El punto de mayor captura de carbono del país fue protegido por unanimidad en la Legislatura fueguina, demostrando que hay soluciones locales que pueden generar impactos globales.

Una lucha que duró más de tres décadas, impulsada por la comunidad, ha culminado hoy con una victoria inesperada. Una sesión legislativa especial aprobó la ley para crear el Área Natural Protegida Península Mitre; protegiendo 500 mil hectáreas de tierra y mar, incluyendo el sumidero de carbono más grande de Argentina y marcando el camino para una economía más sólida basada en la naturaleza.

En un contexto de polarización, la creación del ANP Península Mitre es un ejemplo de que se pueden consensuar objetivos comunes y definir políticas que trasciendan los distintos partidos. Firmado por las legisladoras Myriam Martínez y Laura Colazo, ambas representantes de distintos espacios, este proyecto fue impulsado en los últimos meses por Mónica Acosta, presidenta de la Comisión N° 3 de Recursos Naturales, y por Sonia Castiglione, la ministra de Producción y Ambiente. Hoy, después de mucha espera, fue votado por todos los Legisladores de forma unánime, saldando una deuda histórica con la comunidad fueguina. Desde 1984, cuando se comenzaron con lo que fueron las primeras exploraciones al área, 38 años de propuestas, investigaciones, campañas más tarde, el incansable trabajo de la comunidad han dado su fruto.

Durante muchos años la comunidad del “Fin del Mundo” trabajó para transformar Península Mitre en un área protegida, movilizando distintos sectores de la sociedad. Este éxito obtenido después de tanto esfuerzo, tiene un impacto global frente a la pérdida de biodiversidad y el cambio climático en un momento crucial para evitar que la temperatura del planeta aumente más de 1,5 grados centígrados.

La zona conocida como Península Mitre está situada en la punta más sudeste de la Isla Grande de Tierra del Fuego, donde la Cordillera de los Andes se sumerge en el Estrecho de Le Maire y vuelve a resurgir formando la Isla de los Estados.

Alberga el 84% de las turberas de Argentina, que llevan almacenadas 315 millones de toneladas métricas de carbono por lo que en 2019 un estudio mundial llevado a cabo por el Centro Mundial de Monitoreo de la Conservación de la ONU, con cálculos realizados por National Geographic, identificó que Península Mitre es el sumidero de carbono más importante de todo el país. El mundo pierde aproximadamente medio millón de hectáreas de turberas por año, considerando que solamente ocupan el 3% de la superficie del planeta y almacenan el 30% del carbono mundial, el doble de lo capturado por los bosques del mundo, la conservación de este ecosistema es fundamental, no solo a nivel provincial y nacional, si no que global. Mantener el carbono almacenado en el suelo es clave para impedir que las temperaturas sigan aumentando.

El Ingeniero Rodolfo Iturraspe, hidrólogo y profesor titular de la UNTDF, conoce como nadie los recursos hídricos que posee Tierra del Fuego. Al ser consultado sobre la importancia que tuvo la sanción de la Ley, afirmó que: “Península Mitre tiene relevancia a nivel global por ser un gran reservorio de carbono. Toda la turba que se encuentra almacenada allí es materia orgánica formada a partir de la fotosíntesis, que no es otra cosa que un proceso que toma el dióxido de carbono de la atmósfera y lo convierte en células vivas. Estas turberas son humedales complejos, porque tienen una enorme cantidad de lagunas en superficie que regulan toda la red hídrica de tiene Península Mitre”.

El Área Natural Protegida Península Mitre también abarca 200 mil hectáreas de aguas costeras, de las que depende el Huillín, una nutria en peligro crítico de extinción y en las que se encuentran más del 30% de los bosques de macroalgas de Argentina. Aunque no son tan icónicos como los bosques terrestres, las algas gigantes que comprenden estos bosques submarinos son la base de las comunidades marinas en las costas y hábitats de agua fría del mundo y se consideran uno de los ecosistemas más diversos y productivos de la Tierra. Al igual que las turberas, también asimilan cantidades masivas de dióxido de carbono, en una magnitud comparable con la de la selva amazónica.

En los últimos 50 años, casi la mitad de todos los bosques de algas han desaparecido a nivel mundial. Según distintos estudios, los bosques de Península Mitre son considerados uno de los ecosistemas menos perturbados del planeta, y junto con otros bosques marinos de la región de la Patagonia son uno de los últimos refugios globales para este ecosistema submarino cada vez más raro pero fundamental para el equilibrio ecológico del océano.

No es la primera vez que esta remota provincia ha actuado para preservar sus paisajes, biodiversidad e identidad. En 2021, Tierra del Fuego prohibió la producción de salmón en aguas abiertas con el objetivo de evitar la destrucción del Canal Beagle, priorizando la subsistencia de una gran parte de la comunidad fueguina que depende del turismo, de forma directa e indirecta, y de la pesca artesanal como forma de vida. Esta decisión posicionó a Tierra del Fuego y Argentina en los ojos del mundo como pionera frente a la presión de esta industria de producción pesquera intensiva.

Pero si bien la Ley fue muy esperada, está claro que fue el primer paso para garantizar la correcta gestión y fiscalización de la zona, que permita el mejor aprovechamiento posible de toda su naturaleza. Es muy importante que se cuente con un plan de manejo adecuado, ya que es la única manera de asegurar el cumplimiento de la norma. El licenciado Martín Vázquez (arqueólogo de CADIC, CONICET y UNTREF), uno de los expertos en recursos patrimoniales de Península Mitre, reflexiona que “la declaración de área protegida suma un grado más de protección a un lugar que, hasta ahora, estuvo dejado a su suerte”. ¿De qué se trata esa valiosa información que, a partir de ahora, empieza a protegerse en Península Mitre? “Históricamente, ese territorio fue determinado al grupo étnico Haush, caracterizado como un grupo de cazadores pedestres, muy similares a los Selknam. En la zona de Bahía Valentín hemos registrado yacimientos arqueológicos de casi 6 mil años. Entonces, la historia humana en esta región es bastante más compleja que la imagen que se obtiene de los registros de los primeros navegantes occidentales que llegaron hasta aquí”.

Vázquez celebra, “Todo el conocimiento al que podemos acercarnos sobre la historia de esta región solo es posible estudiarlo a partir de la arqueología, y allí radica uno de los mayores valores que tiene Península Mitre en relación a su patrimonio arqueológico”, dice Martín Vázquez. Protegiendo estos recursos, se promueve la investigación científica, el estudio de la zona, “Cualquier intervención sobre un sitio arqueológico es como arrancar las páginas de un libro que es un manuscrito único: no puede ser reconstruida”
Globalmente, hay diversas conversaciones sobre nuevos modelos de desarrollo, pero pocos gobiernos han tomado iniciativas concretas, en gran parte porque las industrias extractivas son de gran importancia para muchas economías en desarrollo. Pero en el caso de Tierra del Fuego, a pesar de las diferentes presiones de otros sectores productivos, una vez más y por unanimidad, la provincia ha decidido seguir construyendo una economía regional sostenible, anclada en la identidad del territorio.

Para esta isla del Fin del Mundo, el Área Natural Protegida Península Mitre es una oportunidad para seguir promocionando el turismo de naturaleza, permitiendo que la comunidad local sea protagonista y receptora del desarrollo de la provincia. El turismo genera uno de cada diez puestos de trabajo en el mundo a través de una cadena de valor compleja de sectores interconectados que proporcionan medios de vida a millones de personas.

Hoy, mientras el corazón de la Isla de Tierra del Fuego arde en llamas, esta decisión pone de manifiesto la necesidad de seguir impulsando este tipo de medidas. La protección de un área no significa prohibir sino darle valor. Que sería Tierra del Fuego, sin sus paisajes, sin su identidad. Proteger los últimos lugares vírgenes en el planeta no es solo una necesidad urgente para brindar soluciones concretas al cambio climático, sino también una oportunidad que genere nuevos modelos económicos que tengan como objetivo la preservación de la diversidad biológica y cultura, a través de los cuales podamos vincularnos mejor con el lugar a donde vivimos.

El Rompehielos

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