Este lunes 21 de abril de 2025, el mundo despide al papa Francisco, quien falleció a los 88 años. Desde El Rompehielos, elegimos recordar su legado a través de su encíclica Laudato Si’, un llamado urgente al cuidado del ambiente y la justicia social.​

Un grito por la Tierra y los pobres

Publicada en 2015 y escrita por el papa Francisco, Laudato Si’ (Alabado seas) es una encíclica que aborda la crisis ecológica y su impacto en los más vulnerables. En ella, el papa Francisco propone una mirada profunda y transformadora sobre el estado del planeta, apelando a una “ecología integral”, que no se limita al cuidado de la naturaleza, sino que enlaza de manera inseparable el respeto por el ambiente con la justicia social.

A lo largo del texto, denuncia con claridad la “cultura del descarte” y el dominio de una lógica tecnocrática que convierte todo —incluidas las personas— en objetos descartables al servicio del mercado. Se refiere así a una forma de pensar y actuar en la que todo se evalúa únicamente desde la eficiencia, la tecnología y el beneficio económico, sin considerar las consecuencias humanas, sociales o ambientales.


En esa lógica, lo que no sirve para el sistema —una persona, una comunidad, un ecosistema— se descarta. Y eso es precisamente lo que él critica: que la tecnología y la economía no estén al servicio del bien común, sino del poder y la ganancia de unos pocos.

La encíclica también señala cómo los más pobres son siempre los más afectados por la degradación ambiental, y reclama una verdadera “conversión ecológica”, un cambio espiritual y cultural que transforme nuestras formas de vida, de consumo y de vínculo con la Tierra.


Una voz que incomodó al poder

Su encíclica marcó un antes y un después en la relación de la Iglesia con las cuestiones ambientales, al tiempo que puso en agenda un enfoque distinto: uno que interpeló a gobiernos, corporaciones y modelos de desarrollo que excluyen y destruyen. Laudato Si’ no fue un documento cómodo. Fue una denuncia clara y valiente del sistema económico global y su impacto devastador sobre el planeta y los más pobres. Francisco no dudó en afirmar que el deterioro ambiental y el deterioro humano son dos caras de la misma moneda.

La encíclica introduce además el concepto de justicia intergeneracional, para recordarnos que el mundo no nos pertenece solo a nosotros, sino también a quienes vendrán.

Laudato Si’ trascendió las fronteras de la Iglesia Católica, influyendo en debates internacionales sobre el cambio climático y la justicia ambiental. Su mensaje encontró eco en comunidades que enfrentan desafíos como la explotación de recursos naturales y la pérdida de biodiversidad. El llamado del Papa a proteger la “Casa Común” resonó con las luchas locales por la defensa del territorio y los derechos de los pueblos originarios.​


Más allá del ambiente: el Papa de los márgenes

Aunque Laudato Si’ es probablemente su documento más recordado en materia ambiental, el Papa Francisco deja un legado mucho más amplio: el de haber puesto a las personas en el centro.

Denunció la violencia económica, la trata de personas, el racismo, la discriminación y la exclusión de las minorías. Se opuso a las “ideologías deshumanizadas” que reducen a las personas a cifras, banderas o eslogans.

Reivindicó la dignidad de los migrantes, de los pueblos originarios, de los descartados por el sistema. Habló de ternura en un mundo hostil y de misericordia en tiempos de juicios feroces. Fue un papa distinto, profundamente político sin ser partidario, incómodo para muchos y necesario para millones. Hoy se fue de este plano, pero su voz —como su mensaje— seguirá resonando en quienes creen que otro mundo es posible.

Incluso quienes no comparten su fe lo reconocen como una figura que tendió puentes entre la espiritualidad y la acción concreta. Su llamado a cuidar el planeta y a los más desfavorecidos trasciende las fronteras religiosas y nos interpela a todos como habitantes de un mismo hogar.

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