A Roxana Techera le quedan 10 materias para recibirse de ingeniera química en la UBA. Eligió esa carrera inspirada en dos profesores de su escuela secundaria y en el empleador de su abuelo albañil, que era físico. Dice que los tres colectivos que separan su casa en Luján de la facultad no representan un impedimento para ella.

“El viaje es largo pero no me molesta. Lo difícil es ver que la situación de mi familia no está bien y que yo, en vez de salir a trabajar, estudio. Mis abuelos, que son los que me criaron, hacen todo lo que está a su alcance para que no me atrase con la facu”, cuenta la joven de 24 años que es la primera en su casa en acceder a la universidad. Como ella, son muchos. Según cifras de la UBA (la universidad más grande del país), los padres de la mitad de sus alumnos no tienen estudios terciarios ni universitarios. Es decir que estos chicos son la primera generación de futuros licenciados.

El dato es interpretado por la mayoría de los especialistas consultados en términos positivos: hablan de una “mayor democratización” del sistema universitario, al que empiezan a llegan jóvenes de sectores menos favorecidos. Sin embargo, contiene un desafío: lograr que los nuevos ingresantes cuenten con el acompañamiento necesario para egresar (tutorías, apoyo escolar, becas, etc).

Para esto falta bastante, según señalan a Clarín expertos en el tema. Los últimos números disponibles, datos preliminares del censo 2015 sobre el nivel de instrucción de las familias de los alumnos de la UBA, muestran que el 46% de los jóvenes tienen padres que realizaron estudios post-secundarios mientras que, en el caso de las madres, el número asciende al 53%.

Quince años atrás, los padres con estudios superiores eran el 44% y las madres, el 42%. “La tasa de escolarización secundaria es hoy del 92%. Hace 30 años no alcanzaba el 70%. Esto muestra que hay muchos que están en condiciones de ir a la universidad que antes no podían”, explica Guillermina Tiramonti, investigadora de Flacso. Y agrega: “En la universidad, el crecimiento es más lento. De los que completan el secundario, hay un grupo que debe incorporarse de inmediato al mundo del trabajo y otro que, incluso sin esa necesidad, no ve la facultad como el paso a seguir”.

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