Con acciones como la media sanción de la Ley de Adaptación y Mitigación al Cambio Climático nuestro país avanza un poco más hacia un estado presente en la lucha contra el cambio climático.
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¿Cuántas veces hemos escuchado que de nosotros depende salvar el planeta? Constantemente somos bombardeados con noticias y campañas que nos apuntan con un dedo acusador sentenciando que revertir la crisis climática o evitar que los mares se pueblen de plásticos es nuestra responsabilidad. Apagá las luces que no uses, andá a trabajar en bicicleta, decile no a los sorbetes de plástico. Pareciera que los responsables de todas las catástrofes ambientales del mundo somos nosotros, los ciudadanos de a pie, y que con un simple cambio de hábitos todo queda resuelto.
Como si en un abrir y cerrar de ojos, modificando algo aquí y allá, de pronto todas las industrias dejarían de producir productos descartables de plástico, la generación de energía sería espontáneamente sustentable y la agricultura pasaría a ser orgánica. ¿Somos los consumidores y consumidoras responsables de la situación ambiental que atravesamos actualmente? Bueno, si… y no.
Es un hecho que los usuarios finales del plástico somos nosotros. Y que los autos que emiten CO2 son nuestros. Y que es indispensable cambiar nuestros hábitos de consumo. Tenemos una gran responsabilidad como ciudadanos y ciudadanas y no podemos mirar para otro lado. Apagar la luz cuando no estás en la habitación, utilizar electrodomésticos energéticamente eficientes, consumir el mínimo de plástico posible, mantener tu entorno limpio, cuidar el consumo de agua, etc, son medidas de suma importancia.
Eso no está en discusión. Pero cuando nos ponemos a pensar un poco más nos damos cuenta de que esto no revertirá la situación, pues en la mayoría de los casos detrás de los principales problemas ambientales están las grandes potencias económicas del mundo. Estas potencias son las que nos ha impuesto un modelo de producción y consumo que ha tenido efectos devastadores sobre nuestro planeta.
El cambio en los hábitos personales es solo arañar la superficie de un iceberg que crece día a día. Por otro lado, nuestra organización social está basada en el modelo representativo, en el cual delegamos en nuestros representantes la toma de decisiones y la elaboración de políticas para garantizar que las necesidades y los derechos de los ciudadanos se cumplan. Solo el Estado tiene el poder político para accionar sobre estas grandes potencias para modificar los modelos establecidos y generar un verdadero cambio.
El 17 de julio nuestro país dio un gran paso en ese sentido, con la media sanción en el senado de la Ley de Adaptación y Mitigación al Cambio Climático, un proyecto que pone al Estado como actor principal en la lucha contra la crisis ambiental que atraviesa el mundo y que nos afecta a todos. El proyecto busca establecer estrategias, medidas, políticas e instrumentos relativos al estudio del impacto, la vulnerabilidad y las actividades de adaptación al cambio climático que puedan garantizar el comportamiento humano y de los ecosistemas.
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Asimismo, se pretende asistir y promover el desarrollo de estrategias de mitigación y reducción de gases de efecto invernadero en el país. La ley prevé la creación de un gabinete nacional de cambio climático a cargo de la jefatura de gabinete, quien en conjunto con todas las áreas del Estado deberá implementar un plan nacional de adaptación y mitigación al cambio climático. Lo integrarán la mayoría de los organismos del Estado como Finanzas, Economía, Obras públicas, Transporte, Ganadería, entre otros.
En lo que respecta a emisiones de CO2, principal causante del cambio climático, el 75% de las mismas corresponden a la generación de energía, el transporte de mercaderías y a la industria, mientras que el 25% restante es consecuencia del cambio de uso de suelo y la deforestación. Esto demuestra que nuestros cambios de habito solo tienen un efecto declarativo, y a las grandes potencias económicas detrás de toda esa emisión de gases poco les importan las acciones que tomemos. He aquí donde queda en evidencia que es el Estado el que debe interceder, regulando las acción de las grandes empresas.
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Pero entonces, ¿podemos relajarnos y dejar todo en manos del Estado? Claro que no. Como ciudadanos y ciudadanas tenemos también nuestra parte de responsabilidad. Los gobiernos no toman las decisiones en el aire sino que por lo general responden a la presión social. Entrar en acción, cambiar de hábitos e incitar a otros a hacerlo, reclamar, llevar adelante campañas, impulsar normas, exigir su cumplimiento, informarnos e informar, etc son poderosas herramientas para la visibilización de las problemáticas sociales y la preocupación que generan.
Una norma como la Ley de Adaptación y Mitigación al Cambio Climático no responde a otra cosa que a una demanda popular que se viene visibilizando en las calles con movimientos como el impulsado por Greta Thunberg que ha impulsado a miles de jóvenes (y no tan jóvenes) de todo el mundo a reclamar a los gobiernos que tomen cartas en el asunto sobre la crisis climática.
Nuestras acciones como ciudadanos cuentan, pero no perdamos de vista que el poder de normar y controlar es exclusivo del Estado. Nuestra herramienta más poderosa es el reclamo, y debemos utilizarla para exigir que el ambiente sea política de Estado, con el respaldo de las leyes y una estructura de control efectiva.
Abel Sberna