En medio de la incertidumbre, cuando la pandemia comenzaba a mostrar su rostro más crudo, una carta llegó desde Roma hasta el sur del sur. Era abril de 2020 y el papa Francisco, decidió escribirle a la diócesis de Río Gallegos. El motivo era simbólico y profundamente emotivo: se cumplían 500 años de la primera misa celebrada en territorio argentino, en Puerto San Julián.
El mensaje fue breve, pero lleno de sentido. Lo leyó el entonces obispo Jorge García Cuerva —hoy arzobispo de Buenos Aires— durante una ceremonia celebrada en la parroquia del pueblo, a puertas cerradas por las restricciones sanitarias de la época. La carta, sin embargo, cruzó las paredes y quedó resonando entre quienes la escucharon.
Una carta en tiempos oscuros
Francisco escribió en días de aislamiento, miedos y pérdidas. Por eso, no fue solo una conmemoración litúrgica: fue un mensaje de aliento.
En su carta, el Papa recordó a los discípulos de Emaús, esos que caminaban tristes hasta que Jesús se les apareció y, al partir el pan, lo reconocieron. La referencia no era casual: apuntaba a la necesidad de recuperar el sentido comunitario, de encontrar en la Eucaristía, aún en soledad, una esperanza compartida.
Fue un gesto silencioso, pero cargado de fuerza. No hubo cámaras ni transmisiones masivas, solo una carta y una voz leyéndola al pie del altar. García Cuerva, obispo en ese momento, venía organizando desde hacía varios meses una gran misa con toda la comunidad para conmemorar la primera Eucaristía celebrada en territorio argentino 500 años atrás en el Puerto San Julián. Finalmente, se ofició esa misa, pero tuvo que hacerlo a puertas cerradas por el Coronavirus.

El sur en el corazón
La diócesis de Río Gallegos, que abarca toda Santa Cruz y Tierra del Fuego, ha sido históricamente una de las más extensas y exigidas del país.
Francisco la conoce bien: como obispo auxiliar en Buenos Aires, y luego como cardenal, mantuvo cercanía con curas patagónicos, seminaristas del sur y comunidades que enfrentan realidades duras, con frío, con distancia, con desigualdad.

En su mensaje, en plena pandemia, Francisco expresó:
“Me contaron que trabajaron duro, con fuerza y mucha ilusión. Querían que la alegría y el festejo por el don recibido no quedara limitado a unos pocos, sino que pudiera hacerse eco y alcanzar los distintos rincones del país. Sé que por la situación dolorosa y angustiante que golpea tantas regiones del mundo y a la que no son ajenos, tuvieron que cancelar la celebración como la habían preparado. De repente fuimos sorprendidos todos por una pandemia que nos desconcertó y movilizó a cambiar nuestras actividades y prioridades.”
Su carta en 2020 no fue una excepción, sino parte de ese vínculo sostenido. Como bien recordó el portal Tiempo Sur, ese gesto quedará entre los tantos que construyeron la figura de un Papa que no se olvidó de los márgenes, ni siquiera en los momentos más inciertos.
