ÉRASE UNA VEZ LA COSTA DEL BEAGLE es una serie de publicaciones en torno a una expedición a pie que partió desde Ushuaia conectando Ea. Harberton y Tolhuin, en la Isla Grande de Tierra del Fuego. Esos nombres propios poco tienen que ver con lo que sigue. Lo que se cuenta aquí habla más sobre las costas del Canal Beagle: su historia y también el polémico corredor actualmente en marcha (obra de vialidad que originalmente conectaría la bahía de Ushuaia y Cabo San Pío). En un futuro ese lugar va a ser otro, se transformará radicalmente. De eso tratan parcialmente estos artículos de publicación quincenal.
Las huellas imborrables
Este tramo se recorrió en dos días. Partimos de Ea. Túnel hacia Ea. Remolino pasando por el paraje de Punta Segunda. Otro recorrido qué en cada valle, en cada punta, en cada cruce de río confirmaba a la costa del Beagle como una de las más asombrosas de la Argentina. Y sobre la capa de lo meramente visual se sumaba la capa de la historia y la identidad; ambas dan un nuevo tinte, una nueva forma de ver y sentir aquel lugar en donde se camina.
Hacia Punta Segunda enfilamos. Nuevamente la noche la pasaríamos en una estancia y según habíamos analizado la de mejores campos y pasturas. Consideramos que su nombre se debe a que es la segunda punta que se asoma en la costa mirando desde Ushuaia. Antes de arribar a dicha punta hay que vadear un pequeño río, el Río Encajonado. El aspecto de esa corriente de agua roba la mirada pues es muy llamativo. Como bien lo dice su nombre va atravesando altos cajones de rocas tapiados por el bosque y su interior es tan oscuro que parece nacer de las entrañas de la montaña.
El encajonado – Rollo 35mm 400 ASA + 1 PF
En estas zonas los vados son siempre cosa incierta porque dependen de la cantidad de agua, las lluvias, las nevadas y las mareas. Si en invierno los picos acumularon mucha nieve el vado se torna temerario, sobre todo en primavera con los deshielos. Y aún más teniendo en cuenta el peso de la mochila y las patinosas rocas lubricadas por el agua. Generalmente es mejor cruzar con marea baja por la desembocadura (el encuentro del Encajonado con el Beagle) en donde el cause se abre y pierde potencia.
Pero esta ecuación no es ciencia cierta, siempre hay que ir, observar y buscar el mejor paso. El primero en atravesar por la desembocadura sugirió que no sigamos sus pasos, la corriente era demasiado fuerte. Los subsiguientes cruzamos por una parte más profunda, pero con menos potencia. Luego vino un descanso, algún que otro mate, los chapuzones en el agua saltando desde las rocas y el placer de secarse al sol.
Mates de río – Rollo 35mm 400 ASA + 1 PF
El camino andado – Rollo 35mm 400 ASA + 1 PF
Continuado a eso siguió el camino y la ansiada llegada. Pero no reconocimos la estancia hasta acercarnos al menos a unos trescientos metros pues la casa mayor y los galpones de esquila se esconden detrás de una gran arboleda. Y previo a eso el cruce de otro rio. Una ubicación de ensueño. Madera y agua a discreción.
Al tomar un poco de perspectiva se abrió una vista sin igual de la pradera con los corrales, las construcciones y una gran tropilla de tobianos. Esta vez no podíamos fallar. Como siempre dos emisarios, generalmente los fueguinos del grupo, se adelantan para presentarse y ver si la usual bonhomía de la gente de campo recibe con benevolencia nuestra llegada (y como quien no quiere la cosa, alguna torta frita). El resto del malón esperaba a respetuosa distancia a orillas del río y al no tener novedades decidió avanzar.
El augurio fue bueno al ver uno de los emisarios sentado en una cómoda silla a la puerta de la casa mayor. El desenlace no fue tan auspicioso. Otra estancia vacía.
La casa detrás del pasto – Rollo 35mm 400 ASA + 1 PF
Tranquera sin estancia – Rollo 35mm 400 ASA + 1 PF
La mansedumbre de los tobianos nos sorprendió, se acercaba a buscar la mano amiga. Eso nos despistaba un poco. Pero las instalaciones estaban totalmente vacías y prontas a sufrir las inclemencias del clima fueguino. Se ve que hasta no hace demasiado tiempo la estancia era trabajada. Luego supimos que un tal Fernández fue el último en trabajar esas tierras a modo de concesión ya que los terrenos son de la Armada argentina. El negocio dejo de ser rentable para aquel y decidió retirarse a una pequeña chacra cerca de Puerto Madryn.
La tropilla si bien le pertenece a Fernández había quedado liberada a sus propias decisiones. Los equinos decidieron quedarse en casa y extrañaban el contacto humano. La estancia también ansiaba el cuidado del hombre. Un lugar con unos campos de gran calidad para el trabajo. Una casa aledaña a la principal, un enorme galpón, sendos corrales aún de pie, tranqueras en buen estado y todo rodeado de crecidos pastizales. ¿A la espera de qué estarán estas tierras? Esperemos que no sea al beneficio de unos pocos cuando se abra el camino.
Ese día llegamos entrada la tarde y tuvimos tiempo de instalarnos bajo un techo lateral de la casa para preparar unos mates y dar rienda suelta a la charla de todo aquello que nos gusta. Sin timbres que suenan, sin interrupciones, sin inclemencias del clima. Tan solo leer y charlar.
Ancho cielo del sur – Rollo 35mm 400 ASA + 1 PF
En ese lugar las palabras dieron algunos pasos para atrás y volvieron hacia ciudad capital de Tierra del Fuego. Ushuaia no para de crecer, en las últimas décadas su población aumento notablemente. Y es una ciudad que de alguna manera no ha sido pensada para albergar semejante población. ¿Dónde hospedar tanta gente? Esa pregunta es interesante si meditamos las formas en los que está creciendo ese lugar y sopesamos los destinos del futuro corredor del Beagle.
ESTANCIA REMOLINO, MEMORIAS SOBRE EL PRIMER MAESTRO
A la mañana siguiente pudimos partir más temprano ya que no fue necesario desarmar carpas. Habíamos vivaqueado bajo un alero de la casa mayor. Tan solo se hizo lo inevitable, adentrar en los mates y cafés correspondientes a cada mañana. El tiempo ganado nos vendría bien pues llegaríamos temprano a la Estancia Remolino, un lugar con densa historia para repasar lo ya conocido y lo ignorado.
El hacha – Rollo 35mm 400 ASA + 1 PF
En esta parte del trayecto hay trazas del futuro corredor costero. Andar por camino, hay que decirlo, cambia las sensaciones. Aparece una monotonía al andar y también aparece el tedio por llegar. El camino simplemente se torna previsible porque no es necesario escrutarlo, uno avanza por donde le han marcado otros. Y así es como apretamos paso para arribar pasado el mediodía.
Llegamos a los recodos de Remolino y lo primero en aparecer ya dio pie a muchas cosas, entre ellas estas líneas. Sucede que a las instalaciones de Remolino no se las choca de frente, sino que se bordea una loma y luego hay que girar hacia la derecha para volver atrás y entrarle al paraje. Pero en ese giro lo primero que emerge a la vista es un pecio. Es decir, los restos de un naufragio. La embarcación yace volcada hacia un lado, color ladrillo, acomodada para resistir mareas, tormentas y atardeceres lo más plácidamente posible. En esa posición, pero tal vez con algunos que otros cambios, reposa hace ya más de cien años el vapor de carga Monte Sarmiento. Una madrugada de 1912 el vapor chocó con unas rocas tapadas por la marea para luego pasar a decorar las costas de la estancia. Todos los tripulantes sobrevivieron y desde aquel extravío se ha vuelto inmortal, el pecio Monte Sarmiento se impone a la siempre perdida mirada a la hora del mate.
El lugar en el que estamos – Rollo 35mm 400 ASA + 1 PF
Tuvimos sol y cielo despejado todo el día, cosa rara por esas latitudes. Así que pudimos recorrer por afuera las instalaciones, el muelle, las playas. Así confirmamos datos ya sabidos y recolectamos imágenes para continuar futuras investigaciones. El origen de Remolino se remonta a finales del siglo XIX y está relacionado a su vez con la actual capital y las primeras ocupaciones europeas de la isla. Sucede que Ushuaia no nació como ciudad o como despliegue de soberanía argentina. Sino que los primeros hombres blancos en instalarse fueron misioneros anglicanos ingleses.
El primero que pudo asentarse fue un tal Thomas Bridges, huérfano encontrado bajo un puente (de ahí su apellido), que creció en las Islas Malvinas y tuvo contacto con los yaganes. No habían pueblos originarios en las Malvinas pero si una misión a la cual acudían algunos nativos de las islas fueguinas. Ahí aprendió el idioma y las costumbres yaganes. Todos los intentos previos de trasladar la misión a la Isla Grande de Tierra del Fuego habían fracasado. El fue el primero en poder hacerlo. Desembarcó en esa gran bahía y se instaló en una choza en 1869. Ahí comenzó una larga historia de contacto con los pueblos canoeros.
Pero no es del pionero Bridges de quien vamos a hablar sino de su principal compañero John Lawrence. Él fue por sobre todas cosas maestro. El historiador Arnoldo Canclini diría que fue el primer maestro del territorio. Dedicó sesenta años de su vida a dicha tarea en nuestro país. Los primeros treinta y cinco en Ushuaia y los restantes en Remolino. Vale mencionar que irse a vivir con lo puesto y arrancar de cero en esas condiciones y climas no es poca cosa. En suma, con todas sus familias a cuestas, quienes participaban activamente de la misión.
Sombra de Remolino – Rollo 35mm 400 ASA + 1 PF
John impartía clases diarias a niños y adultos yaganes. Sus hijos eran compañeros de los alumnos originarios. Su mujer también enseñaba costura, algo fundamental para la época. Se les enseñaba a escribir en su propio idioma, y se daba instrucción de inglés, canto y aritmética. Y si bien esta historia tiene fuertes rasgos de nobleza y vocación no deja de ser también una historia de dolor y extermino.
Por un lado, las olas de epidemias que comenzaron y nunca mermaron desde que llegaron los europeos. Neumonías, tuberculosis, sarampión y tos convulsa. Difícil saber si esos diagnósticos eran certeros ya que a veces los doctores brillaban por su ausencia. Lo que sí se sabe es que los yaganes no conocían enfermedades en vías respiratorias. Sus cuerpos no estaban preparados para ellas. Los otros dos grandes factores que determinaron el exterminio fueron las violentas matanzas y las ocupaciones de sus espacios y recursos por parte de pobladores europeos y argentinos. Hubo asesinos a sueldo contratados por las estancias. No hace falta decir mucho más al respecto ni sobre los apellidos involucrados.
Poco a poco las misiones fueron convirtiéndose en refugios más que en lugares de aculturación o intercambio. Comenzaron las negativas oficiales de concesión de territorios en Ushuaia. Posteriormente el presidente Julio A. Roca, quien conocía personalmente a los misioneros, dió permisos para que los Lawrence ocupen la actual estancia Remolino. Por ende, quierase o no, la existencia de Remolino se debe a la decadencia de la misión. Lo que no pudo ser en Ushuaia siguió sus pasos hacia el este, pero ya sabiendo que el fin de la inclusión de originarios era un fracaso irreversible.
La piedra y el pecio – Rollo 35mm 400 ASA + 1 PF
John Lawrence y su familia levantaron casas, galpones de esquila e incluso un aserradero con rieles que se adentraban 4 km por el valle. Los troncos eran empujados por tracción a sangre. Paseando por los campos pudimos ver algunos restos de esos rieles. Cuanta historia y cuanto significado en ellos que hoy no son más que puro óxido. Pero el trabajo con yaganes continuó ya que se construyó un gran refugio para cuarenta niños huérfanos. Para aquel entonces ya quedaban pocos originarios. La llama de esas labores se fue apagando y llamativamente aún hoy es poco lo que sucede ahí.
Años después, en 1930, el lugar paso a manos de una conocida empresa patagónica (La Anónima) y luego fue expropiada por la Armada argentina como punto de apoyo de Ushuaia. Hoy sigue siendo tan solo eso y carece de mucha actividad.
El descanso – Rollo 35mm 400 ASA + 1 PF
Para cerrar el presente capítulo solo queda mencionar algo que nos sucedió durante ese día. Por la tarde fuimos a caminar con la idea de ganar altura y tomar unas imágenes con mayor perspectiva. Para poder ascender ingresamos en un pequeño bosquecillo y algo nos llamó la atención. Cuando se está en lo natural todo lo artificial salta a la vista rápidamente.
ncontramos unos pequeños cercos pintados de blanco (estética anglicana) y sorpresivamente en su interior un pequeño cementerio. A pesar del mantenimiento la vegetación se estaba reapropiando de lo que le habían quitado. Pero el lugar, más allá del descuido, no dejaba de deslumbrarnos por lo que significó para nosotros. Los restos de John Lawrence yacen ahí. Ese detalle nos hizo el día, por no decir la semana.
El canal arrugado – Rollo 35mm 400 ASA + 1 PF
- Texto: Gerónimo Hernández
- Fotos: Manuel Fernández Arroyo
- Idea y concepto: Roberto Hilson Foot
*Esta publicación surge a partir de una expedición más de www.EstudiosPatagonicos.com.ar durante el verano 2019/20 en la que participaron: Connor Fernández, Gerónimo Hernández, Gonzalo Molinari, Juan Cruz Gonzalez, Leandro Espinoza, Manuel Fernández Arroyo, Martín López Behar, Roberto Hilson Foot, Valentin Viñales.
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