Cualquier actividad del ser humano implica necesariamente un impacto en el ambiente. Muchas veces sucede que un tipo de impacto está tan naturalizado que pasa desapercibido, como es el caso de la contaminación acústica en las ciudades. A diferencia de lo que la mayoría cree, el ruido es algo más que una consecuencia molesta e inevitable de la actividad urbana. Es un tipo de contaminación peligroso, con graves consecuencias para la salud de las personas afectadas.

No importa el cuidado que se tenga. Siempre que haya humanos, habrá impacto. Un tipo de impacto es la contaminación, es decir, la introducción en el ambiente de elementos que cambian sus propiedades y características naturales. Mucho se habla de la contaminación atmosférica y los gases de invernadero. De la contaminación de los mares, ríos y lagunas. El desborde de basura que crece exponencialmente ocupa agendas de asociaciones ambientales, medios de prensas y alimenta debates políticos de campaña. Pero poco se habla del peligro que representa para la vida urbana la constante presencia de altos niveles de ruido causada por la actividad urbana y, en la mayoría de los casos, sin ningún tipo de control o regulación por parte del estado. No es que no existan las normas. Simplemente sucede que muchas veces no se aplican.

Mucho más que una molestia

Las normas que controlan la emisión de ruidos suelen tener títulos como “Ruidos Molestos”. Esta denominación es problemática porque, si bien estas normas regulan los ruidos en función de una escala de nivel, el hecho de considerar a los ruidos como algo “molesto” le resta la gravedad que conllevan y al mismo tiempo le dan un sesgo de “subjetividad” a la problemática. Lo que me molesta a mí, puede no molestarte a vos. Pero los ruidos son una cosa mucho más que simplemente una molestia. La contaminación acústica tiene consecuencias en la calidad de vida: esto impacta directamente en la salud física y psíquica de los individuos afectados.

Un estudio realizado en Argentina por GAES Centros Auditivos, demostró que más de la mitad de la población encuestada (61%) se siente perturbada por ruidos molestos en sus casas o barrios, y un 49% en sus lugares de trabajo. Entre los ruidos más odiados se encuentran el del tráfico, con el 57%; las obras en construcción, con el 46%, y los ladridos, en un 37% de los casos.

Ruido que me haces mal

Aunque parezca exagerado, no lo es. Según la Organización Mundial de la Salud, lo máximo que soporta un ser humano son 70 decibeles. A partir de los 70 y hasta los 80, se pueden producir daños físicos y emocionales. Por ejemplo, 90 es el sonido de las sirenas de las ambulancias; 100 decibeles produce el motor de un colectivo en mal estado al frenar, y también el martillo mecánico; 110 soporta quien baila en un boliche; 120 generan los parlantes traseros de un automóvil a volúmenes altos; 130 produce un trueno, en 600 metros a la redonda, y 140, un jet inmediatamente antes del despegue.

El ruido puede ocasionar graves lesiones y trastornos, desde daño en el oído, enfermedades de tipo cardiovascular y trastornos psicológicos hasta irritabilidad o falta de deseo sexual.

Partiendo de lo obvio, los ruidos elevados pueden dañar el oído. Los sonidos con niveles superiores a los 140db pueden provocar pérdida auditiva permanente en todas las frecuencias, desde las agudas hasta las graves, y la elevación del umbral auditivo que puede ser temporal o permanente. Sin embargo, el ruido va mas allá e impacta de diversas maneras en nuestro cuerpo pudiendo generar dolores de cabeza, aumento del colesterol, alteraciones menstruales, aumento de la glucosa en sangre, etc. La lista es larga y preocupante.

Pero no solo son físicos los daños. La psiquis también acusa recibo del constante bombardeo sonoro. Estrés, insomnio, irritabilidad, síntomas depresivos, tendencia a la agresividad son algunas de las consecuencias de la exposición que sufrimos al ruido en la ciudades. Y después nos preguntamos por qué estamos tan nerviosos, ¿no?.

Una problemática social

El tema del ruido es grave y preocupante. Deteriora nuestra salud y calidad de vida. La contaminación acústica es un problema social. En parte faltan controles estatales que garanticen la seguridad de la ciudadanía, pero principalmente es un problema causado por el desinterés y el egoísmo. Es una cuestión de convivencia y respeto. Luego de tanto siglos viviendo en sociedades urbanas aun no hemos aprendido a vivir juntos, sobre las bases del respeto hacia los demás. Debemos comprender que todo lo que hacemos afecta al otro y que la empatía y el respeto son bases sólidas sobre las cuales podemos construir una mejor sociedad con la calidad de vida que nos merecemos. Hagamos el intento. La solución a éste y muchos otros de nuestros problemas se encuentra en un simple cambio de actitud.

Para saber más: “Guías para el ruido urbano” de la Organización Mundial de la Salud

 

Abel Sberna

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