EL ROMPEHIELOS presenta el ciclo “Recuerdos de Malvinas”. Seguí estos relatos todos los domingos y miércoles.

El siguiente fragmento pertenece al libro LA NOCHE QUE SONÓ LA ALARMA (inédito).
En esta ocasión, en exclusiva para los lectores de EL ROMPEHIELOS, Estela Ángela Giménez, quien en la época del conflicto bélico vivía en el Centro de Río Grande y estaba a semanas de dar a luz, nos cuenta su experiencia.

La noche que sonó la alarma

Era mayo, yo estaba embarazada.

Donde está el Banco del Territorio (actual Banco de Tierra del Fuego), ahí teníamos la sirena. Cuando sonaba se oscurecía todo.

Habían dado el comunicado que ya no iba a sonar, porque siempre se hacían adiestramientos. Sonaban la sirena y vos tenías que tener tu valija preparada, todo a mano. Agarrar a tus hijos, ponerse las camperas, agarrar la valija y salir. Habían dicho que si sonaba la sirena era porque venía un ataque de los ingleses.

Eran las nueve de la noche. Yo estaba de ocho meses de embarazo. Mientras bañaba a mi hija mayor, sonó la sirena. Mi marido justo había salido.

Nosotros alquilábamos a Aschemager. De verdad, no alquilábamos sino que nos prestaba la casita. Él era muy bueno, nos la prestó para vivir.

Esa noche estaba bañando a mi nena, la mayor, y sonó la sirena. Como pude la agarré, la abracé fuerte y dije: ¿a dónde voy? Porque estando embarazada que te lleven al campo… El médico me dijo que me tenían que hacer una cesárea… ¿En el campo qué hago? No podía tener un bebé en el campo.

Nos habían dicho que cuando sonara la alarma iba a pasar un colectivo de la municipalidad, nos iba a esperar en la esquina y teníamos que estar preparados todos con la valijita para ir al campo. (Ahí llevábamos ropa, picadillo, todas cosas enlatadas, chocolates, un botiquín de emergencias).

Esa noche me dio nervios y envolví a mi hija. Yo le había dicho a mi marido que no quería ir al campo que me llevara directamente al hospital. Si pasaba algo yo no iba a sobrevivir en el campo, ni yo ni la nena ni el bebé.
Entonces salí afuera y veo al señor Aschemager. Miro para la esquina y veo un momento tremendo: un hombre iba en bicicleta, se bajó, la tiró y siguió corriendo; una señora venía en un auto, se bajó y salió corriendo. Dejó el auto tirado. Estaban en pánico; igual que me pasó a mí.

Cuando salí, la señora Olga Aschemager me abrazó y me llevó para su casa con la nena. Nos sentamos. Me dijo: ¨Pará un momentito, quédate tranquila¨. Me hizo un té.

Yo temblaba de la cabeza a los pies. La sirena era un ruido que no frenaba.
Hasta en el televisor se cortó y la alarma sonaba en el televisor; así que esa alarma era en serio. Teníamos un televisor blanco y negro chiquitito y empezó a sonar el televisor, ni atiné a apagar nada.

Nosotros sin comerla ni beberla estábamos involucrados en la guerra.
Hasta hoy, lo cuento y tiemblo. Fue una angustia bastante grande. Imagínate con mi panza dura; mi hija que se abrazaba.

Para nosotros era inminente el bombardeo.

LA NOCHE QUE SONÓ LA ALARMA es una investigación histórica que compila testimonios de la población civil de Río Grande durante la guerra de Malvinas; cómo se vivía y se desarrollaban las actividades en los distintos sectores de la ciudad; las experiencias más variadas y personales en relación al conflicto bélico.
Sus autores son Mingo Gutiérrez, Esteban Rodríguez y Fede Rodríguez.

Fede Rodríguez
Ilustración: Germán Pasti

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