Una charla con el Servicio Meteorológico Nacional ayuda a diferenciar esos conceptos que usamos todos los días sin pensarlos demasiado. Y de paso, repasamos cómo se comporta el clima en la Patagonia.

Decimos que hace frío, que va a llover, que el clima está loco. Y aunque lo sentimos en la piel o lo leemos en el pronóstico, no siempre usamos las palabras correctas. ¿Es el tiempo o el clima? ¿Es lo mismo hablar del viento de hoy que del viento de siempre? ¿Podemos cambiar el clima, o solo esperar que el tiempo nos dé una tregua?


En una entrevista reciente con LU14 Radio Provincia, Nelly Güenchur, del Servicio Meteorológico Nacional, ayudó a desentrañar esas preguntas con una claridad que invita a mirar el cielo y pensar un poco más.

“El clima hace referencia a las condiciones promedio de un lugar durante un largo período. En cambio, el tiempo es lo que pasa hoy, mañana, el fin de semana”, explicó.

Dicho de otro modo: el clima es el telón de fondo, el paisaje previsible que define una región; el tiempo, en cambio, es el actor que cambia la escena todos los días.

Por eso, cuando decimos que Santa Cruz tiene un clima frío semiárido, no estamos hablando del día nublado con viento de ayer, ni del calor inusual que quizás llegue mañana. Estamos hablando de una característica sostenida, construida a partir de décadas de registros. Así, podemos decir que el clima de la Patagonia –con sus matices– se define por inviernos fríos, veranos templados, y una marcada aridez en buena parte de su extensión.


Climas del sur: distintos paisajes, una misma identidad

En Chubut, el clima se divide entre la cordillera, más húmeda y fría, y la meseta central, que se destaca por sus escasas lluvias y grandes amplitudes térmicas. En Santa Cruz, domina el frío seco, con lluvias escasas, inviernos largos y veranos breves pero intensos, donde el viento es casi una constante. Más al sur, en Tierra del Fuego, el clima es más húmedo, con precipitaciones más regulares y temperaturas que rara vez son extremas, ni por calor ni por frío. Todo esto configura el clima patagónico, ese marco que no cambia de un día para otro.

El tiempo, en cambio, nos regala postales inesperadas: nevadas en pleno verano, ráfagas que despeinan hasta las montañas, o tardes cálidas que interrumpen una seguidilla de mañanas heladas. Y eso también es parte de vivir en el sur. “Hace dos días teníamos cinco grados de máxima y ahora vamos a pasar los veinte”, decía Nelly con una sonrisa. Eso es el tiempo, la variabilidad diaria, los caprichos del momento.


¿Por qué importa saberlo?

Porque entender la diferencia también nos ayuda a dimensionar lo que decimos cuando hablamos de cambio climático. No se trata de que hoy haga calor en abril. Se trata de transformaciones profundas, sostenidas en el tiempo, que alteran el comportamiento del clima a lo largo de décadas. “Las acciones humanas en este último siglo han influido mucho”, advierte Güenchur. Y lo vemos: lluvias más intensas, sequías más prolongadas, fenómenos extremos cada vez más frecuentes.

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