Por Brenda García Jiménez

El 2025 no lleva más de cuatro meses y Juan Terranova (Buenos Aires, 1975) ya estrenó Petrel, una película antártica y acaba de editar ARA San Luis, la historia oral del submarino argentino que fue a Malvinas (Ediciones Bucarest). Hace unos días hicimos un zoom. Yo desde Rosario, a punto de salir para Río Gallegos, y Juan desde la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Una de las cosas que Juan más me repitió es “allá no hace tanto frío”. Y en un momento agregó: “Hay que acercarnos, estamos cerca en la geografía pero lejos en la idea. Pensamos la Antártida como un lugar lejano, pero no lo es. La Antártida no es un lugar imposible, difícil, puede ser, imposible, no”. Hablamos sobre su libro y su película, y también sobre Malvinas. La película puede verse de forma gratuita en Youtube y el libro se encarga por las redes del sello editorial.


¿Cómo surgió la idea de hacer un libro sobre el submarino ARA San Luis?

Venía de hacer una historia oral del buque ARA Bahía Paraíso, que también estuvo en la campaña del Atlántico Sur, y pasé de entrevistar marinos de superficie a hacer una historia oral del submarino. Malvinas está llena de historias poco o nada conocidas, o que solo conocen los especialistas. La guerra no fue solo el soldado en la trinchera. Esa es una versión muy acotada de la guerra. Durante mucho tiempo, durante años, décadas, Malvinas fue una guerra que pelearon solo los colimbas del Ejército, como mucho la Fuerza Aérea, y el Belgrano, pero no había oficiales, ni suboficiales, ni personal civil, ni marinos, ni mercantes, ni Prefactura, ni Gendarmería, ni barcos, ni helicópteros… Siempre la misma imagen del colimba muerto de frío en la trinchera. Y la verdad es que Malvinas se peleó en todos los escenarios bélicos posibles con todas las armas involucradas. Todavía hay mucho que contar. Y muchos libros casi secretos por leer y escribir. 


¿Cuál es la historia del ARA San Luis?

Bueno, es una historia de coraje, de aventura y de técnica. El San Luis estuvo cuarenta días, algunos dicen treinta y nueve, pero, en realidad fueron más, peleando contra la Royal Navy. La tripulación del San Luis demostró muchísima valentía para enfrentar situaciones difíciles. Y hasta ahora solo uno o dos libros contaban esa historia.

¿Por qué más días?

Porque el submarino entra en combate cuando se empieza a alistar. Como ellos dicen: “Los errores de puerto se pagan en inmersión.” El submarino pelea solo. Sin apoyo. Es un arma de infiltración. Se dice que el submarino entra en combate cuando va a inmersión porque su primer enemigo es el mar, que quiere entrar todo el tiempo adentro del submarino, con una presión terrible. Y después cuando volvió de su patrulla, el San Luis entró en reparaciones para salir otra vez. La tripulación quería volver a salir para seguir atacando a la flota inglesa. Y entonces terminó la guerra. O sea, que el San Luis estuvo operativo toda la guerra. Decir que fueron treinta y nueve o cuarenta días los que peleó es no entender cómo funciona un submarino. Aparte de que cuarenta días es muchísimo.

¿Cómo escribiste el libro?

Entrevisté a toda la tripulación. Cada submarinista es una historia, un libro, o dos. Eso lo digo cada vez que me preguntan. Cada soldado de Malvinas es un libro.  

¿Por qué siempre elegís la historia oral para contar la guerra de Malvinas?

Bueno, no siempre. También escribí una novela, o compilé cartas, que son otro tipo de documentos. Pero tomar, ordenar y guardar el testimonio de los que pelearon me parece importante. Creo que son ellos los que mejor pueden contar la guerra. El historiador puede interpretar, operar sobre esos testimonios, jerarquizarlos, es difícil no hacerlo, pero dada la calidad y la cantidad de esas fuentes lo mejor era tratar de ser un vehículo para que ellos cuenten. 

¿Qué pasa hoy en Malvinas?

Hay que hacer la comparación demográfica. Si Malvinas fuera un puerto libre, y no un enclave colonial del Foreign Office, una especie de empresa paranoica de la Falkland Island Company, si no hubiese sido usurpado, hoy sería grande como Ushuaia o Río Grande. La zona es muy rica. Y al mismo tiempo se necesita todo. 

¿Por qué empresa paranoica?

Malvinas hoy no es un lugar libre. Todos los que viven o pasan por ahí están siendo observados. Nosotros pensamos al sujeto como un sujeto libre, que puede votar, participar, tomar decisiones, discutir, hacer política. Eso no sucede en las islas. A la vigilancia del gobierno se agrega la paranoia de saber que están viviendo en territorio usurpado. Todos los que viven en Malvinas hoy tienen cola de paja. Saben que en cualquier momento se van a tener que ir o aceptar la soberanía argentina.

Vos fuiste en el 2017, ¿viste eso?

Con mucha claridad. El sujeto colonial puede ser feliz, desde ya. Todos trabajan, tienen sus vidas, sus familias, incluso un cierto bienestar económico. Pero, otra vez, si lo comparás con Ushuaia o Rio Grande… Ushuaia es una capital cosmopolita, que no deja de crecer, es un lugar divertido, una gran comunidad abierta, donde el que llega es integrado, y llega gente todo el tiempo de todas las provincias. En cambio, Malvinas es un lugar solitario, agreste, sin vida comunitaria, individualista. Quizás sea difícil imaginarlo porque nosotros estamos educados en los valores de los revolucionarios de mayo. Pero cuando vas lo ves. 

¿Las vamos a recuperar?

Sí, y en muy poco tiempo. O en mucho, no importa. Y cuando eso suceda yo me voy a ir a vivir ahí.


Juan Terranova


Hablemos de tu película. ¿Cómo se rodó Petrel? Me contabas que fue algo espontáneo.

No sé si espontáneo es la palabra. El rodaje sí fue casual. No llevé un guión a mi viaje. Mi idea era sacar fotos y filmar con la cámara que tengo fue algo que se desprendió de hacer fotos. Cuando volví me puse a trabajar en la película.

¿Y el libro El arte de la novela antártica?

Ya lo traje casi terminado de allá. Lo escribí sur place como dicen los franceses. Por eso salió con algunas desprolijidades. Hay varias partes que están sacadas de mi diario.

¿Llevaste un diario durante todo el viaje?

Sí. Escribo mi diario todo el tiempo. O más bien, cada vez que puedo. 

¿Desde hace cuánto?

Desde 1997, cuando hice un viaje a Alemania. Todavía tengo los cuadernos en los que escribía a mano.

¿Te sirve de inspiración?

Sí, siempre anoto y saco ideas de ahí.

Me decías que la Antártida te impone géneros. 

Si uno revisa la literatura argentina antártica, que es algo que vengo haciendo hace años ya, lo que aparece con mucha claridad es la necesidad de dar cuenta del paisaje, de lo qué hacen los hombres, cómo se relacionan, o sea, lo que se impone es la idea de dar testimonio. Escribir es producir un testimonio más allá de todo artificio. Eso me gusta. Se genera una literatura primitiva. Uno no se siente un cronista de indias, pero los géneros que salen son el testimonio, el diario, la crónica. 

¿La película también?

Sí, claro. 

¿Qué fue lo más difícil de hacer la película? Me decías que hay mucho para filmar.

Eso fue lo más difícil. Más allá del clima, la situación, mis limitaciones técnicas y de equipo, y un largo etcétera, el problema es que todo lo que filmás es hermoso. Pero después lo que quede no refleja con esa fuerza la experiencia. Ahí es donde aparece el artificio. Pero hay mucha distancia entre estar ahí y ver la película. Creo que esto es obvio. Como fuere, todo es muy lindo y atractivo de filmar y, lo digo en la película, la tentación era hacer una película de tres horas solo con hielos antárticos. Quedó algo de 40 minutos, gracias al consejo de Manuel Fernández Arroyo, que es un realizador fueguino que sigo mucho. 

Me hablaste del testimonio en relación a Malvinas y ahora en relación a la Antártida, ¿qué otros puntos de contacto tienen?

¿Malvinas y la Antártida argentina?

Sí.

Pertenecen al mismo sistema del Atlántico Sur. Todo está unido. Malvinas, la usurpación, la guerra, la actual base militar británica. Malvinas no se entiende si no fuera una entrada a la Antártida, y una posición geopolítica privilegiada. La Antártida es el futuro. Existe una carrera antártica como en algún otro momento existió una carrera espacial. Es más lenta, asordinada, pero existe. Los argentinos tenemos que empezar a pensar la Patagonia, el mar, la Argentina insular y la Antártida como nuestro futuro. A veces eso suena a casette, pero es un casette con una música que hay que escuchar. 

¿Es verdad que te metiste al mar de la Base Petrel?

Sí, nadé un poco en el mar de Weddell, como cuento en el libro. 

¿Por qué?

No lo sé. No había viento, la temperatura estaba bien, habíamos terminado una actividad en la base, y simplemente me saqué la ropa y me metí. En ese momento me pareció una buena idea. 

¿Cómo fue la experiencia?

Intensa. La adrenalina que se siente puede ser adictiva. Todo en el sur genera cierta adicción. Siempre querés volver. 

¿En qué trabajás ahora?

En nada. Quiero estar con mis hijos y descansar. Creo que me lo gané. Es probable que ya no escriba más libros. No creo que pueda superar al del San Luis. Aunque este año también voy a publicar una novela que me gusta mucho sobre la vida mundana de Buenos Aires. Quizás haga alguna película más.

¿Sobre la Antártida?

Sí, me gustaría ser pionero del Cine Antártico Argentino. Siento que existe un desafío en dejar registro de esa parte de nuestro país. 

LA PELÍCULA “PETREL” SE PUEDE VER COMPLETA EN ESTE LINK

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