Venezuela se encuentra en el abismo con el riesgo que la descomposición social desate un espiral de violencia indiscriminada. Los acontecimientos han desbordado los escenarios más pesimistas. La pantomima de invocar una constituyente para imponer un régimen no democrático es de un cinismo característico de las dictaduras clásicas.

También, como lo ha indicado la Conferencia Episcopal, ha sido una decisión inconstitucional, innecesaria y dañina para el pueblo venezolano. En Venezuela se ha derrumbado incluso el modelo participativo chavista que, en la inspiración del sociólogo alemán Hans Dietrich Steffan, propiciaba el socialismo bolivariano o del siglo XXI, en una mezcla entre marxismo y populismo latinoamericano.

El autoritarismo de Nicolás Maduro es comparable, en cambio, a las dictaduras personalistas tradicionales del Caribe. Está demostrando ser un gobierno tan cruel y sangriento como los de Juan Vicente Gómez (1908 a 1935) o de Marcos Pérez Jiménez (1952 a 1958). Y, en ese contexto, la supervivencia de Nicolás Maduro en el poder se reduce, en definitiva, a la cohesión de la elite militar.

El plebiscito simbólico del 16 de julio, con el apoyo del 70% de los venezolanos, lo dejo en claro. Además de la gravísima tensión política, la economía se contrajo un 20% con relación al 2016 con una inflación tendiendo hacia la hiperinflación.

El deterioro de los indicadores de pobreza, homicidios, acceso a la sanidad y a la alimentación son alarmantes. La escasez de medicamentos es casi del 90%. De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, la tragedia humanitaria venezolana es comparable a la de los países más convulsionados del planeta.

A fin de evitar que Venezuela se hunda aún más en el caos, resulta esencial que la comunidad internacional evite legitimar la abolición de las garantías fundamentales por la vía de la Asamblea Constituyente. Colombia ya anuncio que no reconocerá los resultados.

Salvo los países del ALBA (Cuba, Nicaragua, Bolivia, Ecuador y seis países del Caribe), China, Rusia e Irán, el régimen de Nicolás Maduro no cuenta con otros apoyos internacionales significativos. Es de esperar que Uruguay se alineé con Argentina, Brasil y Paraguay para la próxima aplicación de la cláusula democrática del Protocolo de Ushuaia.

La presión internacional, en particular del Mercosur, es clave para que la grave crisis venezolana encuentre un principio de solución mediante elecciones generales y la restitución de los valores y principios contenidos en la Constitución de 1999. Sería lamentable el nacimiento de una segunda Cuba cuando la primera muestra una cuenta regresiva hacia la recuperación de las libertades básicas. Roberto García Moritán es ex vicecanciller.

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