ÁNGELA: No tengo nada de tierra, ni una cosa, no tengo.
GARIBALDI: Tienes tierra en las patas nomás (ríe).
ÁNGELA: En el cementerio hay tierra, sí, ahí hay tierra de uno. Pero no tengo nada, ni eso tampoco. Así que, ningún lugar, no tengo (ríe).
GARIBALDI: La civilización yo creo que es la cosa más ordinaria que pueda haber existido porque los onas o los haush, en su época, solitarios aquí en esta isla que no tenían contacto con otra gente, vivían mucho más felices que yo hoy en día con toda la civilización que hay. Decía ¨me voy a alguna parte¨ y se iban. Si querían comer un guanaco, lo comían, y si querían un pájaro, comían un pájaro. No tenían que andar con tantos rodeos. Vivían directamente de la naturaleza y por cierto vivían mucho más. Eran sanos, robustos, fuertes y eran felices. Ya era cosa de Nuestro Señor, que hay que terminar esta raza, para que surjan otras razas. Por qué en la evolución de la Tierra tendrá que ser así. Desde que está hecho el mundo, se ha ido siempre cambiando la situación de las razas, volviendo otras generaciones. Entonces esta también tenía que terminar con ella (ríe). Pero es triste, bien triste. A mí muchas veces cuando estoy pensando, me acuerdo de esta gente, me da realmente pena, después de haber tanta gente y que hoy en día no haiga ni uno. Uno piensa así y da una tristeza única. Me acuerdo de fulano, de fulana de tal, medios parientes, de mis padres y de que yo también he vivido ahí con ellos y que el último tenía que quedar yo solo.
fragmento de FIN DE UN MUNDO de Anne CHAPMAN, 1990.