En las afueras de Rawson, un predio de 50 hectáreas alberga uno de los proyectos ambientales más innovadores de la Patagonia. Se trata de Rawson Ambiental Sociedad Anónima (RASA), una planta de tratamiento de efluentes pesqueros que transforma lo que antes era un residuo industrial en insumo para nuevos cultivos y en un reservorio de biodiversidad.
Este año, RASA fue seleccionada como finalista del premio internacional Magallanes-Elcano de Innovación Social, en la categoría Medio Ambiente. La ceremonia se realizó el 13 de junio en Sevilla, España, y la nominación colocó a esta iniciativa patagónica junto a experiencias destacadas de sostenibilidad y economía circular.
Dónde y cómo funciona RASA
La actividad pesquera del puerto de Rawson genera miles de litros de agua residual cada día. Bajo la normativa provincial que exige a las empresas tratar sus efluentes, cuatro firmas —Cabo Vírgenes, Iberpesca, Pesquera Veraz y Food Partners Patagonia— se asociaron para dar una respuesta conjunta y fundada en soluciones de bajo impacto ambiental.
Así nació RASA, que opera a partir de una red de cañerías de más de ocho kilómetros que transporta los efluentes desde la zona portuaria hasta el predio, ubicado a poco más de tres kilómetros del casco urbano.

En ese lugar comienza el verdadero trabajo de saneamiento. Cada gota pasa por un circuito de estanques anaeróbicos y aeróbicos, donde bacterias degradan la materia orgánica sin generar malos olores. Después, el agua parcialmente tratada se distribuye en reservorios impermeabilizados, diseñados para permitir la evaporación controlada y la infiltración gradual al suelo.
Parte de esa agua se utiliza para regar cultivos halófitos, plantas adaptadas a suelos salinos, como la salicornia y la jarilla. También se experimenta con microalgas como la espirulina. De esta forma, un desecho industrial se convierte en materia prima para nuevos productos gastronómicos y biomasa reutilizable.
Un modelo que combina saneamiento, producción y biodiversidad
El proyecto tiene además un impacto ecológico inesperado: en los cuencos de agua tratada se han registrado hasta 75 especies de aves, entre flamencos, patos y chorlos, lo que convierte el lugar en un humedal no planificado que atrae observadores de fauna y aporta valor a la biodiversidad local.
RASA abre sus puertas a escuelas técnicas, universidades y grupos de investigación del CONICET y de instituciones internacionales. En 2024, por ejemplo, la Universidad Federal Rural do Semi-Árido de Brasil visitó la granja biosalina para compartir experiencias sobre cultivos en zonas áridas y salinas.
La bioquímica Adriana Sanz, magíster en Gestión Ambiental, lidera el equipo técnico de la planta y destacó que la distinción internacional reconoce un trabajo que surgió como respuesta a una obligación normativa, pero que logró transformarse en un modelo integral de tratamiento, reutilización y conservación.

El predio y la infraestructura demandaron una inversión de alrededor de tres millones de dólares, ejecutada entre 2021 y 2023. Hoy, RASA combina saneamiento, producción, educación y biodiversidad bajo la premisa de que los residuos pueden convertirse en recursos cuando se gestionan de forma responsable y con una visión de desarrollo local.
Mientras la planta sigue optimizando procesos y ampliando sus ensayos agrícolas, la nominación al premio Magallanes-Elcano confirma que las soluciones nacidas en territorio chubutense pueden trascender fronteras y aportar al debate global sobre la sostenibilidad.