Cuando hablamos de personas con sobrepeso, enseguida pensamos en tres tópicos característicos sobre el tema: La ley de talles, la discriminación y la salud. Pero no hace falta escarbar demasiado para encontrar una usina de tópicos escondidos.
Ya de por sí el asunto del sobrepeso y la obesidad (no, no son la misma cosa) son temas tabú. A la persona gorda, mientras menos se la vea y menos se la incite a que se muestre, mejor. Escudados todos en las cuestiones de la salud individual el tema del peso de un ser humano “x” se vuelve tema de conversación con latiguillos que suenan siempre más o menos parecido.
Más allá de todo esto, hay una cuestión que casi no se toca, de la que no se habla y que incluso sospechamos como prácticamente inexistente ¿Qué pasa con la sexualidad en las personas gordas? ¿En qué lugar queda el propio deseo? ¿Y el placer?
Para Laudy Sarli (quien se define como coach del amor y el sexo y la encuentran en Instagram como @laudysarlilove) la manera en que viven el sexo las personas con sobrepeso “depende en gran medida de la aceptación o no que tengan de su cuerpo y del concepto que tienen sobre ellos mismos”.
“El sentirse cómodo desnudo frente a alguien más, va más allá de los kilos. Lo cierto es que si estás en la cama pensando que te sobra aquí o que te falta allá, no te vas poder meter por completo en la experiencia y probablemente no la vas a poder disfrutar a plenitud, sin importar lo que marque la balanza”.
Quien controla su mente controla su vida, dicen. “Si decides mantenerte en el peso que estás, hazlo con total convicción y sintiéndote satisfecha con tu elección. Si es una situación médica más que una elección, haz las paces con el espejo hasta que te sientas cómoda y agradecida con lo que tienes; porque si eres una cosa queriendo ser otra no hay congruencia y sin congruencia es difícil la felicidad. Trabaja internamente en ti, en tu autoestima, tu autoamor y cómo te sientes contigo, es lo mejor que puedes hacer por ti”, invita la especialista.
Más allá de la mirada profesional, la realidad que atraviesa a las personas con sobrepeso a la hora de la intimidad es absolutamente particular. “En mi caso mi cuerpo fue siempre un factor determinante para tomar decisiones que tienen que ver con la sexualidad: muchísimas veces dije que no, aún queriendo, por miedo a la vulnerabilidad de estar sin ropa delante de otro. También fue la razón de mis elecciones de pareja, como era gorda me merecía lo que a una gorda le puede tocar y me vi envuelta en muchas relaciones tóxicas”, dice A. de 32 años.
“El autoodio también decanta en permitir el maltrato porque sentís que te lo merecés, que lo bueno, todo lo bueno -reafirma- está reservado para las panzas chatas y medidas perfectas. Las gordas no tenemos finales felices, somos las graciosas copadas o buena mina”, dispara.
A. recuerda que más de una vez le pasó tener propuestas de encuentros sexuales y, aún sintiéndose atraída por su interlocutor, dijo que no “me pasó muchas pero muchas veces, no podía entender que un chico que me gusta, guste de mí, porque yo me odiaba y temía con todo mi ser que me saque la ropa y se espante. Entonces corté muchas veces avances porque no quería sacarme la ropa”.
“El deseo no sé si lo escondía, pero en mi mente era todo consecuencia de ser gorda y como gorda me merezco no tener lo que quiero”, resume.
“Siempre estamos con una Barbie en la mano, en esa cultura vivimos. Es un referente muy insano y hay muchas mujeres que, al no poder alcanzarlo, no pueden tener placer sexual”, explica la sicoterapeuta Beatriz Uprimny en Fucsia.co
Bucear por el profundo universo de la web no responde casi ninguna pregunta respecto al tema que planteamos. El 99% de los resultados están relacionados a las dificultades que tienen las personas gordas antes y durante el sexo, se habla de cuestiones físicas, de oxígeno, de hormonas, de energía, pero nadie habla de individuos. No hay devoluciones en cuanto al deseo ni al goce, simplemente te mandan a adelgazar.
M. de 35 años, asegura: “una de mis mejores experiencias sexuales fue pesando 90 kilos. Estuve 4 años teniendo sexo sin amor, no me importaba si nos queríamos o no, con él mis orgasmos eran geniales. Hasta que un día me gustó mucho alguien que no le gustó mi cuerpo, y ahí me empecé a cerrar. Estuve 3 años sin tener sexo, tapando todo con comida. Y después me enamoré, también con sobrepeso, y ese tipo me dijo las cosas más horribles sobre mi cuerpo. Ahí bajé mucho de peso mantuve relaciones con cuánto pibe pude. Disfrutaba de mi cuerpo, hasta que me di cuenta que me calentaba más calentar al otro físicamente, y que no me estaba cuidando a mí”.
Y es acá cuando M. dice algo revelador: tenemos relaciones tóxicas o nos terminamos revolcando con un pelele porque en el fondo no nos importa lo que opine, piense, sienta ese otro “y por eso no siempre tenemos orgasmos, porque en realidad el tema es estar con otro, no el placer, no merecemos placer”.
Fernanda Cangi, licenciada en psicología MP 6774 explica que las personas con sobrepeso “tienen muchas dificultades para establecer relaciones de intimidad, entendiendo la intimidad no solo como una cuestión relativa a la sexualidad, sino cómo un encuentro basado en la confianza y en la entrega”.
“Nuestra subjetividad está atravesada por una construcción intrapersonal (interna), interpersonal (con otros) y transpersonal (la sociedad y cultura, el momento sociohistórico en el que vivimos y crecemos). Al menos desde la perspectiva teórica con la que yo trabajo, es imposible pensarnos ajenos a los determinantes sociales”, detalla.
En base a ellos construimos (y destruimos) nuestra propia imagen, los tipos de relaciones prohibidos y permitidos, los roles que asumimos.
¿Cuánto de los planteos que se hacen las personas gordas es “culpa” del mensaje hegemónico que recibimos constantemente y cuánto corresponde a cuestiones propias sin resolver? ¿Es más la presión para las mujeres que para los varones o es indistinto?
Para Cangi “es imposible distinguirlo. Cuando el mensaje lo hiciste ‘carne’ ya es tuyo. A eso me refiero cuando digo que nos construimos también desde eso social que nos rodea. Entonces, si bien el mensaje se podría identificar, la cuestión es que quienes lo sufren ya tienen tan incorporado el mensaje que pasa directamente a ser un mambo a resolver internamente; la cuestión es cuán internalizado tengo ese discurso, cuánto lo estoy encarnando”.
Los mensajes para varones y mujeres son diferentes “de hecho hay mensajes para todes”, dice la psicóloga. “Hay expectativas sobre lo que debe ser una mujer, un varón, una travesti, un varón gay, una chica gay. Todes somos presos del mensaje y cuando lo internalizamos, también pasamos a ser productores y reproductores del mensaje”.
J. (varón de 35) reconoce que “llega un momento que te gana la vergüenza del desnudo, incluso perdés las ganas del sexo, porque la vergüenza a que te toquen es constante, porque la otra persona puede decir que sos lindo pero en realidad vos sentís que no”.
Por cuestiones de salud, J. se sometió a un bypass gástrico “de golpe baje 65 kg, y los primeros meses vos sentís el mismo pudor porque por cada 10 kilos que bajás tu cabeza demora 6 meses en reconfigurarse. Mi psicóloga prácticamente ‘me obligó’ a tener relaciones sexuales”.
“Baje de talle 5XL a 2XL, pero en mi cabeza yo seguía viendo a una persona de 5XL, entonces continuaban los miedos y los pudores, ella me explicaba todos los cambios de mi cuerpo y que era ‘un talle normal’”, detalla.
Después de la intervención y luego del alta “el tema de volver a tener relaciones sexuales fue otro caso porque ahí tenía que ser con alguien de muchísima confianza. A la otra persona no le importó, pero queda el inconsciente con pudores”, dice J.
En una entrevista publicada por el diario Infobae el 31 de agosto de 2018, una humorista que se define como “extra large” fue consultada por su vida sexual y su respuesta generó mucho ruido “¿Sexo? ¡Un montón! Yo siempre digo que tuve más sexo de gorda que de flaca. Cuando era flaca era histérica. Estaba tan buena en ese momento, que podía elegir con quién estar. La gorda no tiene para elegir: tenés un candidato y vas al hueso. ¡Es ese o no hay nada más!”.
Cuando se refuerzan los estereotipos y se replica un mensaje que a nivel social está instalado, no se le hace bien a nadie. La persona gorda no puede ser considerada descarte porque tiene tanto derecho al goce como cualquiera, indistintamente de las medidas que ostente. Por desgracia, este es sólo un reflejo más sobre la gordofobia existente en nuestra sociedad.
En la página web Proyecto Kahlo encontramos una síntesis bastante gráfica, ya que después de intentar una búsqueda en Google sobre el sexo en mujeres con sobrepeso, la autora encuentra que los resultados expresan que las mujeres gordas “somos feas y olemos mal y recalca que somos más fáciles y agradecidas”.
Y esto lleva a analizar un mito muy escuchado acerca de la sexualidad de las personas gordas, en particular sobre las chicas: de ellas se dice que son mejores en la cama. ¿Por qué este mito? “Para descubrir la razón de todo esto me he dedicado a visitar diferentes webs y foros, y desearía no haberlo hecho, porque he terminado bastante enfadada y triste. Se dicen de nosotras bellezas como que somos mejores en la cama porque tenemos mucho menos sexo y, por ende, lo hacemos con más ganas. Otros dicen que lo hacemos siempre pensando que puede ser la última vez que alguien se interese por nosotras, y por eso nos esforzamos. Estos ojos han leído que las gordas la chupan mejor porque siempre tienen hambre, que somos una especie de seguro para cuando los chicos llevan una temporada de sequía porque nunca decimos que no”.
¿Acaso el goce está prohibido? ¿El placer sexual solo reservado para las personas que lucen figuras “aptas”? ¿La vida sexual se le permite con libertad exclusivamente a quienes primero se reportan con la balanza? Ninguna de estas cosas tienen el menor de los sentidos, pues ya lo dijo mejor que nadie Luciana Peker, “si en una revolución no hay abrazo, sexo y postre, no es una revolución”.
María Fernanda Rossi
Imagen: Fernando Botero “Picnic” (1998)