La estructura del discurso político no es una cosa caprichosa y mucho menos algo ligado al azar. La cuestión comunicacional está largamente estudiada y cada candidato tiene su equipo de trabajo que le ayuda y orienta a construir ese discurso que lo define y caracteriza.
No sería extraño leer un fragmento de una entrevista, sin saber de antemano quién es el candidato que declara, y aún así “adivinar” de quién se trata, justamente porque ya tiene detrás de su aparato de campaña un camino que se establece a fuerza de palabras.
La ecuatoriana Carolina Albán, Relacionista Pública y Consultora Política, sostiene que el discurso político es trascendental para que un candidato pueda ganar terreno frente a sus opositores en una contienda electoral. No se trata sólo de hablar frente al electorado sino, también, de transmitir un mensaje donde su argumentación tenga una perspectiva clara, concisa, innovadora y, en gran medida, que sea cercano a la realidad en la que se encuentra su nación.
Albán ha desarrollado un decálogo para construir un discurso efectivo:
- Conocer al electorado: Es indispensable estudiar a la audiencia para poder influenciar a los electores y saber con precisión a quiénes y en qué tono se debe dirigir el mensaje. Es necesario que el candidato conozca bien a su audiencia, saber cómo piensan y de qué manera toman sus decisiones de voto.
- Construir un mensaje emotivo y constructivo: El candidato no puede olvidar que su disertación es clave para que sus expectantes generen recordación y conectividad con él. Si no se trabaja en un mensaje que genere emociones en el electorado y que contenga datos útiles, será difícil que este logre vencer al opositor y captar votantes.
- Utilizar un lenguaje coloquial: Siempre, menos es más. Previo a la elaboración del discurso no se puede olvidar que un buen mensaje se lo construye con un idioma simple y claro.
- El candidato no debe improvisar, debe convencer: Existen varios oradores natos que con sólo pararse en el pódium logran sensibilizar a los indecisos y motivarlos a que en las urnas él sea la mejor opción para gobernar. Pero no siempre es el caso. Es inevitable tener claro los parámetros de su discurso para no tartamudear en lo que se dice y conocer de pies a cabeza su propuesta.
- Demostrar seguridad y liderazgo: No se debe dejar de lado que la primera impresión es la que cuenta. No sólo lo que se dice en un discurso político cuenta, sino su lenguaje corporal y gestual. Debe reflejar confianza en cómo lo dice y aptitud en cómo lo hace. Es la manera más adecuada para que pueda ser el vencedor.
- Ser carismático: En los últimos años hemos presenciado a grandes presidentes con un carisma impresionante que, al momento de hablar frente a su audiencia, genera un sinfín de sentimientos en el público. Este aspecto es importante, ya que los votantes quieren un líder que se acerque a su cotidianidad y que sea amigable siempre que lo vean y lo escuchen.
- El contrincante debe venderse como marca: Hoy en día, en las campañas electorales a más de vender un candidato, venden una marca que si lo manejan de forma estratégica y correcta, esta será una de las construcciones de imagen más recordadas.
- Vender su propuesta: Al momento de hablar con la audiencia, se debe definir claramente el mensaje, pero este no debe olvidar mencionar temas puntuales e innovadores sobre su propuesta. Es importante tener un mensaje repetitivo para generar recordación en la mente del público al que está dirigiéndose.
- Ser apasionado con sus ideales: Todos quieren un Comandante que se ponga la camiseta de su país. Si el candidato no demuestra amor y pasión por lo que hace, por su nación, por el cambio y por sus ideales, será muy difícil que la ciudadanía vote por este contrincante.
- Nunca dar por sentado que ha ganado: Ser humilde es la clave. Siempre un discurso político debe conectar más y de mejor manera. El resultado final se lo verá en las urnas y el trabajo para el candidato no termina. Sus oportunidades son grandes pero deben ser bien utilizadas y más cuando se habla frente a sus posibles votantes.
Si hacemos un repaso, aun sin ser detenido, por estas 10 pautas podremos identificar, sin demasiado esfuerzo, varios ítems presentes en los discursos que hemos escuchado a lo largo de nuestra politizada vida.
De algún modo nos sentamos a escuchar o leer entrevistas a los diferentes candidatos a sabiendas de cuáles serán las respuestas a determinados temas, incluso en distintas ocasiones y contextos la respuesta mecanizada sobre una interpelación en particular suele ser -estructuralmente- la misma.
Puede variar una palabra, una oración, hasta la entonación, pero el fin del mensaje es el mismo, a repetición y hasta el cansancio. No es casual la necesidad de que una idea se refuerce y se ligue inmediatamente hacia la imagen de tal o cual candidato: es el arte del que se desprende el recurso discursivo.
A menudo los espectadores reparan en la mentira dentro del discurso, las famosas “promesas de campaña” que luego se disipan en los años de gestión. Investigadores británicos del University College de Londres, explican por qué la repetición y escalada de las mentiras insensibilizan a la amígdala cerebral, y la repetición de esta conducta, a la que nos tienen tan acostumbrados la mayoría de los políticos, anima a engañar más aún en el futuro.
Estos científicos realizaron una resonancia funcional al cerebro de 55 personas mientras participaban en tareas en las que podían mentir para obtener beneficios personales, mediante la estimación que hacían de la cantidad de monedas en un tarro transparente.
Se confirmó que la amígdala se activaba cuando las personas mentían para lograr un beneficio, pero la respuesta de la amígdala a la mentira disminuía con cada engaño, mientras que la magnitud de las mentiras aumentaba.
La explicación que dan es que la amígdala produce una sensación negativa que limita el grado en que estamos dispuestos a mentir, pero que a medida que se miente más, esta respuesta se desvanece y cuanto más se reduce esta actividad, más grande será la mentira que nuestro cerebro acepte.
Los políticos son personas, y las personas, por regla general -y más allá de que desde pequeños nos dicen que las mentiras son algo malo- mentimos, pero no hay que olvidar que detrás de esa estructura del discurso político, estudiada y pensada, está el receptor.
Y ya lo dijo Nicolás Maquiavelo hace varios siglos atrás cuando escribió El Príncipe “Los hombres son tan ingenuos, y responden tanto a la necesidad del momento, que quien engaña siempre encuentra a alguien que se deja engañar”.
María Fernanda Rossi