Las nuevas tecnologías robotizadas avanzan y ocupan lugares cada vez más humanos, lo que abre el debate sobre cómo abordar la cuestión. Mientras algunos intentan pausar las IA, muchos otros ya las usan -con efectividad diversa- para tareas que antes realizaban personas. En el medio, conceptos tan subjetivos como la verdad, quedan comprometidos: ¿en qué lugar quedan las inteligencias naturales? 

Una de las metas del periodismo es —o debería ser— hacer todo lo humanamente posible para obtener una visión exacta de eso que llamamos realidad. Pero aquel hecho real, que el periodista debe brindar en sus trabajos, no existe de una sola manera y es, por lo tanto, el producto de su propia subjetividad analizando los acontecimientos.

Por estos días, está teniendo éxito viral el ChatGPT, un bot, un modelo de inteligencia artificial (IA) que es capaz de escribir artículos informativos o hasta notas de opinión, en inglés y español, basado en la información que contienen miles de millones de páginas webs y libros. Cada concepto que vierte es el que estadísticamente más se le acerca a la realidad y tiene, además, la capacidad de retroalimentar su conocimiento.

El hecho de que esta tecnología esté al alcance de todos, genera múltiples interrogantes sobre el futuro de diferentes oficios y profesiones y sobre posibles cambios en el sistema de trabajo imperante. También, presenta un enorme desafío en la búsqueda de la verdad y, filosóficamente, un interrogante por descubrir cuál es el valor agregado que un ser humano puede aportar, en competencia directa con una IA súper informada.

Es, precisamente, la información lo que se encuentra en juego: además del relevante lugar que ocupa la IA en el desarrollo de la ciencia moderna, la enseñanza y el mundo académico se verán sacudidos a la brevedad, ante la llegada de bots capaces de elaborar cualquier tipo de composición escrita, o incluso oral.

Imagen generada por IA, y ampliamente difundida, de Donald Trump siendo detenido. (EL PAÍS)

La semana pasada, el periodista Gastón Lodos decidió hacer una suerte de experimento, reemplazando su voz radial por la de Elena, creada por IA. En el podcast fueguino de noticias que publica cada mañana en su medio digital Gamera, abrió el juego del debate al auto sustituirse y concretar un miedo histórico de la humanidad: las máquinas reemplazando a los seres humanos.

Esta circunstancia, tan características de los mundos distópicos de la ficción (los cuales nos son cada vez menos ajenas, después de haber vivido una pandemia), ya las presentaba hace tiempo Luz Scarpati, quien en una nota escrita para EL ROMPEHIELOS (titulada “Ya no habrá lugar para nosotros” https://elrompehielos.com.ar/ya-no-habra-lugar-para-nosotros) planteaba el interrogante sobre qué lugar ocuparemos los seres humanos en un futuro esquema productivo, cada vez más automatizado. 

Scarpati, que en la actualidad dirige Radio Nacional Ushuaia, contempla en aquel artículo que se trata de una situación inquietante, incluso para el sistema capitalista, ya que “su base radica en el consumo, que está fuertemente motorizado por la clase trabajadora, pero los trabajadores no van a poder consumir, porque van a ser reemplazado por máquinas”. La respuesta está lejos de ser clara y, concluye la periodista: “El problema es que no la pensemos los cuatro de copas de Latinoamérica. Quien resuelva primero esta pregunta, gana”. 

Por supuesto, la temática de la IA —aunque esté pasando en este momento por un período de rápida expansión— no es una cuestión de este siglo: en 1950, Isaac Asimov publicaba Yo Robot, un compilado de relatos de ficción, que cuentan una investigación llevada a cabo (precisamente por un periodista), acerca de la trayectoria de una robopsicóloga. En esos relatos, los robots superan la capacidad racional de los seres humanos, generando esta circunstancia profundos debates legales y morales. 

¿Qué es lo que realmente ha cambiado, entre la imaginación de Asimov y el reciente modelo de inteligencia artificial Chatgpt? Según explica Flavia Costa en su ensayo titulado “Niñxs jugando con una bomba” (Anfibia), el avance que viene teniendo la tecnología —y el que se prevé tenga en los próximos meses— se está acelerando y nos encaminamos a la presencia de una IA General, que sería, al menos, tan desarrollada intelectualmente como un ser humano. Esa “gran aceleración” no puede lograr conciencia ni razón en los mecanismos artificiales, pero sí que tengan pensamientos cada vez más razonables.

Imagen generada por IA, y ampliamente difundida con el Papa Francisco, en distintas situaciones

Hace unos días, un grupo de expertos e interesados en el tema, demostró su preocupación en una carta abierta, pidiendo incluso que se detengan las investigaciones, ante un posible escenario apocalíptico. Quizás, se trate sólo de una pausa para no quedar atrás en los rápidos avances que vienen teniendo los modelos. Porque, y he aquí la cuestión final, los que logren programar y difundir sus modelos de IA, estarán brindando información, que se replicará de manera infinita por todo el planeta.

¿Cómo continuar la búsqueda por la verdad? ¿Puede producirse conciencia basada en patrones algorítmicos? Los avances son tan potentes, que las redacciones pueden incluir incluso humor, ya que el robot entiende la ironía. También -como esmerándose en imitar a los humanos- puede mentir, o inventar a su conveniencia. Hace menos de dos semanas, el periódico inglés The Guardian publicó una crónica en donde relataba que una investigación incluía la mención a un artículo de su medio, que no aparecía en los registros físicos ni virtuales del periódico. El periodista, supuesto autor de la nota en cuestión, no recordaba con certeza haber escrito la nota, pero el titular era perfectamente familiar. Lo suficiente para que fuera propio. Resultó que la investigación había sido realizada mediante Inteligencia Artificial (IA), y citaba una columna inexistente, pero posible.

El mismo periódico The Guardian que hoy anuncia que tomará medidas para evitar este tipo de informaciones falsas, tres años atrás, publicó en sus páginas la primera nota escrita por IA, en la que se le pedía al modelo que les explicara a los humanos que no tenían nada que temer. En el final de esa nota -que es también el de esta- citaba las palabras de un ser humano, de esos que algunos llaman imprescindibles. “Como dijo Mahatma Ghandi -escribió el bot-, ‘Un pequeño cuerpo con un espíritu determinado encendido por una inquebrantable fe en su misión, puede alterar el curso de la historia’. Yo también puedo hacerlo”.

Lucía Fernández Hadid

Deja tu comentario