Desde que la pandemia cambió el ritmo del mundo, Pablo Granados encontró en la naturaleza un refugio y un espacio para reconectar. Ahora, el querido músico, actor y humorista transita una etapa diferente de su vida, lejos de los flashes y cerca de los paisajes más puros que tiene nuestro país. En una charla íntima, Pablo nos cuenta qué lo llevó a descubrir un rincón del norte argentino y cómo esa experiencia marcó su visión sobre el cuidado del ambiente.

“Cuando me mudé al campo, frente al río Paraná y un extenso humedal, empecé a valorar mucho más los lugares silvestres y a entender la importancia de defenderlos”, cuenta. Pero lo que realmente lo sacudió fue presenciar de cerca los incendios recurrentes que devastaban ese entorno. “Acá enfrente prendían fuego todo el tiempo, era desesperante”, y fue eso lo que lo llevó a involucrarse activamente en la denuncia y a querer entender más sobre la preservación de los ecosistemas. “Me puse la camiseta por los humedales, por proteger lo que tenemos”.

Y fue así, porque a partir de esa experiencia, creció su interés por los espacios naturales, llevándolo primero a los Esteros del Iberá “donde la pasé increíble y aprendí un montón y quise repetir la experiencia, pero en otro lugar”, entonces llegó al Impenetrable, “para poder mostrar todo esto en mis redes, que están bastante activas”, dice. 

“Me parece que cuando uno tiene muchos seguidores en las redes sociales, también tiene que tratar de dejar algo, aparte de lo que hace, algún mensaje. Siempre se puede plantar una buena semilla que tenga que ver con el cuidado de nuestro planeta y por eso me pareció bueno ir”


Pablo se alojó en el ‘Glamping El Bermejito’, una experiencia que le permitió conectar aún más con la naturaleza. “Nunca pensé que dormir en una carpa podía ser tan cómodo. Despertarse con los pájaros, con la imagen del bosque y del río frente a uno, fue muy emocionante”, describe. El lugar, situado en el corazón del Impenetrable chaqueño, se destaca por ofrecer alojamientos tipo glamping, donde la carpa es más que eso: “Las camas, los colchones, las frazadas, todo es de primera calidad, era como estar en casa, pero en medio de la naturaleza. Eso fue todo una experiencia nueva y enriquecedora, sin duda”.


El Impenetrable es hogar de una diversidad fascinante de especies, como tapires, osos hormigueros gigantes, pecaríes, y encontrarlos requiere paciencia y tiempo. Cuenta que aun cuando a algunas especies no pudo verlas, “¡tampoco podía quedarme esperando tanto tiempo en silencio!”, se ríe. Sin embargo, lo que más lo emocionó fue ver el trabajo que se realiza para proteger especies como el yaguareté. “Es emocionante ver el esfuerzo de la gente joven para que estos animales sobrevivan a la mano del hombre. Es digno de apoyar”.

En su paso por el Impenetrable, Pablo también tuvo la oportunidad de compartir momentos con las familias locales. “Volver al sabor de la simpleza, es algo que a veces perdemos en la ciudad”, reflexiona. “Hemos comido muy bien, unas tartas increíbles y unos platos tradicionales, muy sencillos y muy sabrosos. Así que es superrecomendable la comida que te sirven las familias de allá”, recuerda. Porque además, esta experiencia les hizo sentir que allí se vive de otra manera”. “Estar en un entorno tan silencioso, donde un pequeño grito o una risa retumban, te hace valorar los silencios, algo que en la ciudad olvidamos”.


Sin embargo, además de una superexperiencia de contemplación, Granados también se encontró con los contrastes. “Por un lado, el paisaje del bosque, que es hermoso, pero por otro, ves un camión que cruza con árboles recién cortados y es muy triste. Está bueno contarlo para que la gente sepa cuál es el problema del bosque chaqueño y formoseño afuera del parque nacional, porque dentro del parque se cuida, pero al lado de afuera hay todo un trabajo para hacer de concientización que es muy importante, así que está bueno visitar esta zona también”

Al despedirse del Impenetrable, Pablo dejó una reflexión que resume su experiencia. “Es un lugar que no es de uno, hay que respetarlo. No solo los animales, también la vegetación y los árboles”. En cada palabra, se nota el profundo respeto que la experiencia deja en quien visita estos tesoros y la importancia que le da a transmitir ese mensaje a quienes lo siguen.

Pablo invita a que más personas visiten estos rincones del país, no solo para admirar su belleza, sino para entender la realidad de las comunidades que viven ahí. “Compartir un mate o una charla con las familias locales, te baja a tierra”, dice.

“Estuve en un partido de fútbol que se jugaba ahí en una cancha de tierra y me quedé con ellos charlando y conversando acerca de lo que es vivir ahí, en el Impenetrable y nada, está buenísimo un poquito bajar a tierra de la otra realidad que tiene nuestro país y que tienen estas zonas que tanto necesitan de nuestro apoyo y de cuidado”.

Daniella Mancilla Provoste

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