A principios de la década del 90 adoptó a Tolhuin como su “lugar en la tierra”. En sus casi 30 años en la localidad, este multifacético y creativo fueguino dejó una huella imborrable en un pueblo al que aún le cuesta aceptar su partida. 

“Enseguida vuelvo. Si no me encuentra no se desespere, yo hace tiempo me ando buscando”, rezaba el improvisado cartel pegado en la puerta de la administración del Camping Hain, a orillas del Lago Fagnano en Tolhuin. Con ese recibimiento, uno ya empezaba a intuir que, quien gestionaba ese pintoresco lugar era un personaje especial. “Roberto”, firmaba.

Elena, su madre, es segunda generación de fueguinos. Su padre, Don Manuel Berbel, un español que emigró a la Argentina para trabajar en el petróleo y que siguiendo su ruta, recaló en Río Grande a finales de la década del 50. Se casaron y tuvieron dos hijas – Susana y Ana – y el “del medio”, Roberto Daniel Berbel Smolcic.

Roberto hizo toda la primaria en la Escuela nº 2 “Benjamín Zorrilla” y en tercer año de la secundaria decidió abandonar. “Siempre fue de espíritu libre. No le gustaban las ataduras. Después, de viejo, decidió terminar la secundaria estudiando de noche”, cuenta Elena, que a sus 81 años “apechuga” la muerte de su hijo, hace ya un año.

Como todos los adolescentes de esa época, el año 1981 lo encontraría pegado a la radio para escuchar el sorteo que decidía si te tocaba “la colimba” (El Servicio Militar Obligatorio derogado en 1994). Los primeros días de febrero de 1982 se incorporaba como soldado al recientemente creado Escuadrón de Caballería Blindada 11 con asiento momentáneo en Puerto Deseado, Santa Cruz. El 2 de abril, con 18 años, recibía la noticia del desembarco argentino en Malvinas. Horas después, serían trasladados a Río Gallegos donde durante quince días esperaron alojados en La Rural una orden que por suerte nunca llegó. Finalmente, el Escuadrón se dirigió a lo que todavía hoy es su destino final: Río Turbio.

“La familia sufrió mucho durante la guerra. Llamábamos y muchas veces no nos sabían decir donde estaban”, cuenta su mamá. “El Loco” recibió la baja ya entrado 1983. Lo vivido en el cuartel, lo que pasó su familia y su ciudad durante el conflicto y ese sentimiento “malvinero” que acuna a las y los fueguinos, lo llevó a cosechar una entrañable amistad durante casi 40 años con sus camaradas y a concretar un viaje a nuestras Islas en 2017.

En julio se cumplirían 30 años de que “El Loco” decidiera instalarse en Tolhuin. “Roberto, ¿no te animarías hacer algo en este terreno?”, le dijo un intendente, mostrándole lo que por entonces era una especie de basural a orillas del Fagnano. Con esa capacidad de ver siempre el lado positivo y con una voluntad a toda prueba, lo transformó en un camping que hoy figura en cinco de las más importantes guías para viajeros del mundo que hoy administran sus hijos.

En lo personal, se arreglaba con poco. “No me regales más de lo que me entra en los tres cajones”, cuenta Elena que le decía. Esa misma austeridad la tuvo al momento de ejercer su rol de director municipal de Turismo durante diez años. Los vecinos todavía lo recuerdan cortando y cargando los bloques para el ya tradicional concurso de esculturas de hielo.

Paradojas de la vida, Roberto le tenía mucho miedo al agua. Como tantas otras veces, desestimó ese límite y nada menos que en una embarcación a pedal, similar a las que navegan plácidamente en los bosques porteños de Palermo, surcó las aguas del Fagnano durante ocho días. Esa travesía quedó plasmada en un libro: “Expedición Fagnano”. Su otra pasión, las motos, lo llevaron a recorrer los miles de kilómetros que separan la Isla Grande hasta el norte. 

Fue un artista vocacional y multifacético. Músico intuitivo, artista plástico personal y hasta actor de cine. Con cada una de sus iniciativas, parecía estar diciéndonos “no es verdad que aquí no podemos hacerlo”. Fue así que impulsó otras de sus ideas “locas”: que Tolhuin tuviera el único “Carnaval de Invierno” del mundo. Una de sus ediciones quedó plasmada en la película “Al Fin del Mundo” (Franca Gonzalez – 2014) en la que fue uno de los protagonistas. 

Nunca hizo valer su condición de “NyC” (nacido y criado) para tomar distancia de quienes pasaban o se quedaban a reiniciar su vida en la provincia. Por el contrario, Roberto hacía de la hospitalidad un culto. “Yo creo que si pasas un invierno en la Patagonia, ya sos parte de esta historia”, le dijo en 2015 a la revista “Noche Polar”.

Tolhuin deriva del vocablo “Tol-wen”, que en el dialecto originario selk’nam significa “corazón”. Este mes se hubieran cumplido tres décadas de que Roberto “El Loco” Berbel decidiera poner el suyo a disposición de esta tierra. Paradojas del destino, nos encontramos recordándolo en el primer aniversario de su pasaje a otro plano. ¿Será el “Khami”, ese “agua grande”, capaz de contener tantas lágrimas?

Daniella Mancilla Provoste

EL ROMPEHIELOS

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