Una expedición en el Parque Interjurisdiccional Isla Pingüino de Santa Cruz se propone relevar los bosques de macroalgas, abundantes en la zona. Ariel Rodríguez, intendente del área protegida, cuenta por qué son importantes estos trabajos de investigación e invita a conocer un lugar único de la costa argentina.

Durante toda una semana, un equipo interdisciplinario compuesto por siete participantes, se propone bucear en el Parque Interjurisdiccional Isla Pingüino para conocer más y recabar información sobre un ecosistema de enorme valor ambiental como son los bosques de kelp. 

Se trata de una expedición realizada por la Fundación Por el Mar en colaboración con Fundación Conociendo Nuestra Casa, y los prestadores de servicios Puerto Penacho y Los Vikingos, con un equipo compuesto por siete participantes, todos profesionales de la biología. “Algunos son buzos científicos, hay especialistas en tiburones y también camarógrafos, que son quienes llevan adelante las filmaciones que permitirán identificar las especies”, cuenta Ariel Rodríguez, intendente del Parque. Esta acción en Puerto Deseado.

Rodríguez, quien lleva un año y medio trabajando en el lugar, detalla por qué son importantes este tipo de proyectos: “Requerimos investigaciones que desarrollen distintas actividades para poder obtener más información que permita tomar decisiones adecuadas sobre el manejo del área. De esa forma se manejan todas las áreas protegidas del mundo”.

En este caso, el objeto de investigación es específico y de gran importancia ecosistémica: los maravillosos bosques de macroalgas. “Estamos tratando de conocer mejor su distribución, que ya puede identificarse por los manchones que se ven en las imágenes áreas. Los bosques albergan una gran biodiversidad, muy importante en el ecosistema marino: queremos conocer mejor esa biodiversidad y saber cómo interactúan las especies dentro de esos bosques, que son áreas de protección, de reproducción, de cría y de alimentación. En estos bosques prácticamente es donde nace la vida marina”.

Rodríguez explica que, además, es mediante la recopilación de información que puede mejorarse la preservación: “El conocimiento facilita la protección porque sabes cómo interactúan estas especies en el ecosistema y eso es clave para saber cuáles son las áreas de mayor valor de conservación y en cuáles otras se puede llegar a desarrollar una actividad productiva sostenible. Las decisiones siempre hay que tomarlas con la mayor información científica, y también ciudadana: hay saberes culturales locales que hay que escuchar. Mixturando ambos conocimientos podremos sacar las mejores conclusiones”.

Ariel es buzo hace muchos años, pero él mismo no había logrado sumergirse en las aguas del Parque sino hasta hace muy poco tiempo: “No tenía compañero con quien realizar la actividad, hasta unas semanas atrás cuando pude hacerlo con Javier Fernández (de Darwin Expediciones), porque necesitábamos buscar fondeos para las embarcaciones en Isla Pingüino. Entonces dimos con un ancla histórica -que ya había sido encontrada en diciembre- que resultó muy importante para nosotros, porque pudimos relevar y hacer un registro de los objetos arqueológicos”.

La riqueza histórica también habita en nuestro mar, y convive con sus maravillas naturales. Rodríguez dice estar “muy feliz” por sus primeras experiencias de buceo en los bosques de macroalgas: “Es verdaderamente como estar en un bosque. Uno está acostumbrado a escuchar esa palabra asociada a los bosques cordilleranos o las selvas, pero la verdad es que cumplen exactamente el mismo rol. Incluso tienen las mismas alturas, porque las Macrosystis superan los 15 metros de altura, están adheridas al fondo y en ellas viven un sinnúmero de especies, tanto vegetales como otras algas, moluscos, bivalvos, estrellas de mar… Hay absolutamente de todo”.

Ariel cuenta también que en sus experiencias de buceo encontraron “muchas crías de centolla, lo que indica que se trata de un área de reproducción y cría para esta especie, que después se va para mar profundo. Esto demuestra el enorme valor de conservación que tiene el área como zona de producción primaria y de importancia para los sistemas económicos”.

La divulgación es otro de los objetivos que se proponen este tipo de expediciones, una pata fundamental para la preservación de los ecosistemas y para comprender el rol de la biodiversidad marina en cuestiones fundamentales como el cambio climático. Según Rodríguez, “la información nos permitirá contar con técnicas para la educación ambiental y a poder interpretar mejor lo que ocurre en el ecosistema marino. Llevarlo a la comunidad, de una manera sencilla, afable, es clave para que se entienda en todos los niveles la importancia de preservar el ecosistema marino; conservando estas áreas costero-marinas, protegemos el desarrollo de especies que después llegan a la comunidad a través de distintos servicios, no solamente económicos sino también ecosistémicos, como la captura de carbono que es fundamental para el cambio climático”.

“La vida sobre el planeta tierra surge en el mar, entonces es como volver a la fuente. Hemos conservado muchísimos años ecosistemas terrestres y nos estamos dando cuenta, como estrategia a nivel mundial, que el océano también hay que protegerlo, con todas sus especies. El cambio climático afecta por el derretimiento de los glaciares, la pérdida de salinidad en los mares en algunos sectores que afecta a las corrientes marinas y éstas al clima: la nubosidad, las precipitaciones, los vientos. Todo se relaciona con todo y hoy somos partícipes clave para tomar decisiones y poder revertir algunas cuestiones”.

El Parque Interjurisdiccional resulta un punto de estudio muy importante, que continúa en análisis permanente, más allá de esta expedición: “La semana que viene estaremos haciendo un curso financiado por la Unesco sobre identificación de zonas intermareales. Nos facilitan el equipamiento para el monitoreo: va a ser una linda experiencia realizar este trabajo aquí y enviar los datos al CENPAT (Centro Nacional Patagónico, dependiente del CONICET). Es muy bueno porque se abren un montón de puertas a partir del trabajo realizado aquí”.

Pero Isla Pingüino no es un lugar al que pueden acceder sólo los investigadores. De hecho, es el único lugar en Argentina donde resulta accesible visitar una colonia del pingüino penacho amarillo, ya que las otras dos que existen en el país se encuentran, una en Islas Malvinas, y la otra al este de Isla de los Estados, en Tierra del Fuego. “La Isla se encuentra 45 minutos de navegación y existen en Puerto Deseado tres prestadores turísticos que realizan excursiones”, detalla Ariel Rodríguez, quien además cuenta que, de las 15 islas que posee el parque, Isla Pingüino es la que posee la mayor cantidad de flora y fauna, con presencia de cormoranes, gaviotín austral y varias especies más que pueden verse durante el viaje hacia la isla como albatros de ceja negra, toninas, delfines oscuros, ballenas y orcas.

“Tenemos absolutamente de todo. Son 160 mil hectáreas de área protegida, en esta porción del Mar Argentino bañado por la corriente costera patagónica que se origina en Malvinas. Incluso hay colonias reproductivas de lobo marino de uno y dos pelos. Si esta es la presencia de bichos que nosotros podemos ver, ni imaginarse lo que hay abajo, que es lo que sustenta todo eso. Cualquiera que lo visité se va a sorprender, de la misma manera que a mí me flasheó la primera vez que visité la Isla. Realmente es un lugar de contacto pleno con la naturaleza”.

Lucía Fernández Hadid

Foto portada y fotos subacuáticas: Caro Pantano
Fotos aéreas y en embarcación: Joel Reyero
Foto pingüinos: Darwin Expeditions

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