El documentalista y buzo Uriel Sokolowicz participó de una expedición del proyecto científico de arqueología subacuática, durante el cual se afianzó el trabajo de identificación y registro del enorme patrimonio cultural de Península Mitre.
Las tareas de investigación en toda la región de Península Mitre continúan avanzando tanto en lo que respecta a su patrimonio natural, como cultural. Uriel Sokolowicz formó parte del equipo que viajó hasta la península para realizar relevamientos arqueológicos en la zona: “Entre los vestigios de los pobladores originarios y los de los antiguos navegantes que circundaron sus aguas, hay una gran riqueza e información para estudiar y poner en valor”.
El objetivo concreto de este viaje era “profundizar la investigación de cuatro sitios de naufragio localizados en las adyacencias de los cabos San Vicente y San Diego”, detalla Uriel. Aunque ya había sobre estos sitios arqueológicos sumergidos algunos estudios previos –de la zona intermareal y franja costera- en esta oportunidad “el foco estaba en hallar estructuras más grandes bajo el agua y hacer un primer relevamiento general sobre ellas, utilizando técnicas no intrusivas”.
El documentalista reflexiona sobre el importante rol que cumplen estos proyectos científicos, los cuales colaboran en ampliar el conocimiento sobre el patrimonio de Península Mitre. “Es sumamente relevante que exista una ley de protección para conservar el área. Pero me adelanto un paso más y pienso que no será suficiente por sí sola. En muchas partes del país hay leyes de protección, pero no varía nada. El verdadero cambio pasa por la educación”.
“Las redes ayudan mucho en materia de difusión, pero tendría que haber más formación en las escuelas, empresas y los medios de comunicación, donde se brinde las bases del conocimiento para que exista el respeto por la ley y por el lugar”.
El legado arqueológico
Esta expedición subacuática logró cumplir los objetivos que se había planteado antes de adentrarse en Península Mitre. “Sabíamos que el clima era un factor determinante porque condiciona la cantidad y calidad de tiempo en el lugar. Pero podemos decir que la expedición rindió sus frutos y es importante porque genera un nuevo antecedente para seguir adelante con las investigaciones a futuro”, cuenta Sokolowicz.
La especial característica de la zona es la gran cantidad de naufragios que alberga: “Toda región que representó en siglos pasados un sitio estratégico para la navegación es potencialmente un área de naufragios, sobre todo si las características naturales del lugar representan riesgos para la navegación. Hasta la creación del Canal de Panamá en 1914, esta era una de las dos únicas vías de comunicación directa entre los océanos Atlántico y Pacífico. A partir del siglo XIX el crecimiento del comercio marítimo en esta región aumentó exponencialmente y con ello los naufragios. Los restos de embarcaciones que aparecen en sus costas son un claro exponente de dicho periodo y legado”.
“Para este tipo de expediciones es necesario contar con especialistas de diversas áreas. La presencia del arqueólogo es fundamental, así como la de un arquitecto especializado en este tipo de embarcaciones de siglos pasados, lo mismo que gente con amplia experiencia en buceo, logística y navegación en aguas australes de estas características”. Uriel es, de hecho, buzo especializado en investigación subacuática, además de camarógrafo y productor cinematográfico.
“Logramos relevar los sitios arqueológicos sumergidos y geo localizarlos para futuras expediciones científicas. Ya solo esto es mucho considerando el clima, la logística asociada y los elementos que disponíamos para trabajar. Para cada sitio debíamos desplazarnos varios kilómetros a pie o embarcados en un pequeño gomón, llevando equipos pesados y voluminosos. Nada sencillo, pero se logró con la colaboración y voluntad de todos los participantes”.
Como dice Uriel, no se trata de un trabajo simple. Sin embargo, también asegura que los restos existentes de barcos naufragados y sus cargamentos constituyen materiales arqueológicos de carácter único y que, por eso, representan una fuente de información excepcional.
“Se conoce una mínima parte de ese patrimonio. Nuestros objetivos se enmarcan en los principios de la Convención de la UNESCO sobre la Protección del Patrimonio Cultural Subacuático, que la Argentina ratificó en 2010. De acuerdo con dicha Convención, solo a partir de la identificación y el registro de los bienes que componen este patrimonio será posible garantizar eficazmente su protección, conservación, presentación al público y gestión”.
Buscando ese propósito es que el equipo de investigación asume semejante desafío: “Caminar kilómetros y kilómetros en la turba, bordear bosques, sortear zanjas, orientarse, cargar equipos pesados, navegar en una pequeña embarcación, esquivando bosques de algas, superando marejadas. Todo esto se convierte en pequeños obstáculos para recién llegar a los sitios arqueológicos y que comiencen las tareas de búsqueda y relevamiento. Asimismo, todas estas características son las que hacen única a esta región y parte del disfrute de los expedicionarios es vivenciarlo y tener el privilegio de ser parte”.
Este proyecto de investigación arqueológica subacuática se suma a varios estudios previos y, juntos, van creando una base importante de información que seguirá desarrollándose en el tiempo. Según Uriel, cada vez se contarán con más y mejores herramientas para ampliar esos estudios. “El avance de la tecnología en temas de navegación, ubicación satelital, indumentaria, instrumentos de trabajo y simplificación de la logística general para trabajar en el área es algo que avanza a ritmos importantes, haciendo más accesible el trabajo y la investigación en la zona”.
Daniella Mancilla Provoste