lo ha llevado a desafiar no solo la rudeza del clima patagónico, sino también la logística de acceder a estos sitios aislados y, a veces, olvidados. Hasta la fecha, ha logrado capturar 44 faros, lo que representa casi dos tercios del total que se propone retratar. Sin embargo, algunos de los faros más difíciles y emblemáticos, como el 1º de Mayo y Esperanza en la Antártida, aún permanecen en su lista de desafíos pendientes.

“Los faros siempre están en sitios especiales, donde la vista se extiende más allá de lo visible, donde la historia de los navegantes y las tormentas se entrelazan con la soledad del paisaje”, resume Florian.

A pesar de los desafíos, desde el mal tiempo hasta las dificultades de acceso, el experimentado fotógrafo avanza con su proyecto. Sus imágenes no solo capturan la silueta de los faros, sino que también transmiten las emociones y las historias que estos guardianes del mar evocan. Las luces de los faros, surcando la oscuridad de la noche, conectan la vida en tierra con la bravura del océano, y Florian logra plasmar esta conexión en cada una de sus fotografías.

En un mundo donde lo antiguo a menudo es reemplazado por lo nuevo, Florian von der Fecht pone en evidencia que, algunas cosas, como la luz de un faro en la oscuridad, son simplemente insustituibles.


Desde Comodoro Rivadavia a Rawson, los faros de la Ruta Azul

San José: el primero comenzando desde el sur

Este faro es más que una estructura; es un testigo del tiempo, un punto de partida para explorar la rica historia de la costa chubutense. “San José es como abrir un libro de aventuras”, comenta Florian, quien ha acampado junto a muchos de estos faros en busca de la luz perfecta.

San Jorge, cercano a Caleta Córdova: una luz constante

En 1925, el Faro San Jorge comenzó a iluminar la costa cerca de Comodoro Rivadavia. Florian recuerda su primer encuentro con este faro como un momento donde el tiempo se detiene. “San Jorge es un faro que te invita a quedarte y su luz es una constante en la oscuridad”, remarcó.

Isla Rasa: la amplitud del Horizonte

Se erige en un paisaje que parece extenderse hasta el infinito. Para Florian, es un lugar donde el mundo se abre. “Desde Isla Rasa, uno siente que puede tocar el horizonte”, dice, recordando cómo el mar y el cielo se funden en un mismo color durante el amanecer.

Cabo Aristizabal: solitario y poderoso

Más adelante en el camino, el Faro Cabo Aristizabal se levanta en medio de un entorno agreste y aislado. Este lugar, rodeado de una naturaleza imponente, habla con el viento. “Aquí, la soledad tiene una fuerza especial”, reflexiona Florian.

Isla Leones: un faro distinto

Es un museo gigante de la historia del lugar. Este faro, con su particular forma, no solo ofrece vistas espectaculares, sino que también se puede visitar a través de una salida náutica con la empresa Viento Azul, permitiendo a los visitantes experimentar de cerca su encanto y aprender sobre su fascinante historia.

San Gregorio: el relevo de la historia

El Faro San Gregorio, que reemplazó al Faro Isla Leones en 1968, lleva consigo la historia de su predecesor. Aunque más moderno, no ha perdido su esencia. “San Gregorio es un faro que mantiene viva la memoria. Es como si la historia no se hubiera detenido”, destaca el fotógrafo.

Cabo Raso: un refugio de paz

El Faro Cabo Raso es un remanso de tranquilidad, un lugar donde el mar y la tierra se encuentran en perfecta armonía. “Cabo Raso es paz, es un lugar donde podés escuchar el sonido del mar sin interrupciones”, afirma el cazador de faros.

Chubut: el faro urbano

Llegando a Rawson, el Faro Chubut, se levanta como un guardián del puerto. A pesar de estar más cerca de la civilización, mantiene su papel esencial en la navegación.


Punta Lobos: el guardián final

Este faro marca el final. “Punta Lobos es el cierre perfecto. Es el lugar donde la tierra se encuentra con el mar, donde cada viaje tiene su conclusión y su nuevo comienzo”.

El sitio iceladypatagonia creó un mapa interactivo con las ubicaciones de todos los faros de la costa argentina. Se puede ver en el siguiente enlace: https://www.iceladypatagonia.org.ar/faros_mapa.php

La Ruta Azul y sus faros proponen un viaje a través del tiempo, guiado por la luz de estos centinelas que han sido testigos de innumerables historias. Es una invitación a descubrir la Patagonia en su esencia más pura, conectando con el entorno y dejándose llevar por la luminiscencia indómita de estos enormes guías.

Fuente: Por Diego Crova para Noticias Ambientales Chubut

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