Hay preocupación. En el Gobierno y en su entorno más cercano, el que la acompaña incondicionalmente.

Elisa Carrió no está bien de salud. La diabetes, el estrés y el cigarrillo se combinan como en un maleficio para agotar sus energías.

Sin ir más lejos, el miércoles pasado no pudo siquiera participar de la sesión de la Cámara de Diputados, donde se trató un proyecto suyo larga e inexplicablemente demorado, sobre Defensa de la Competencia.

La noche anterior había participado de un programa de televisión y debió nebulizarse después de subir dos pisos por escalera.

Su cuerpo no le responde; son las secuelas de haber encabezado una campaña electoral extenuante de la que no logra recuperarse.

Pero la preocupación de algunos dirigentes oficialistas excede el problema de salud de la diputada Carrió. “Lilita no está en su eje”, se lamenta un legislador de Cambiemos , quien dice quererla bien. Alude, sin decirlo, a sus últimas apariciones públicas; no hubo programa de televisión donde la líder de la Coalición Cívica no arrojara alguna frase para la polémica. Sucedió, por caso, el sábado pasado en “La noche de Mirtha Legrand”.

“El acontecimiento es irreversible, voy a decir lo que el Gobierno no puede: lo más probable es que estén los 44 fallecidos”, descerrajó Carrió. Al lado suyo escuchaba, atónita, Itatí Leguizamón, la esposa de uno de los tripulantes del ARA San Juan , desaparecido hace ya casi 15 días en el mar patagónico. La frase se viralizó de inmediato por las redes sociales; los detractores de Carrió la esquilmaron con sus críticas.

Esa noche quedó sepultada la estrategia de la moderación que empeñosamente se había propuesto el Gobierno hasta dar con el submarino perdido. “Es evidente que Carrió tiene un trastorno personal; la omnipotencia la domina y a veces dice cosas fuera de lugar, sin dimensionar el impacto que esas palabras tienen. Pero Lilita es así y no va a cambiar”, se resigna un legislador de Cambiemos que aprendió a conocerla y respetarla. Se alza de hombros, visiblemente inquieto, cuando se le pregunta si esta incontinencia verbal de Carrió amenaza la tarea del oficialismo de enhebrar alianzas con la oposición parlamentaria en pos de aprobar las leyes prioritarias que requiere el Gobierno.

La pregunta no es ociosa: hace dos semanas, Carrió precipitó un final accidentado de sesión en la Cámara de Diputados cuando calificó de estúpidos a los legisladores progresistas en general y a Margarita Stolbizer en particular por negarse a tratar un proyecto para facilitar la donación de alimentos. “Me tienen harta”, exclamó Carrió y se retiró del recinto bajo el abucheo generalizado de la oposición.

Ante el escándalo, el presidente de la Cámara, Emilio Monzó, debió levantar la sesión. En el oficialismo no quieren ni imaginar la posibilidad que algo similar suceda durante el debate de las reformas tributaria, previsional y laboral que envió el Poder Ejecutivo. El mes próximo es clave para el Gobierno, que necesita que los distintos engranajes del Congreso funcionen a la perfección para que la segunda etapa de la gestión de Mauricio Macri se inaugure con las flamantes leyes ya sancionadas.

 

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