Sin jefe, o con jefes múltiples, el peronismo tribalizado aporta el insumo esencial -posiblemente el único- para construir la tesis macrista de un 2017 electoralmente positivo. Con tres ofertas simultáneas y antagónicas, la dispersión del panperonismo es el soporte estadístico de la versión dulce del gobierno según la cual Cambiemos ganará la elección nacional.

Lo hará incluso si pierde en los territorios más poblados porque es la única marca electoral que sumará en los 24 distritos aunque, como en Capital Federal, tenga identidad diferente.

Ese rasgo particular en Cambiemos es regla en las oposiciones de raíz PJ, que se ramifica en tres terminales: la que reporta en Cristina de Kirchner, el peronismo de los gobernadores y el espacio de Sergio Massa.

¿Gana Macri si la cuenta nacional le da arriba de los 30 puntos pero pierde en Provincia y Santa Fe? ¿Cómo se mide a Cristina si su Unidad Ciudadana, presente en varias provincias, solo se impone en Buenos Aires? ¿En qué cuenta se acreditan los potenciales triunfos de Schiaretti, Peppo, Insfrán y Uñac?

Mapear donde compite cada sector y con qué rasgos sirve como ejercicio para darle orden a un escenario complejo.

A la centralidad en Buenos Aires, el cristinismo suma con buena presencia nacional aunque, en muchos casos, es periférico. Suma Capital -donde absorbe al PJ-, enfrenta a Schiaretti en Córdoba y va a primarias contra territoriales en Mendoza y Santa Fe.

La marca Unidad Ciudadana -o similares- está en Catamarca por fuera de Lucía Corpacci, compite contra Rosana Bertone en Tierra del Fuego y se anotó en Chaco contra el acuerdo Peppo-Capitanich. Va en Jujuy fuera del PJ a la que vez que hay ofertas K, con PJ incorporado, en Santa Cruz, Neuquén, Rio Negro y Chubut donde desafía a Mario Das Neves.

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