La Lic. en Ciencias Biológicas Rayen Estrada Pacheco, becaria doctoral del CONICET, lleva adelante una investigación para entender el impacto en el ambiente del uso de cebos envenenados por parte de productores rurales para controlar a los depredadores que afectan su ganado.
Una problemática conocida son los conflictos entre productores rurales y la fauna silvestre. Depredadores como el puma o herbívoros como el guanaco son acusados por quienes llevan adelante tareas productivas en el campo de atacar al ganado o de competir con este por las pasturas. Desde los inicios de la actividad agrícola y ganadera en nuestro país los productores han intentado controlar las especies silvestres a través de la cacería, lo que en muchos casos ha disminuido las poblaciones hasta límites de poner en riesgo la supervivencia de las especies. Uno de los animales afectados por estas prácticas es el cóndor, el ave voladora más grande del mundo. Este carroñero muere envenenado a causa de los cebos que los productores dejan en los campos con la intención de deshacerse de los depredadores que atacan su ganado.
El cóndor es una especie amenazada en Argentina y a nivel mundial ha ingresado dentro de las especies con cierto riesgo de extinción, por lo que la Lic. en Ciencias Biológicas Rayen Estrada Pacheco, becaria doctoral del CONICET se encuentra llevando adelante un estudio sobre como el uso de cebos envenenados afecta el estado de conservación de las especies. En una entrevista publicada en el sitio web del CONICET, estrada explica que el proyecto se trata de su tesis doctoral y está siendo llevado adelante junto a sus directores, los Dres. Carlos Piña y Carlos Borghi, y junto a la Fundación Bioandina.
“Mi trabajo se divide en tres grandes partes: a) la social, con la realización de encuestas a productores ganaderos porque el uso de cebos tóxicos es una práctica que se inicia en un conflicto entre la ganadería y los predadores, b) el estudio de la ecología de carroñas, para evaluar las especies que se alimentan de ellas y las interacciones que tienen lugar en una zona que es de suma importancia para la conservación del cóndor y c) el análisis de casuísticas del Centro de Rescate del Cóndor Andino, que creó el PCCA y que cuenta con una gran cantidad de datos de ejemplares que vienen de todo el país con distintas problemáticas” , explica Estrada Pacheco.
El impacto del uso de cebos tóxicos en las poblaciones de cóndores ha resonado en los medios durante 2018 debido a tres grandes mortandades que se registraron a causa de esta práctica en distintos puntos del país. 19 muertes en Jujuy, 34 en Mendoza y 23 en la Patagonia, en las provincias de Neuquén y Santa Cruz. El número es preocupante ya que el cóndor es un animal longevo que requiere de muchos años para poder reproducirse, por lo que una mortandad de ejemplares adultos tan numerosa significa un fuerte impacto para la conservación de la especie. “Sus muertes son pérdidas ambientales muy graves. Por eso es importante estudiarlo, y como es el carroñero de mayor tamaño es el que primero abre los cueros de grandes animales, un hecho que facilita la ingesta de los carroñeros de tamaño inferior. Estudiar esta especie y a sus principales amenazas permitirá diseñar acciones que conserven no solo al cóndor sino también a otras especies y sus ecosistemas”, explica la becaria.
A pesar de que el estudio se centra en los cóndores, este tipo de prácticas afecta a otras especies y se espera que los resultados de esta investigación permitan conocer el impacto a gran escala de la utilización de los cebos tóxicos. “Esta es una problemática que visibilizamos a través del cóndor pero, en realidad, está afectando a una gran cantidad de especies y eso es lo que estamos tratando de estudiar. Queremos saber en cuántas especies puede estar impactando así podemos revertir este problema que tiene mucho que ver con conductas sociales”, detalla la Licenciada.
El uso de cebos envenenados es preocupante no solo por su efecto en la fauna silvestre, sino por los riesgos para la salud humana. Los venenos utilizados por los productores para crear estas “trampas” suelen ser agroquímicos de elevada toxicidad. “Al colocar el veneno también puede verse afectado el productor porque estos tóxicos son organofosforados o carbamatos y pueden ingresar en el cuerpo humano a través del tacto, de las mucosas o por inhalación de los vapores que se generan -no necesariamente uno debe ingerirlo para verse afectado-. Y de ahí la alarma, porque debido al mal uso o al desconocimiento también pueden intoxicarse las mismas personas que lo aplican si no toman las previsiones adecuadas”, explica Estrada Pacheco.
Investigaciones de este tipo resultan de gran importancia pues no solo representan una herramienta valiosa para la conservación de la fauna silvestre, en especial de especies amenazadas, si no que permiten mejorar la relación entre las actividades productivas humanas y el ambiente natural, redundando en mejor y más sustentable aprovechamiento de los recursos naturales.
Fuente: Conicet
Imagen de portada: Greg Hume
Abel Sberna