Un panel de 386 expertos de todo el mundo, del que participaron cinco especialistas del CONICET, acordó 46 declaraciones y 57 recomendaciones para poner fin a esta persistente amenaza mundial a la salud pública. El informe fue publicado en Nature.

Un grupo multidisciplinario de casi cuatrocientos académicos de 112 países, articulados a partir de un estudio Delphi, arribó por consenso a una serie de declaraciones y recomendaciones destinadas a poner fin al COVID-19 como amenaza para la salud pública mundial. Del panel internacional, participaron una científica y cuatro científicos del CONICET de distintos institutos: Andrea Pineda Rojas, Jorge Aliaga, Rodrigo Quiroga, Daniel Feierstein y Daniel Maceira. Las 46 declaraciones y 57 recomendaciones consensuadas por el panel de expertos fueron publicadas hoy en la prestigiosa revista Nature.

“Los estudios Delphi se basan en un método iterativo en el cual un grupo de expertos responde un cuestionario con el objeto de obtener consenso sobre un tema. Las preguntas se van modificando en sucesivas etapas (o rondas) de acuerdo a la opinión de los participantes hasta que el proceso se estabiliza y quedan sólo aquellas declaraciones y recomendaciones que obtienen un alto grado de consenso. En este caso, se abordaron seis aspectos de la gestión de la pandemia que se consideran clave: 1) comunicación, 2) sistemas sanitarios, 3) vacunación, 4) prevención, 5) tratamiento y atención, y 6) desigualdades. Nosotros fuimos invitados a participar por haber estudiado y trabajado en algunos de esos temas”, explica Pineda Rojas, doctora en ciencias de la atmósfera y los océanos e investigadora del CONICET en el Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera (CIMA, CONICET-UBA).

El panel se conformó a partir de un grupo inicial que tomó la iniciativa de invitar (por medio de un mecanismo anónimo) a otros colegas a participar del estudio. “Creo que este mecanismo es muy adecuado para poder generar documentos que resuman características generales de situaciones donde siempre habrá diferencias regionales o nacionales”, señala el físico Jorge Aliaga, físico e investigador del Consejo en el Departamento de Física de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (FCEN, UBA) y también profesor de la Universidad Nacional de Hurlingham (UNAHUR).

Balances y perspectivas en torno a la pandemia

Amén de que actualmente el desarrollo de las vacunas y la implementación vacunación masiva lograron reducir considerablemente los riesgos vinculados a la pandemia de COVID-19, para los especialistas es muy importante atender a las recomendaciones consensuadas, no solo porque la pandemia aún no terminó y el virus que transmite el COVID-19 continúa mutando rápidamente, sino también porque la pandemia implica desafíos actuales vinculados a la elaboración de lo sucedido y a la construcción de aprendizajes que sirvan para no volver a cometer en el futuro ciertos errores que ocurrieron en el abordaje del COVID-19.

“En gran parte del mundo occidental no solo hubo fallas relevantes en la posibilidad de lidiar con la situación de incertidumbre que generó la aparición de un virus nuevo y desconocido, sino que, en el momento actual, hay una especie de pacto denegativo por el cual el tema ha desaparecido del debate público, en relación a observar la persistencia de secuelas, la potencialidad de mutaciones y, sobre todo, en la necesidad de elaborar los sufrimientos vividos y construir aprendizajes hacia el futuro. Este documento busca, por el contrario, colaborar en la construcción de un balance colectivo sobre el presente y futuro de las políticas de salud pública y prevención general”, indica Feierstein, sociólogo e investigador del CONICET en el Centro de Estudios sobre Genocidio de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (CEG, UNTREF).

Al respecto, Rodrigo Quiroga, bioquímico e investigador del Consejo en el Instituto de Investigaciones en Físico-Química de Córdoba (INFIQC, CONICET-UNC), agrega: “A pesar de la enorme reducción del riesgo que significó la vacunación masiva de la población, la COVID-19 sigue siendo la enfermedad respiratoria más grave en cuanto a cantidad de internaciones y fallecidos, y sabemos que incluso en casos leves puede generar un deterioro de la salud a largo plazo. Es un error equipararla a la gripe. Adicionalmente, el virus que la causa, SARS-COV-2 hace muy poco tiempo que infecta a seres humanos y su evolución continúa a pasos agigantados. Es importante que podamos ir adaptando nuestras respuestas frente a un virus que también se va adaptando. Un gran ejemplo es el reciente comunicado del Ministerio de Salud de Nación, que convoca a mayores de 50 años a colocarse una tercera dosis de refuerzo dado el impacto de las actuales olas de contagios en Europa”.

La pandemia y los problemas de comunicación

Uno de los aspectos del abordaje de la pandemia al que el documento consensuado presta mucha atención es el de la comunicación. De hecho, una de las recomendaciones con mayor consenso entre los expertos consultados señala que “Los líderes comunitarios, los expertos científicos y las autoridades de salud pública deben colaborar para desarrollar mensajes de salud pública que mejoren la confianza individual y comunitaria y utilicen los medios preferidos de comunicación para diferentes poblaciones”.

De acuerdo con Feierstein, la importancia otorgada a la cuestión de la comunicación responde a que, durante la pandemia, uno de los errores más comunes, en muchos países del mundo, fue el de ignorar las numerosas mediaciones entre voluntad pública y comportamiento social. Para el sociólogo, esta relación no es ni automática ni transparente, sino que requiere tanto de niveles importantes de confianza en la palabra pública como de conocer las características de funcionamiento de las sociedades en las que se proponen medidas de acción pública. “Es por ello que muchas recomendaciones atienden a la necesidad de comprender estas mediaciones, a involucrar a un conjunto mucho mayor de actores sociales y a recomponer la posibilidad estatal de diseño e implementación de políticas de prevención en salud”, advierte.

Pandemia y desigualdad

Las posibilidades de dar respuesta a la pandemia fueron muy desiguales a lo largo del globo, así como al interior de las distintas sociedades. En ese sentido, hay un importante consenso entre los expertos en que la decisión de la mayoría de los países de ingresos altos de proteger los derechos de propiedad intelectual de las vacunas y los tratamientos contra la COVID-19 contribuyó a que las opciones para afrontar la pandemia disponibles en los países de ingresos bajos y medianos fueran limitadas.

A partir de ese diagnóstico respecto de lo ocurrido, también hay coincidencia a la hora de señalar que la preparación y la respuesta ante una pandemia deben considerar las desigualdades sociales y de salud preexistentes. También hay acuerdo en indicar que las organizaciones mundiales de comercio y salud deben coordinarse con los países para negociar la transferencia de tecnologías que permitan a los fabricantes de países de ingresos bajos y medianos desarrollar vacunas, pruebas y tratamientos asequibles y de calidad asegurada.

De acuerdo con Aliaga, desde el inicio la pandemia mostró la diferencia de respuesta entre los países desarrollados y aquellos con menos recursos, así como, dentro de cada país, entre aquellos que podían privilegiar su salud y los que debían retomar actividades con un alto riesgo porque no tenían para comer. “El documento pone énfasis en que debe haber acceso equitativo a vacunas, pruebas diagnósticas -a los que en muchos países sólo se accede pagando- y tratamientos. También propone facilitar la transferencia de tecnología y recomienda tener en cuenta las desigualdades al momento de elaborar las respuestas ante una pandemia”, señala el físico.

Al respecto, Quiroga enfatiza: “Tal como señala Jorge, los países periféricos tuvieron muchas más dificultades para prevenir contagios, pero también para procurar vacunas y tratamientos. Incluso dentro de cada país, los más impactados por la pandemia fueron las personas de menores recursos. Tuvieron menos acceso a la información, a medidas de cuidado personal como barbijos de calidad, menos capacidad de trabajo remoto, mayor exposición laboral y familiar (sabemos que el riesgo es mayor para hogares numerosos y multi-generacionales), y mayores tasas de COVID prolongado o secuelas a largo plazo. La pandemia no redujo, sino que profundizó las inequidades preexistentes”.

La importancia de la ventilación y de las máscaras faciales bien ajustadas

Entre las recomendaciones vinculadas a la prevención, el documento señala que todos los países deben adoptar un enfoque de “vacunas plus” que incluya una combinación de vacunación contra la COVID-19, así como medidas de prevención, tratamiento y apoyo económico.

Así mismo, otras de las declaraciones y recomendaciones consensuadas en el documento insisten en destacar que la COVID-19 es una enfermedad que se transmite principalmente por aire, y por eso el riesgo de transmisión aumenta en áreas interiores con poca ventilación.

En este sentido, la declaración recomienda que los gobiernos regulen e incentiven el desarrollo y la implementación de medidas estructurales de prevención, vinculadas a la ventilación y filtración de aire. También destaca la importancia del uso generalizado de máscaras faciales de alta filtración y bien ajustadas (N95, KF94, KN95, FFP2/3), particularmente en entornos de alto riesgo.

“Es central que la gente incorpore a sus costumbres la importancia que tiene que el aire que respiramos sea ‘saludable’ de la misma forma en que cuidamos que el agua que consumimos sea potable. Hemos aprendido que hay situaciones donde el aire tiene contaminantes tóxicos, ya sea por fenómenos naturales como erupciones volcánicas o por la actividad humana. Pero en general cuando estamos en ambientes cerrados compartiendo el aire respirado con otras personas, que es donde pasamos la mayor parte del tiempo, olvidamos que se acumulan patógenos que pueden quedar en suspensión en el aire por bastante tiempo si no se ventila o filtra adecuadamente. Esto genera una alta incidencia de enfermedades respiratorias, que pueden evitarse”, señala Aliaga.

Al respecto, Pineda Rojas agrega: “A partir de algunos estudios científicos publicados durante la pandemia, se cree que la mayoría de las enfermedades respiratorias se transmiten por aire. En ese sentido, la implementación de las medidas de prevención relacionadas con la calidad del aire ayudaría a reducir la incidencia de otras enfermedades respiratorias, incluso algunas que aparezcan en el futuro. Por eso, en varias partes del mundo como Canadá, Reino Unido, Bélgica y algunos estados de Estados Unidos ya están aplicando en escuelas medidas básicas como el filtrado de aire”.

La pandemia: un fenómeno eminentemente social

Tal como se destaca en el abstract del documento publicado en Nature, tres de las declaraciones con mayor nivel de consenso enfatizan en señalar la necesidad de enfoques de la COVID-19 que involucren a toda la sociedad, así como la participación de los gobiernos.

Feierstein destaca que la pandemia es un fenómeno eminentemente social, aunque en muchos casos ha sido tratado como un evento biológico o médico. De acuerdo con el sociólogo, los elementos que explican la propagación del virus en la población no tienen que ver solo ni fundamentalmente con las características del virus sino con el tipo de comportamientos sociales que lo facilitan u obstaculizan (formas de desplazamientos de población humana, características de los encuentros humanos, actividades que se realizan, disposición de los ambientes en que ocurren, entre otros). “Por otra parte, la acción social se encuentra mediada por numerosos actores. Por ejemplo, en América Latina existen muchas regiones en las que el Estado tiene serias dificultades para acceder, pero en las cuales existen organizaciones de carácter territorial -sectores de distintos cultos, grupos de economía popular, comedores, organizaciones de trabajadores desocupados, entre muchas otras- cuya capacidad de incidencia en los comportamientos sociales y la construcción de confianza en dichas poblaciones es muy superior. Ello vuelve imprescindible la articulación de políticas públicas con todos estos actores, muy en especial en momentos de catástrofe”, afirma.

En este mismo sentido, Quiroga destaca la necesidad de que fenómenos como la pandemia de COVID-19 reciban un abordaje multidisciplinario: “La interacción multidisciplinaria entre los sistemas políticos, científicos y de salud pública es fundamental para poder montar una respuesta eficiente. Lamentablemente estas interacciones se dieron de manera fugaz y espasmódica. Para estar mejor preparados frente a futuras emergencias de salud, deberíamos institucionalizar y profundizar esas interacciones para sostenerlas en el tiempo”, concluye el bioquímico.

Fuente: CONICET

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