El ingeniero forestal Boris Díaz trabaja hace más de una década en el estudio de los recursos hídricos en la Patagonia. Desde el INTA Santa Cruz, desarrolla herramientas accesibles para evaluar la calidad del agua en Patagonia con fines productivos, en una región donde el acceso y la información sobre este recurso son tan escasos como vitales.
Aun cuando su profesión es la ingeniería forestal, casi toda su vida profesional, Boris Diaz la ha dedicado al estudio del agua en Patagonia. Su trabajo combina el conocimiento técnico con la vocación territorial, y una profunda conciencia de futuro. Explica conceptos científicos con la sencillez de a quien le apasiona lo que hace, y busca transmitirlo.
Boris es referente del Grupo Forestal, Agrícola y Manejo del Agua del INTA Santa Cruz. Desde hace más de una década, Boris trabaja para entender el comportamiento del agua en uno de los territorios más áridos del país. “Vivimos en una región en la que algunos recursos como el agua son, y van a ser mucho más en el futuro, una limitante muy seria. Y eso quiere decir que la próxima generación es la que va a estar comprometida. Y en esa próxima generación, están mis hijos”, explica en diálogo con Radio Provincia.

Cuenca del río Santa Cruz © Coolbiere Photograph
“Paradójicamente, aunque vivamos en una región predominantemente árida y semiárida, el conocimiento sobre cosas relacionadas con el agua siempre ha sido escasísimo”, advierte. Y es que, recién en el año 2013 el INTA comenzó a fortalecer las áreas específicas de agua en sus equipos técnicos, y desde entonces —según él indica, con un fuerte acompañamiento del Estado provincial— se avanzó en generar datos concretos sobre la disponibilidad, calidad y dinámica de este recurso.
La situación es preocupante, “el agua que te ofrece la naturaleza está muy por debajo de la demanda que tienen los distintos ambientes”, apunta Díaz. Eso quiere decir que el agua “es tal vez el recurso más importante, después de la luz del sol, no sólo para cualquier forma de vida, sino para cualquiera, incluida la humana, sino también para cualquier tipo de actividad económica”.
Entre la sequía y la resiliencia
Según Boris, en estos últimos 12 años se ha crecido mucho en conocimiento, respecto de lo que tenemos, de lo que hubo y más o menos de cómo empiezan a ser las tendencias de lo que podemos tener en el futuro en términos de agua.
“Entre 2015 y 2021 tuvimos una sequía muy importante. El río Gallegos, del cual depende el 40% de la población de Santa Cruz, estuvo a punto de cortarse”, recuerda y señala que de suceder, “sería algo dramático”. Por lo que “ha habido momentos donde hemos estado muy pendiente en el día a día, siguiendo recursos y que a lo largo de los años, en todo momento dijimos, listo, ya está.
Sin embargo, y ahí está uno de los aprendizajes más valiosos de esta charla con el ingeniero, algo en la naturaleza. “La sorpresa es… que la naturaleza siempre te depara una sorpresa final, donde vos decís que está perdido, y no. Y se recupera, y se levanta, y vuelve… se levanta y vuelve”. Eso que en términos de biología se conoce como resiliencia —dice Boris— “es lo más sorprendente de nuestros ecosistemas. Aunque parezcamos estar siempre al límite, el recurso está. Son ciclos”.
Boris advierte que, aunque estos procesos llevan tiempo, no hay que subestimarlos. “Estamos en un gran ciclo de pérdida del recurso agua. A veces somos un poco dramáticos y creemos que eso va a suceder mañana. Lo cierto es que se lleva un poco más de tiempo, pero hay que estudiarlo, porque algunos sucesos se aceleran”.
Índices de Calidad de Agua: herramientas simples para decisiones complejas

¿Y qué significa evaluar el agua para producir? Para Boris Díaz, no se trata solo de saber si un recurso está o no disponible, sino de comprender su aptitud para distintos usos. “Administrar bien un recurso implica tener la mayor cantidad, calidad y confiabilidad de información posible”, dice. Pero el análisis del agua es caro: una muestra completa para consumo humano puede costar cientos de miles de pesos.
Frente a esa barrera, el equipo del INTA desarrolló una herramienta sencilla y económica: los Índices de Calidad de Agua (ICA). Se trata de indicadores que, con solo dos o tres parámetros clave, permiten conocer en tiempo real si el agua es apta para determinados usos, como bebida animal, riego o consumo humano.
“Cuando digo bajo costo, me refiero a que con tecnología accesible se puede hacer una medición directamente en el terreno, sin esperar días ni mandar muestras a un laboratorio”, explica. “No reemplazan un análisis completo, pero te dan una idea inmediata. ¿Estamos bien? ¿Estamos mal? ¿Podemos avanzar o necesitamos hacer estudios más profundos?”


Investigadores del INTA EEA Santa Cruz, de la Universidad Nacional de la Patagonia Austral, la Secretaria de Estado de Ambiente de Santa Cruz y el Laboratorio Regional de Investigación Forense, aplicaron cuatro Índices de Calidad de Agua (ICA) para evaluar el estado de ríos y arroyos de la región, en diferentes momentos del año, ajustando la utilidad práctica de cada uno de ellos y para diferentes usos habituales de la región.
Los ICA están diseñados para ser fáciles de aplicar, incluso por personas que no son especialistas. Un productor puede tomar una muestra y, con una tabla sencilla, interpretar los resultados. Si hay algo que se sale de los valores normales, el índice actúa como una señal de alerta. No dice exactamente qué está mal, pero avisa que algo necesita atención.
Además, permiten adaptar las decisiones a cada contexto. “No es lo mismo el agua para un ovino que para una persona, ni para riego que para una industria. Por eso, los indicadores se calibran según el uso”, dice Boris. “Y si se detecta un problema, recién ahí se puede decidir si vale la pena hacer un análisis más caro y específico”.
Más allá del diagnóstico, la herramienta permite planificar el uso del agua con mayor eficiencia. “En un suelo con sodio o salinidad, regar sin conocer la calidad del agua puede arruinar todo el sistema productivo. Pero si el agua es buena, la hacienda engorda mejor, el suelo produce más pasto, y la ganadería gana eficiencia sin perder sustentabilidad”.
El objetivo no es imponer normas, aclara, sino democratizar el acceso a información útil y confiable. “En muchas provincias se desestima el seguimiento del recurso porque es complejo y caro. Si simplificamos las herramientas, más gente puede participar del control y la planificación. Y eso mejora no solo la producción, sino también el cuidado del agua como bien común”.
Una vocación nacida del territorio
Sobre el final de la charla, Boris deja en claro de dónde viene esa pasión, ese compromiso que transmite por lo que hace.

Foto: Profesional Superior en Gestión Externa en Manejo de Recursos Hídricos en INTA EEA Santa Cruz
“Vengo de una familia de gente que vivió en el campo, puesteros, capataces. Me crié ahí, buena parte de mi infancia, en ese entorno. Y cuando tuve la oportunidad de estudiar, gracias al esfuerzo de mis padres, sentí que tenía que volver, conocer ese mundo y aportar algo”.
Y esa decisión no es abstracta, tiene nombre y rostro. “Mis hijos están creciendo acá. Y eso me genera una presión interna. Si ellos no pueden tener un ambiente saludable dentro de unos años, lo voy a sentir como una especie de culpa si es que no hice algo para evitarlo”.
Por eso, insiste, su trabajo no termina en la investigación: empieza ahí. Lo que sigue es la transmisión, el diálogo, la herramienta compartida. “Tengo la suerte de estar en una institución como el INTA, que nos permite hacer ciencia con impacto territorial. Y si algo de lo que hacemos ayuda a mejorar las decisiones, a cuidar el agua, a sostener la vida en esta región, entonces valió la pena”.
Daniella Mancilla Provoste