El primer cultivo experimental de algas marinas del país ya muestra buenos resultados en la costa de Santa Cruz. El ensayo, iniciado meses atrás, combina ciencia y producción sostenible en mar abierto.
Frente a las costas de Puerto San Julián, A pocos meses del inicio del ensayo, el desarrollo de Macrocystis pyrifera —una especie clave para la salud de los ecosistemas y con alto valor comercial— ya muestra resultados alentadores.
El proyecto, que cuenta con el acompañamiento técnico del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y el apoyo del CFI, busca abrir el camino a una nueva economía azul en la Patagonia.
La instalación de una línea de cultivo de 100 metros marcó el inicio del ensayo en julio, y desde entonces se realiza un monitoreo continuo de su evolución.
Una vez realizada la cosecha, se están explorando diversas alternativas para su aprovechamiento. Por un lado, mediante la fermentación, estas algas podrían convertirse en bioestimulantes para la agricultura. Por otro lado, también se estudia la posibilidad de producir pellets para alimentar ganado. Una práctica que ya se realiza con éxito en varias partes del mundo y que podría ofrecer una nueva veta productiva para la región.

Una alianza entre ciencia, tecnología y territorio
Desde el inicio, el proyecto ha contado con el apoyo y la colaboración del Estado provincial. “Desde el primer momento que dijimos, ‘vamos a intentar hacer esto’. Incluso desde antes de empezar a montar la hatchery (laboratorio donde hacemos las plantinas), nosotros ya pedimos un permiso”, explicó Jonathan Behm, operador de la granja marina, en diálogo con La Opinión Austral. La reciente reunión con la Secretaría de Producción tuvo como objetivo presentar los excelentes resultados y solicitar la expansión de la granja para continuar experimentando. La ONG Por el Mar también ha sido un socio clave, brindando su confianza desde el primer momento.
La siembra se concretó el 4 de julio, luego de un proceso previo que incluyó permisos ambientales, capacitación técnica e infraestructura adaptada a las condiciones del litoral santacruceño. El cultivo se instaló en un sector de la bahía autorizado para esta práctica. El objetivo: evaluar la factibilidad de producir algas de alto valor comercial de manera sustentable, sin depender de la extracción silvestre. Macrocystis, además de ser fundamental para la vida marina, tiene usos en la industria alimenticia, cosmética, farmacéutica y agrícola.
“Las algas están creciendo bien y mostrando un buen nivel de implantación. La línea de cultivo está dando excelentes resultados”, explicó Jonathan Behm, medio que dio a conocer el avance técnico del proyecto. “Este es un proceso nuevo para todos. Estamos aprendiendo a leer el mar, el clima, los tiempos de siembra”, agregó.
Un aspecto distintivo de esta iniciativa es su enfoque en el cultivo costero e intermareal. A diferencia de las granjas de mejillones, que requieren embarcaciones, este sistema permite trabajar “caminando”, facilitando la participación de la comunidad sin necesidad de una “inversión gigante” en lanchas o camionetas. La idea es sumar a la comunidad una vez que el proceso esté completamente validado.
Si los resultados se sostienen, el siguiente paso será ampliar la escala del cultivo y avanzar hacia una producción estable, con potencial de generar empleo y valor agregado en territorio santacruceño. En un contexto donde se busca diversificar la matriz productiva, esta experiencia asoma como una puerta abierta a la biotecnología marina desde la Patagonia.

Navegando sobre los bosques de macroalgas de la Patagonia. FOTO: CRISTIAN LAGGER.
