Hace más de trescientos años que la ocupación extranjera se posa sobre el territorio de las Islas Malvinas, ubicadas aproximadamente a seiscientos kilómetros de la costa patagónica. Ocupadas por primera vez en 1765 por colonias españolas, y luego en 1833 – después de retomar la posesión en 1829 – a raíz de la usurpación de fuerzas británicas, los conflictos por la soberanía perduran hasta nuestros días.

Pasados 40 años del último de ellos, el que desencadenó en la guerra de 1982, las aristas que le dan fuerza a cada uno de los argumentos que esgrime nuestro país para sostener la ocupación legítima de este territorio marítimo son variadas. Las más frecuentes se basan en consideraciones jurídicas, históricas o geográficas. Sin embargo, la demostración geológica de que forman parte de nuestra plataforma continental es fundamental y novedosa, y se debe a Florencio Aceñolaza, un histórico investigador del CONICET, que ahora está jubilado, en el Instituto Superior de Correlación Geológica de la Universidad Nacional de Tucumán (INSUGEO, CONICET-UNT).

“Para defender un país, lo primero que hay que tener es un buen conocimiento de él”, sostuvo toda su vida, y lo justifica a partir de la frase universal, pero no por eso trillada o desacorde: “nadie ama lo que no conoce”. La consistencia de este precepto, si se toma como referencia el histórico reclamo por la soberanía de las Islas Malvinas, se puede hallar en los intersticios del basamento geológico. De hecho, en Tucumán y en el país Aceñolaza es considerado un referente, porque se dedicó a estudiar durante más de cuatro décadas las características de la plataforma marina, lo que le permitió instalar el principal argumento de reclamación en ese sentido.

Este profesor emérito de la Universidad Nacional de Tucumán, de origen entrerriano, alega que es sustancial, en efecto, tomar conciencia y “saber algo más sobre nuestro mar”. Cuenta que esto lo había reflexionado mientras se encontraba dictando clases, como parte de la cátedra de Geología Argentina de la carrera de Geología en la UNT sobre las potencialidades del argumento geológico para abordar la cuestión de soberanía sobre el sector marítimo argentino. En ese momento advirtió dos cosas: que en textos sobre temática los fundamentos se destacaban más por razones históricas o jurídicas, que por el conocimiento de la plataforma continental, y que su campo de estudio le daba una justificación sólida con base científica, conduciendo al investigador y a un importante número de geólogos a profundizar en estos análisis desde la segunda mitad del siglo XIX.

“Para llevar adelante una descripción de lo que son la plataforma continental argentina, las islas australes y la Antártida Argentina –explica Aceñolaza- se deben tener en cuenta dos dimensiones: una es la composición física, y otra, la incidencia política que estos territorios tienen para ‘sostener nuestras pretensiones soberanas’”. Eso sí, agrega, cuando se aborda la cuestión de la plataforma marina hay un punto en común: lo que se diga está directa o indirectamente relacionado con la Geología, ya que en el principio es necesario saber diferenciar hasta dónde se extienden las rocas que forman el continente, y dónde empiezan las de los fondos oceánicos. “Y es sustantivo lograr esta definición”, afirma. Concretamente, el sustento está en que la plataforma continental submarina, llamada también meseta submarina o zócalo continental, guarda con el continente una estrecha unidad morfológica y geológica, y las aguas que la cubren constituyen los mares epicontinentales.

Para obtener estos resultados, Aceñolaza entregó años de su vida a realizar investigaciones y gestiones. Por ejemplo, recuerda, en 1994, siendo diputado de la Nación, pudo conducir la Comisión de Relaciones Exteriores, en cuyo seno comenzaban a tratarse cuestiones relacionadas con aquellos países que disponían un frente marítimo con extensión aún indefinida. “Fue una feliz coincidencia –recuerda-, pues allí pude volcar en el debate mis conocimientos geológicos, y mi visión profesional y política”.

Todos estos argumentos que permiten inferir la legitimidad del reclamo de soberanía sobre las islas del Atlántico Sur fueron reunidos por Aceñolaza en el libro Geología como Construcción de Soberanía, editado en 2020 por Fernando BaumannPersonal de Apoyo del INSUGEO.

Gracias a las gestiones de Aceñolaza tuvo fundamento el grueso de demandas realizadas a las Naciones Unidas: que se creara un organismo técnico que trabajara en la elaboración de documentos con detalles sobre la geología submarina, y que sirvieran para dar una respuesta científica al tema. Por fin se llegó al dictado de la Ley Nº 24.815, que generó la Comisión de Límites de la Plataforma Continental (COPLA), con la colaboración de organismos nacionales, como el CONICET, e internacionales. “Después de veinte años de trabajo, a principios de 2009 se finalizó el informe que fue presentado al secretario general de la ONU”, cuenta el investigador. Fue fruto de un puntilloso estudio de la Comisión Técnica Internacional que aprobó gran parte de lo presentado, y dejó en suspenso puntos por discutir con los británicos para ser acordados entre ambos países.

Vale aclarar que este informe aborda aspectos históricos-jurídicos sobre el Mar Argentino, seguido por otro que toma en cuenta los antecedentes desarrollados por nuestro país. Luego trata los fundamentos geográficos y geológicos sobre la extensión de la plataforma continental y finaliza con una descripción de las actividades que se llevaron a cabo para la presentación ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Asimismo, en tiempos recientes la Comisión Internacional para el Derecho del Mar de Naciones Unidas (CONVEMAR) dictaminó sobre la presentación realizada por nuestro país y admitió la extensión de la plataforma continental en el frente marítimo, conforme a las normas establecidas por dicha organización.

Fuente: Conicet

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