Así lo revela un estudio internacional con participación argentina publicado en la revista Science. Los detectores y telescopios del Observatorio Pierre Auger, ubicado en Mendoza, fueron vitales para el hallazgo.
Los rayos cósmicos de altísimas energías se originan fuera de la Vía Láctea, la galaxia que anida el sistema solar en la que orbita nuestro planeta. Así lo revela un trabajo internacional, con participación argentina clave, que publica hoy la revista Science.
Los rayos cósmicos, que entrañan información sobre el origen y evolución del Universo, son mayoritariamente protones o núcleos atómicos, que al entrar en la atmósfera terrestre generan una lluvia o chubasco de partículas secundarias. Son difíciles de detectar y llegan de forma “espaciada” en el tiempo. El Observatorio Pierre Auger, situado en Mendoza, es capaz de detectar ese tipo de energías gracias al empleo de 1.600 detectores separados entre sí por 1,5 km en un área que equivale a 16 veces la superficie de la ciudad de Buenos Aires.
“El principal resultado de nuestro estudio es que los rayos cósmicos provienen de fuera de la Vía Láctea y de una región extragaláctica en particular”, indica la doctora Silvia Mollerach, investigadora del CONICET en el Centro Atómico Bariloche (CAB), quien integró un equipo internacional de 400 investigadores encargado de sistematizar y analizar la compleja información recabada por los detectores del Observatorio Auger.
El doctor Esteban Roulet, que trabaja al igual que Mollerach en el grupo de Física de Partículas y Campos del CAB, señaló que para llegar a esa conclusión fue clave estudiar la distribución de la llegada de rayos cósmicos a nuestro planeta. “La dirección de llegada a la Tierra puede ser bastante diferente de la dirección en la que se encuentra su fuente, ya que al ser partículas con carga eléctrica su trayectoria es desviada por los campos magnéticos presentes a lo largo de su recorrido”, contó el investigador del CONICET.
En 1938, el físico francés Pierre Auger, quien había ubicado detectores de partículas en las alturas de los Alpes, notó que dos de ellos, colocados a muchos metros entre sí, indicaban la llegada de partículas exactamente al mismo tiempo. Auger había descubierto los rayos cósmicos.
Ocho décadas más tarde, el estudio empieza a reconstruir la trayectoria, al menos en ese tipo de rayos cósmicos de colosal energía. En “Scientific American”, la astrónoma Yvette Cendes celebró el descubrimiento. “Quedan muchos misterios por resolver. ¿De qué están hechos esos rayos? ¿Qué procesos los crean? ¿Se puede refinar mejor el punto de origen? Pero cada travesía científica empieza con un pequeño paso, y eso es lo que estamos viendo ahora”, escribió.
Del estudio participaron otros investigadores argentinos del CONICET, del CAB, de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), del Observatorio Pierre Auger, de la Universidad Nacional de La Plata, de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), del Instituto Balseiro (Universidad Nacional de Cuyo y CNEA), del Instituto de Astrofísica y Física del Espacio (IAFE), de la UBA; y de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN).
Fuente: Agencia CyTA-Leloir