La marcha del 21 de febrero dejó bastante tela para cortar. En primer lugar, la contundencia del movimiento obrero organizado es innegable, y eso es algo que a un Gobierno Nacional que está intentando negociar salarios a la baja, seguramente le despierta más de un dolor de cabeza. Pero, surgieron algunas preguntas: ¿Por qué marchar? ¿Por las políticas de ajuste de la gestión Macri? ¿Por los tarifazos? ¿Para bancar al polémico Hugo Moyano? ¿Para que se vaya Macri junto a todos sus CEOs? Marchamos por todo.
Por otro lado, lo otro digno de mirar con atención fue la olla popular que organizó la UOM seccional Río Grande, como forma de adherir a la #Marcha21F, desconociendo a la conducción nacional de Antonio Caló. Ya lo comentamos en otra nota, pero vale la pena repetirlo, hay una crisis de representatividad y lo interesante de esas crisis, son las posibilidades que se abren. Porque lo que está clarísimo, es que Antonio Caló, con suerte, puede representarse a sí mismo.
Entendimos que era absolutamente necesario expresarse y acompañar esta jornada de lucha; no a favor de ningún dirigente en particular, sino en contra de las decisiones que se están tomando desde el Gobierno nacional”, dijeron desde la conducción del gremio. Vale la pena recordar que desde la firma del acuerdo con el Gobierno Nacional y AFARTE, que congeló los salarios metalúrgicos por dos años, las cosas no anduvieron muy bien entre Caló y el “Zurdo” Martínez.
Hay una estrategia de negociación que lleva adelante el Gobierno Nacional que es alarmante, pero que fue validada en las últimas elecciones por el voto popular. Cada vez queda más claro que la fuerza de choque de Macri es el Poder Judicial y con ese as en la manga los funcionarios nacionales se sientan a negociar con los dirigentes sindicales. Y algunos son entreguistas y otros se paran de manos.
Moyano eligió pararse de manos. No porque sea un mártir. Porque es un estratega. Porque sabe que, si quiere seguir teniendo representatividad en sus bases -es decir, si quiere contar con la capacidad de mover mucha gente-, no puede entregar los salarios de los trabajadores. Y muchos sectores decidieron acompañarlo. No porque el referente camionero les caiga simpático, sino porque saben que una democracia que permite disciplinar a los sindicatos es blanda y mentirosa.
La conducción de la seccional Río Grande de la UOM desconoce por completo la autoridad de Antonio Caló. ¿Con qué fuerza, entonces, se puede sentar a negociar este muchacho? Mejor que ni se siente. ¿Cómo puede terminar esta rebelión en el sur? Con nuevos conductores, con nuevos espacios o con sindicatos intervenidos y alejados de las bases.
Luz Scarpati
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