Facundo Epul cuenta cómo es buscar pumas a pie y en silencio, con el paisaje como aliado y el viento como señal. Trabajo en equipo, habituación respetuosa y días largos entre rastros y miradas que nunca se olvidan.
Dice la canción de un cantor patagónico que en invierno “hay árboles que lloran lágrimas de cristal”, una imagen delicada que evoca esas postales heladas donde todo parece suspendido en el tiempo. En la estepa, sin árboles que lloren, pero con calafates cubiertos de escarcha, el frío también deja su marca. Y el viento, que nunca falta, recorre los cañadones como si supiera leer rastros antiguos.
Pero hay uno que guía especialmente cada paso de Facundo Epul: el puma. Facu lo conoce bien, porque hace años que recorre el Parque Patagonia guiando a otros en la experiencia de verlos en libertad, entre las rocas, camuflados en la estepa o simplemente, al sol. Esta temporada lo encuentra distinto, con más experiencia, un equipo consolidado y una forma más precisa de encarar cada jornada. Ya no va solo. Coordina salidas, piensa estrategias, combina su tiempo en el campo con el trabajo de otros guías locales. Y eso, dice, hizo toda la diferencia.

Una nueva forma de guiar, más cerca del puma
“Este último tiempo, sin dudas, las salidas para avistaje de fauna con el eje en el puma se han llevado la mayor cantidad de días en campo”, cuenta. Y no es casual, “otoño, invierno y primavera son las mejores estaciones” para encontrar al gran felino de la estepa. La clave está en saber dónde mirar y cómo moverse. “Yo me posiciono un poco más como un tracker, una persona que va por delante buscando la actividad en el parque. Me muevo temprano, por caminos 4×4 o a pie”. En invierno, la nieve también ayuda, porque las huellas quedan marcadas y eso permite anticipar movimientos con más precisión.



Esa dinámica cambió por completo la manera de trabajar. “Antes salía solo, hacía de guía y de tracker”. Facu cuenta que eso, tanto para los que visitan como para él exigía un estado físico medio. “Hoy, gracias al trabajo en equipo con otros dos guías locales, habilitados y conectados todo el tiempo por radio o teléfono satelital, más gente puede vivir esta experiencia sin necesidad de grandes esfuerzos físicos. Se generó empleo genuino y se multiplicaron las chances de ver fauna”
Y eso, efectivamente, está ocurriendo. “Este año, ninguna persona que se haya quedado más de dos días en el parque se fue sin ver al menos un puma en libertad”, cuenta con mucho entusiasmo. “Siempre recomiendo quedarse un mínimo de tres días. Lo que está pasando nos alegra mucho porque habla del buen trabajo de conservación dentro del área protegida y también del respeto con el que, desde hace años, se viene generando un vínculo cuidadoso con los animales, sin interferir en sus comportamientos”.


Hace cinco años que Facu lidera su propio emprendimiento de avistamiento de fauna, ‘El Choique Guía’. “Nos han pasado momentos hermosos, como caminar por un cañadón y ver pasar un puma delante de nosotros. Si sabés ubicarte, a veces ellos pasan. Es algo muy bonito de ver. Siempre recomiendo hacer esto con guías que tengan experiencia, y que sea una observación responsable, sobre todo.”
Las salidas cambian según quién viene y qué busca. Con turistas o biólogos, el recorrido suele ser más largo y flexible. No siempre se sale con la primera luz. Se camina, se leen rastros, se recorre el territorio donde los pumas suelen descansar, se revisan señales y se observan zonas de carroña, con la esperanza de ver algún cóndor alimentándose. En esos momentos, la paciencia también forma parte de la experiencia.

En cambio, las salidas pensadas para fotógrafos tienen otro ritmo. Ahí todo gira en torno a la luz. “Estamos en un lugar donde los días son muy distintos según la estación. En otoño e invierno, como hay menos horas de luz, pasamos más tiempo en el campo. En primavera y verano los días son tan largos que trabajamos solo por la mañana y por la tarde. El salir con otros guías y estar completamente conectados, nos permite movernos más rápido, cubrir más terreno, chequear distintos sectores al mismo tiempo”
A veces, mientras esperan al puma, la escena se completa sola. Es época de migración de guanacos, entonces los cañadones se llenan de señales y los cóndores bajan al carneo. “Cuando estás varios días en el campo, empezás a entender los tiempos. Ves a los cóndores ahí, quietos, posados en las rocas, como si midieran el aire. Y en algún momento, cuando el sol empieza a calentar, sabés que la térmica va a subir y ellos van a volar”. Esos momentos también forman parte de las postales que se quedan para siempre.

Lo que se ve, lo que se aprende
Entre los recuerdos más intensos de esta temporada, Facundo menciona a un grupo que llegó desde Torres del Paine. “Ellos trabajan con avistaje de pumas hace muchísimos años. Estuve esperando esa visita mucho tiempo. Fueron días de muchas charlas y aprendizaje. Fue una de las experiencias más lindas.”
También hubo reencuentros. “Un fotógrafo argentino vino por segunda vez. Estuvimos cuatro días, vimos pumas todos los días, la luz fue divina. Era difícil superar las expectativas de su primera visita, pero lo logramos. Nos relajamos, disfrutamos más del paisaje y fue una de las salidas más bonitas de toda la temporada”



El Parque Patagonia, con sus portales Cañadón Pinturas y Cañadón Caracoles, ofrece hoy un abanico de experiencias que combinan naturaleza, ciencia, observación y memoria del paisaje. “Transmitir la historia y la identidad de la región es parte de cada salida”, asegura. “Aunque estemos buscando pumas o mirando un cóndor, siempre estamos contando algo más.”
Y en ese algo más, se juega también una manera de habitar el territorio, de cuidarlo y compartirlo. Porque seguir el rastro de un puma no es solo encontrarlo. Es aprender a mirar.

