EL ROMPEHIELOS presenta el ciclo “Recuerdos de Malvinas”. Seguí estos relatos todos los domingos y miércoles.
El siguiente fragmento pertenece al libro LA NOCHE QUE SONÓ LA ALARMA (inédito). En esta ocasión, en exclusiva para los lectores de EL ROMPEHIELOS, Juan Carlos Lara, quien al momento del conflicto bélico tenía 18 años, estudiaba en el último curso del Colegio Don Bosco y formó parte de la Red de Observadores Adelantados, nos cuenta su experiencia.
¿Quién sabe disparar?
En relación al 78 (la guerra con Chile), el conflicto del 82 nos agarra más grandes y más consciente de que debíamos prestar un servicio. Tal es así que con un grupo de compañeros del secundario fuimos a Defensa Civil de Río grande.
Estaba Palma a cargo de esa dirección y él nos hizo una consulta que nos llamó la atención.
“¿Quién sabe disparar?”
Ese término es algo ambiguo: puede ser de tomárselas o de disparar un fusil.
De ese grupo de compañeros de secundaria yo era el único que sabía tirar porque había estado en el liceo. Entonces me sacaron aparte.
Vamos al batallón, me dan ese overall verde y me mandan con un grupo de vecinos que eran todos más grandes que yo. Ahí, de a poquito, me fui enterando cual sería mi función: iba a formar parte de la Red de Observadores Adelantados.
A mí me tocó estar desde el Hito 1 hasta la zona de Lapataia, en el cerro Mesa, que es un cerro pelado en la zona de Ea. San Julio, donde conocí y me hice amigo del entonces administrador Mariano Duré.
Estábamos con una antena vieja de aluminio (como las de los televisores), con una batería grande y un handy. Ese era nuestro sofisticado sistema de comunicación que tenía llegada a RG1, que era Defensa Civil.
Nuestra tarea era observar la frontera con Chile, si había algún movimiento inusual y avisar.
En realidad se sabía que el gobierno militar de Chile ayudaba a los ingleses en ese momento, no con mucho detalle, pero se sabía y se presumía que había que cuidar la espalda.
Tuvimos una serie de episodios llamativos.
Como estábamos en el sistema de Defensa Civil también debíamos dar una mano a la gente de la estancia y de los puestos. Alguna emergencia, un parto, por ejemplo, podíamos usar la línea para llamar.
En un momento teníamos una contraseña que estaba vinculada a una acción de estas. Nosotros llamábamos “RG1, RG1, RG1, tenemos el chico enfermo…”. Insistimos pero por una cuestión de bruma, espectro o algo técnico, no nos podíamos comunicar. Entonces, en Ea. María Behety, había un radio operador de nacionalidad chilena (hablaba con su vocabulario natural, con un acento muy marcado). Él gentilmente se ofreció metiéndose en nuestra frecuencia para ayudarnos a hacer canal. Él estaba en el medio, así que podía hacerlo.
Nosotros no éramos expertos en comunicaciones ni nada, así que planteamos nuestra novedad pero esta acción generó una venida de gente de Defensa Civil y se desalojó al chileno de la estancia.
Ese hecho fue coincidente (estamos hablando de mayo) con el hundimiento del Belgrano.
El 10 de mayo tuvimos como aporte un personal militar, que era un Cabo sobreviviente del Belgrano.
En ese lugar también había un puesto policial. Ahí conocí al hermano más chico del comisario Prado, “Prado chico”, que estaba como oficial de policial recién egresado y tenía un agente que era un ex conscripto del BIM5. En promedio de edad los 3 teníamos 18 años.
La diferencia que tenía con respecto a los otros observadores adelantados, por mi paso en el liceo, era que yo tenía a cargo un FAL. Era civil pero estaba con un fusil automático liviano a cargo. Era un compromiso grande. Después uno se da cuenta que con esa arma en las manos iba a ser el blanco.
La gente a veces no tiene idea de que la frontera con Chile en Tierra del Fuego es un alambrado más. Les pasó de militares argentinos que han estado del otro lado de la frontera y no estaban enterados.
Mucho del personal de la estancia era chileno, con hijos argentinos nacidos acá. Una vez vino una patrulla grande, como un convoy. Veo al paisano que manda a los chicos adentro de la casa, como en las películas de guerra, con la particularidad de que después los nenes salen con banderitas argentinas agitándolas para decir, “somos de la misma tropa”
Sabíamos lo que pasaba en Malvinas, porque teníamos acceso, a través de este cabo que era comunicante, a alguna que otra información. En ese momento, en un mapa fuimos viendo y dibujando todo el desarrollo del desembarco. Llegó un punto en que nosotros preparamos nuestro equipo porque sabíamos que ya la cosa no iba para más.
LA NOCHE QUE SONÓ LA ALARMA es una investigación histórica que compila testimonios de la población civil de Río Grande durante la guerra de Malvinas; cómo se vivía y se desarrollaban las actividades en los distintos sectores de la ciudad; las experiencias más variadas y personales en relación al conflicto bélico.
Sus autores son Mingo Gutiérrez, Esteban Rodríguez y Fede Rodríguez.
Fede Rodríguez
Ilustración: Germán Pasti
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