En la Patagonia, el paisaje está marcado por la amplitud de la estepa, el viento constante y el movimiento de la fauna que la habita. En este escenario, el cauquén colorado (Chloephaga rubidiceps) es una presencia cada vez más rara. Se trata de un ganso migratorio que alguna vez fue habitual en la región, pero cuya población ha disminuido drásticamente en las últimas décadas, hasta el punto de estar considerado en peligro crítico de extinción.
A simple vista, podría confundirse con sus parientes más frecuentes, los cauquenes comunes (Chloephaga picta) y los cauquenes reales (Chloephaga poliocephala).
Pero el cauquén colorado es distinto: su cabeza, de un rojo ladrillo inconfundible, lo distingue en el paisaje. Su pecho es barrado, con plumas que parecen pinceladas cuidadosas de un artista. Se lo ha llamado también “ganso de cabeza colorada” o “ganso de los juncales”, aunque hoy podemos asociarlo más con otro nombre: el de “especie en peligro crítico”.

A pesar de su belleza y su adaptación a la dureza del viento patagónico, su población ha mermado dramáticamente en las últimas décadas. Donde antes se avistaban cientos, hoy apenas quedan rastros: se estima que no más de 700 individuos sobreviven en Argentina y Chile.
Se reproduce en el sur de la Patagonia, en zonas de pastizales bajos cercanos a cursos de agua. Con la llegada del invierno, viaja al norte, buscando los humedales y campos abiertos de Buenos Aires y el sur de Entre Ríos. Pero cada vez son menos los que regresan.
Amenazas y desafíos para su conservación
Las amenazas son muchas: la expansión de la frontera agropecuaria ha modificado su hábitat natural, el zorro gris introducido en Tierra del Fuego depreda sus nidos y, durante muchos años, fue considerado una plaga para los campos, lo que llevó a su caza indiscriminada.
Su canto, un sonido ronco y grave que antes se oía con frecuencia en los pastizales, es hoy un eco perdido en el viento.

A pesar del panorama desalentador, hay esfuerzos para revertir su destino. Desde 2006, se realizan censos y monitoreos de la especie en distintos puntos de la Patagonia y el sur bonaerense.
Se han creado reservas naturales para proteger su hábitat, como el Santuario del Cauquén Colorado en Buenos Aires y áreas protegidas en Santa Cruz, donde aún quedan algunas parejas nidificando.
Además, organizaciones como Ambiente Sur, la Fundación Vida Silvestre y el CONICET han desarrollado estudios sobre la especie, sus rutas migratorias y las principales amenazas que enfrenta. Investigaciones recientes han determinado que la recuperación de su población depende de la preservación de humedales clave y de un trabajo conjunto entre Argentina y Chile para evitar su extinción.
El cauquén colorado es un testimonio viviente del equilibrio frágil de la estepa. Quienes han tenido la suerte de verlo, saben que su presencia es un regalo.
Y también que es urgente protegerlo.
