En Caleta Olivia, Los Antiguos y otros rincones de la provincia de Santa Cruz, la vid se abre camino en un territorio que hasta hace poco parecía impensado para la producción de vinos. Lo que nació como una curiosidad técnica ahora se integra a una estrategia colectiva que combina innovación, cooperación y el compromiso de diversificar la matriz productiva de la región.
En la ciudad de Caleta Olivia, un puñado de productores y productoras se animó a rescatar antiguas parras de uva criolla y, con el acompañamiento técnico del INTA, concretó en 2021 la primera cosecha que dio vida al espumante “Del Golfo”, elaborado en El Hoyo, Chubut.
Ese hito impulsó la creación de la Asociación de Productores/as Vitivinícolas, que desde 2022 sumó nuevas manos y variedades: Malbec, Merlot, Syrah, Chardonnay, Pinot Noir y Traminer.
La adaptación de estas cepas al clima costero sorprendió incluso a los técnicos: este año la cosecha superó las expectativas, alcanzando niveles de azúcar óptimos para elaborar vinos artesanales de calidad.
Simultáneamente, en Los Antiguos —localidad famosa por sus cerezas y berries— productores junto al INTA Los Antiguos/Trelew llevan adelante un proyecto experimental que muestra avances prometedores con Pinot Noir, Syrah, Sauvignon Blanc y Chardonnay. En apenas una década, los viñedos sumaron más de 2.000 plantas y ensayan microvinificaciones para avanzar hacia la meta de producir vinos embotellados en la propia comarca.
El entusiasmo no se limita al campo: en Caleta Olivia, varias familias decidieron convertir parte de sus patios en viñedos urbanos. Así, con apoyo de enólogos y viveristas mendocinos, los vecinos cultivan cepas en parcelas de 200 plantas y apenas 350 metros cuadrados. Un modelo cooperativo que revitaliza la idea de comunidad y refuerza la identidad local.
Vino patagónico
Así también, este mapa de pequeñas experiencias se articula con otras iniciativas que florecen en la Patagonia cordillerana de Chubut, impulsadas por bodegas pioneras como Patagonian Wines, que fortalecen la red de capacitaciones, intercambios de plantines y transferencia tecnológica.
El INTA, pieza clave en esta historia, continúa desarrollando ensayos de adaptación para variedades clásicas y acompaña a cada productor que decide desafiar al viento con una planta de vid.
En la provincia de Santa Cruz, la vitivinicultura deja de ser un ensayo aislado y se convierte en un símbolo de lo que la comunidad puede conquistar cuando combina esfuerzo, conocimiento y la voluntad de explorar nuevos caminos. Cada botella que surja de estos viñedos cuenta la misma historia: la de una tierra que, contra todas las previsiones, se animó a soñar con vinos que lleven el sol austral, la brisa del mar y la calidez de su gente.
Desde El Rompehielos elaboramos esta nota a partir de información publicada en las redes sociales del INTA EEA Santa Cruz.
