Cuando las personas cumplen 40 años se suele hablar de crisis, planteos existenciales, reacomodo de piezas y un sinnúmero de connotaciones no muy felices, pero es cierto que, cuando se inaugura la cuarta década, uno empieza a hacerse preguntas sobre aquellas cosas que le hubiera gustado hacer cuando aún no había canas en los cabellos.
Debemos admitir que en pleno siglo XXI tener 40 años es estar aún muy lejos de la vejez: hoy por hoy, una persona de esa edad suele estar en buenas condiciones físicas y mentales, los avances de la ciencia y los nuevos modos de vida han hecho que las expectativas de supervivencia hayan crecido mucho.
Hace, quizás, 50 o 60 años, una persona de 40 ya era considerada un adulto en vías de retirada; hoy en día es considerada una gran edad para comenzar cosas. Sí, comenzar.
Muchas personas, una vez que logran cierta estabilidad laboral, sienten la necesidad de seguir estudios terciarios o superiores. Quizás porque no pudieron estudiar cuando acabaron la educación media, tal vez porque siguieron una carrera por mandato familiar y ahora pueden estudiar lo que realmente desean o simplemente quieren mejorar sus condiciones salariales.
El profesor Tomás Carrozza, de la Facultad de Ciencias Agrarias perteneciente a la Universidad Nacional de Mar del Plata sostiene que “inicialmente podría decir que (el hecho de que una persona estudie una carrera universitaria siendo adulto) responde a una cuestión de interés y materia pendiente”.
En ese sentido, Carrozza añade que “muchos de los casos que conozco son personas o con trabajo y/o con un título, que ven hacer una carrera como la oportunidad de aprender eso que ‘realmente les gusta’. La segunda carrera se ve como vocación, cosa que es bastante paradójica”.
A los 18 no deja de pesar muchas veces, y en ambientes de personas que tienen la posibilidad de estudiar, el tener que seguir una carrera que “sirva para vivir”.
“Uno de mis mejores amigos no pudo estudiar música, tal como era su deseo, y tuvo que estudiar ingeniería, porque los padres no lo dejaron elegir otra cosa; recién ahora, de grande y con una carrera hecha, tiene la posibilidad de elegir”, cuenta.
En el buscador de carreras aprendemas.com hay una sección especialmente pensada para los estudiantes mayores de 40 años y, en ella, algunos consejos que vale la pena replicar:
–Examina bien tu motivación. En general, la principal motivación para ir a la universidad después de los 40 es que tengas un deseo profundo de hacerlo. El desafío es grande y vas a necesitar mucha voluntad para llegar al final de tu carrera.
–Es probable que también veas la oportunidad de obtener mejores ingresos. Casi siempre un nivel mejor de educación se refleja en mayores ganancias económicas. Pero no siempre es así: recuerda que tendrás que competir en el mercado laboral con jóvenes que se graduaron antes que tú. Si tu trabajo es estable y te da la opción de acceder a mejores cargos, sin duda alguna, ir a la universidad es una gran idea.
–Evalúa tu disponibilidad de tiempo y recursos. Para estudiar vas a necesitar contar con un dinero extra. Harás gastos en matrícula, materiales de estudio y transporte, si te registras en una universidad presencial. Por eso debes asegurarte de que cuentas con suficiente dinero para estudiar.
–Pero no es solo cuestión monetaria. También tendrás que invertir una parte importante de tu tiempo en los estudios, si quieres hacer las cosas bien. Entrar a la universidad te restará tiempo para tu trabajo y tu familia. Asegúrate de que esto, a la larga, no te va a causar un problema difícil de resolver.
–Elige la modalidad que más te convenga. Básicamente, puedes escoger entre universidad presencial y universidad a distancia. Dentro de la modalidad presencial hay instituciones que imparten la enseñanza en horarios diurnos, pero también las hay con horarios nocturnos. La universidad a distancia tiene mucha mayor flexibilidad en términos de tiempo y desplazamientos, pero te exige gran autodisciplina. Aunque no son muchos, también existen los programas semi-presenciales, que alternan la modalidad presencial con la educación a distancia.
–Lo importante es que te tomes tu tiempo para reflexionar sobre cuál de todas estas opciones es la que más te conviene, en términos de motivación, costos, tiempo, calidad de aprendizaje, etc.
–No te dejes influenciar por los prejuicios. Quizás te digan que “loro viejo no aprende a hablar“, o que tienes una crisis de adolescencia tardía. La verdad es que estudiar, en cualquier momento de la vida, sólo significa que eres alguien con deseos de crecer y ser mejor.
Pero, por supuesto y como en cada ámbito de la vida, hay diferentes realidades. Matías Barrios, docente universitario en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, a cargo de materias sociales, cuenta que “la mayoría de los alumnos tienen esa edad y más, terminaron tarde el secundario y hacen su primera carrera; y son los primero en su familia en la universidad, lo hacen y lo ven como una salida laboral por ser carrera corta”
“La materia que yo dicto está orientada a que puedan comprender su lugar (y el de sus familias) en la estructura social, y el trabajo final que deben hacer revela sus aspiraciones que, en principio, eran solo laborales”.
Barrios amplía en la misma línea: “Lo que motiva a las mujeres a estudiar es la percepción que tienen respecto a una movilidad ascendente que les brinda una carrera terciaria” y cita como ejemplo el trabajo de una alumna mayor “ella escribe en su trabajo final que sentía que podía ir por más, que había un país que le brindaba la posibilidad de mejorar”.
“Es muy fuerte ver el impacto sobre ellas, hay una liberación de culpa, comprenden que su lugar no es una decisión personal, sino que son las condiciones sociales las que la ubican en ese lugar. Y lo que les pasa con sus padres, hay una comprensión hacia ellos, no eran flojos o débiles e ignorantes”, dice Matías, que también siente la emoción.
Sobre el trabajo final que deben hacer, el profesor Barrios cuenta que “al estudiar con una perspectiva histórica los cambios en las políticas socio económicas en la Argentina, pueden ver cómo sus abuelos y padres fueron afectados. Parte del trabajo final era hablar con ellos, ver su trayectoria y contextualizarlos, algunos trabajos reflejan una amorosa comprensión hacia ellos”.
Por supuesto que no todo es color de rosa. En el mundo del estudiante mayor también existe la decersión y muchas veces está ligada a la demanda de la vida diaria. Si hablamos de estudiantes mujeres, esa carga se multiplica y produce más casos de abandono.
Soledad Gallo, antropóloga y Jefa de trabajos prácticos de la materia Cultura Contemporánea en la Universidad de Tres de Febrero relata al respecto: “Hay una parte del alumnado, pero ya más de 50 años, que lo hace por placer para cumplir una etapa o un sueño. Mi madre, por ejemplo, se inscribió en la Licenciatura en Historia con más de 50 años, pero el entusiasmo no necesariamente se traduce en la obtención del título. Se inscriben y muchas veces no terminan de cursar el cuatrimestre porque la lectura les parece excesiva o simplemente no pueden manejar la demanda horaria que la carrera les exige”.
Otro aspecto interesante a la hora de analizar un poco los números y las estadísticas es la cuestión de género. La gran mayoría de los estudiantes mayores de 40 años son mujeres. Y no es un dato caprichoso: muchas veces pasa que fueron madres jóvenes y el momento del estudio les llega en el momento en que sus propios hijos se convierten en universitarios.
“En mi experiencia como alumna y como docente, la mayoría de los estudiantes mayores son mujeres que vienen de otras carreras y profesiones, o son amas de casa que cursaron algunos talleres previos y se embarcan en la carrera una vez que los hijos son grandes o son ya jubiladas. Señores hay pocos, a veces ninguno”, detalla Danila Suárez Tomé, quien enseña las materias Gnoseología y Filosofía Feminista en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.
Según Suárez Tomé, “se toman la carrera con mucha tranquilidad y seriedad por lo general, es muy distinta su disposicón a quienes salieron recién del secundario, naturalmente. No tienen cierta ansiedad obvia del estudiante con una carrera profesional por desarrollar”.
Y a continuación, Danila, cuenta la mejor anécdota, casi por casualidad: “recuerdo a una señora, jubilada, que cursó conmigo gnoseología (soy ayudante de prácticos, la titular es Diana Maffía) y me contó que era la única materia que le había quedado luego de haber tenido que interrumpir su carrera durante la dictadura. Había hecho muchos tramites y logrado inscribirse para terminarla y poder obtener su título. Fue bastante lindo cuando aprobó”.
Entonces puede salir o no, quizás la carrera encanta o no era lo que realmente esperaban, tal vez el ritmo es pegadizo y rejuvenecedor o tan agotador que hace claudicar, en una de esas el entusiasmo dura un cuatrimestre… o toda una dictadura militar…
María Fernanda Rossi