Sergio Amaya, fundador del Ahumadero Ushuaia, convirtió una idea nacida sobre el Beagle en un emprendimiento que pone en valor los sabores del mar fueguino y que llegan del fin del mundo hasta Italia y Rusia.

En 2009, mientras navegaban el Canal Beagle, un ingeniero ruso y un marino mercante argentino comenzaron a imaginar un proyecto que diera valor agregado a los productos del mar fueguino. Así nació el Ahumadero Ushuaia, una pequeña empresa familiar que se convertiría en pionera en la transformación de centolla, centollón, mejillones y otros recursos locales, elaborando productos en conserva que hoy se encuentran en el aeropuerto de Ushuaia, el free shop Atlántico Sur y que han viajado hasta Italia o Rusia. 


Desde entonces, el emprendimiento fue creciendo, ampliando su gama de productos y ganándose un lugar entre los fueguinos que eligen regalar identidad cuando viajan. “Para los fueguinos es un producto que gusta. Cuando tienen que viajar, llevan este producto como algo que identifica a Tierra del Fuego”, explica Amaya. En el caso de los turistas, el vínculo con los productos del ahumadero también es fuerte porque “hay una gran promoción, sobre todo de lo que es la centolla. La oferta nuestra es la posibilidad de transportar la centolla fuera de la provincia sin cadena de frío”, señala.

Presentados en frascos o latas, y con formatos ahumados o naturales, estos productos ofrecen una alternativa para quienes quieren llevarse algo representativo del territorio. “Es la única posibilidad que uno tiene de llevarla en el bolso, en la cartera, en la valija, sin que vaya a tener problema”, agrega.


La clave está en el origen y la calidad de los recursos. “Sobre la calidad de los productos, creo que todas las respuestas que tenemos a diario lo dicen todo. Son productos realmente de muy buena calidad. Tenemos la posibilidad de trabajar con productos frescos, entonces eso nos garantiza que en la cadena productiva arrancamos con un estándar de calidad alto, que eso es clave”, destaca Amaya. Esa calidad, sumada a los sabores únicos del mar austral, se convierte también en parte de una identidad: no solo lo que se pesca, sino cómo se transforma, cómo se transporta, cómo se cuenta.

Pero detrás del éxito, Amaya expone con crudeza un escenario de precariedad estructural: no hay condiciones para que la pesca artesanal crezca. “Hoy el ahumadero está ocupado al cien por ciento de su capacidad operativa y de producción. Veo que hay mucho potencial en los productos que están disponibles. Pero hay cero facilidad en cuanto a la promoción y desarrollo. Las condiciones de trabajo son realmente malas. Los servicios peores aún. No existen directamente para todo lo que es la pesquería”.


Amaya reconoce que hay emprendimientos, trabajo y oficio. Lo que falta, señala, es una estrategia que los articule. “El sector pesquero artesanal está desarrollado por actores individuales o emprendimientos familiares que tienen un alcance limitado. No todos cuentan con algún lugar donde procesar las capturas, donde puedan proveerse de cadena de frío para conservación. No existen muelles de amarre y desamarre, descarga, aprovisionamiento. No existen varaderos. No hay lugar donde llevar a procesar los productos en una planta tercerizada. Toda esa cadena de producción hoy prácticamente no existe”. En medio del análisis sobre modelos de desarrollo para el mar argentino, Amaya aporta la pregunta central ¿Qué es lo que queremos hacer con toda esta provincia que tenemos?”.

Aunque Tierra del Fuego cuenta desde 2021 con una ley que regula la instalación de salmoneras en aguas provinciales (la Ley 1355, alcanzada luego de un trabajo interdisciplinario entre científicos, académicos y organizaciones civiles), su reglamentación sigue pendiente. Esa demora, junto con la ausencia de mecanismos sólidos de fiscalización, genera incertidumbre sobre cómo se controlarán en el futuro los usos del mar. 


A esta mirada interna sobre Tierra del Fuego, Amaya suma otra preocupación de escala binacional: la necesidad de unificar criterios de manejo en el canal Beagle, un territorio de recursos compartidos con Chile. “Dentro del canal Beagle nosotros tenemos un recurso compartido. Ellos trabajan sobre el mismo recurso con distintas condiciones reglamentarias respecto de la pesca de este lado. Venimos diciendo que es clave que las autoridades encuentren un punto donde la pesca sobre el recurso en las aguas compartidas esté concordante”, advierte. “Hay mucha diferencia entre las reglamentaciones de un lado y otro. Nosotros tenemos una fiscalización bastante importante, pero del otro lado es muy distinto. Eso también afecta”.

Desde el extremo sur del continente, los sabores del mar fueguino trazan una ruta que conecta identidad, oficio y proyección global. El caso del Ahumadero Ushuaia demuestra que, aún en un escenario adverso, la pesca artesanal puede transformarse en embajadora de un territorio. Pero para que ese potencial crezca, hace falta algo más que vocación emprendedora: se necesita una visión colectiva que entienda al mar no solo como recurso, sino como parte del proyecto de futuro de la provincia. Porque si Tierra del Fuego puede conquistar el mundo con lo que pesca, también debe poder cuidarlo, sostenerlo y hacerlo crecer desde sus propias orillas.

Fotos gentileza de Ahumadero Ushuaia

Deja tu comentario