En los ríos de Santa Cruz, una pequeña ave desafía la corriente con agilidad y resistencia. El pato de los torrentes no solo habita estos paisajes cordilleranos: es un símbolo viviente de la salud de los ecosistemas acuáticos. Su conservación es también una forma de proteger el agua que fluye por la estepa.

Es silencioso, ágil y esquivo. Corre contra la corriente, vuela bajo y se zambulle entre las piedras con una habilidad que asombra. El pato de los torrentes (Merganetta armata) no es fácil de ver, pero habita desde hace siglos los ríos que surcan los valles y cañadones del noroeste santacruceño.

Este pequeño nadador –emparentado con los patos, pero con alma de montañista– forma parte de un puñado de especies adaptadas a la vida en aguas frías, rápidas y bien oxigenadas. El dato no es menor: su presencia indica un ecosistema saludable, donde el equilibrio entre agua, vegetación y fauna aún se mantiene.

A través de una publicación reciente, el Gobierno de Santa Cruz, mediante el Consejo Agrario Provincial, recordó la importancia de conservar los ambientes que esta especie necesita para sobrevivir. El dato llega en un momento clave, en el que los cambios de uso del suelo, la presión ganadera, las represas y el cambio climático alteran los cauces y comprometen su conservación.

Un especialista del río

No cualquier especie puede vivir donde lo hace el pato de los torrentes. Esta ave necesita cursos de agua con mucha pendiente, caudal permanente y un lecho pedregoso, donde buscar su alimento: insectos acuáticos que encuentra bajo las piedras. En Santa Cruz, se lo ha registrado principalmente en los ríos Pinturas y Belgrano, y se lo considera un habitante clave en el noroeste de la provincia.


La hembra tiene un plumaje marrón con bandas claras en la cabeza, mientras que el macho luce un contraste más marcado entre blanco y negro. Ambos son expertos en moverse en entornos complejos: vuelan rasante sobre el agua, se sumergen con fuerza en los remolinos y caminan sobre piedras resbaladizas como si fueran tierra firme.

Indicador de salud

Lo que lo hace aún más especial es su rol como especie indicadora. Como explican desde el área de Conservación del Consejo Agrario, el pato de los torrentes “es sensible a los cambios en la calidad del agua, la cobertura vegetal de las márgenes y las alteraciones en el flujo del río”. Donde está, hay buena señal.

Por eso, monitorearlo no es solo una cuestión de conocer su biología: es también una manera de medir cómo están nuestros ríos, cuán intactos permanecen sus cauces, cuán afectadas están sus nacientes. Su ausencia puede ser la voz muda de un río degradado.


Ríos vivos, ríos libres

Conservar el pato de los torrentes implica conservar los cursos de agua. Implica también repensar prácticas humanas que los alteran, desde las modificaciones en la cuenca hasta el uso excesivo del agua. Hoy, en un contexto donde la restauración ecológica empieza a ocupar un lugar central en las políticas de conservación, proteger al pato de los torrentes es también proteger los últimos ríos vivos de la estepa.

Así lo expresa la comunicación oficial del Gobierno provincial, que no solo pone en valor esta especie única, sino que llama a asumir la responsabilidad colectiva de cuidar los ambientes naturales que todavía se mantienen sanos.

En medio del murmullo del agua, entre piedras y raíces, el pato de los torrentes sigue nadando río arriba. Y mientras él esté, sabremos que todavía hay esperanza.

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