Poco menos de un mes ha pasado desde que la plataforma Larsen C de la Península Antártica perdió el 10% de su área de hielo, cuando un iceberg cuatro veces el tamaño de Londres se desprendió. Desde entonces Anna Hogg, de la Universidad de Leeds, y Hilmar Gudmundsson, de la British Antarctic Survey (BAS), han venido monitoreando el progreso del desprendimiento de del iceberg ahora conocido como A68, a través de imágenes captadas por el satélite Copernicus Sentinel-1 de la Agencia Espacial Europea (ESA).

Las observaciones muestran que desde el 12 de julio, cuando se completó la fragmentación, el iceberg se ha alejado ya 5 kilómetros de la plataforma de hielo y en paralelo se han formado unos 11 icebergs más pequeños, el más grande de ellos, de más de 13 kilómetros de largo, a partir del A68 y Larsen C.

Se aprecia además que las grietas restantes continúan creciendo hacia la llamada la Elevación del hielo de Bawden, que proporciona apoyo estructural importante para la plataforma. Si esta lo pierde por un adelgazamiento sostenido, puede provocar “una aceleración significativa de la velocidad del hielo y posiblemente una mayor desestabilización aun”.

En un artículo publicado esta semana en la revista Nature Climate Change, Hogg y Gudmundsson señalan también que el fraccionamiento de Larsen C no necesariamente se ha debido a cambios en las condiciones ambientales, como el calentamiento global y el consecuente aumento de las temperaturas del mar, sino que simplemente puede reflejar “el crecimiento natural y el ciclo de desintegración de una plataforma de hielo”.

El bloque desprendido consta de un billón de toneladas métricas de hielo y tiene un área de 5.800 km cuadrados y si bien su derretimiento no aportaría al incremento del nivel de las aguas del océano, el futuro del casquete de hielo en la Antártida, con cerca de 54.000 kilómetros cuadrados sí preocupa.

La evidencia geológica sugiere que la desintegración de la plataforma de hielo de esta magnitud no es la primera, aunque antes de 2002 la plataforma de hielo Larsen-B permaneció intacta durante los últimos 11.000 años. Mientras que las plataformas de hielo antárticas están en contacto directo con la atmósfera y los océanos circundantes y, por lo tanto, sujetas a cambios en las condiciones ambientales, también pasan por ciclos repetidos de crecimiento y colapso impulsados ​​internamente.

Mientras la Antártida ha registrado en años recientes máximos históricos de hielos, no parece suceder lo mismo al otro lado del planeta, en el Ártico. Mientras en el Polo Sur tenemos un continente rodeado por mar, al norte lo que hay es un océano circundado por tierra (el Polo Norte es un punto en medio del helado Océano Ártico, mientras que el Polo Sur se ubica en tierra firme). De ahí que el hielo y las aguas se comporten distinto. Mientras aumenta y decrece el hielo cíclicamente en cada estación para el Polo Sur, en el Ártico la historia es distinta: la extensión máxima del hielo ahí ha disminuido en un promedio de 2,8% por década desde 1979, según registró la NASA el año pasado.

Fuente: nmas1.org

 

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