En 1520, la expedición marítima de Hernando de Magallanes entró con sus naves en el estrecho que lleva su nombre. El estrecho que cada año, arrancando la temporada estival, hace renegar a más de un fueguino que pretende cruzarlo para apuntar rumbo norte hacia sus tan ansiadas vacaciones.
Si hay un anhelo que une a los habitantes de la Isla Grande de Tierra del Fuego es encontrar la manera de “saltar el charco” sin tener que repetir trámites -que se retrasan por la enorme cantidad de gente- de aduana, migraciones, Servicio Agrícola Ganadero, Senasa, etc.
Se debe mirar varias décadas hacia atrás para encontrar el origen del sueño fueguino de un cruce por aguas argentinas. Esta idea volvió a tomar impulso de la mano de la provincialización del Territorio Nacional, allá por 1991, y el enorme deseo de la tan mentada “Provincia Grande”. Y el último envión se produjo durante el coletazo final del gobierno de la expresidenta Cristina Fernandez de Kirchner, con la aprobación de la ley de estudio de factibilidad en 2012.
Hay quienes se animan a aventurar que ese cruce realmente es posible: sus abanderados, los integrantes de la Federación Popular del Transporte de Tierra del Fuego (FEPOTRA) han presentado innumerables argumentos y proyectos con el fin de demostrar que un cruce por aguas argentinas no solo sería factible, sino además útil.
La cuestión de soberanía claro que no es menor. Poder transitar -tal como reza nuestra tan vapuleada Constitución Nacional- libremente por el Territorio Argentino, parece una utopía digna de un cuento de hadas, pero el costado de la relevancia geopolítica no debería dejar de observarse.
En agosto último, el mencionado organismo reaccionó ante algunas declaraciones públicas de la gobernadora de la provincia Rosana Bertone. En aquél momento, la primera mandataria fueguina había dicho públicamente “hoy por hoy se están realizando varios estudios de factibilidad”, en relación al proyecto de cruce por aguas argentinas.
Desde FEPOTRA, entonces, se requirió por nota que desde el gobierno provincial “se oficialice toda la información a la que hizo mención superficialmente durante la entrevista”.
La necesidad puntal de la organización era poder conocer “qué organismos públicos y/o empresas o entidades privadas están realizando ‘varios estudios de factibilidad’; cuáles son los procedimientos que se están aplicando para su ejecución; especialistas y profesionales de qué áreas están trabajando; y qué organismos de esta Provincia y Santa Cruz están participando”.
Del mismo modo, se le requirió a la gobernadora que diera a conocer “qué le ha informado el Senador Nacional Julio Catalán Magni de quien usted indicó ‘va permanentemente al Ministerio de Transporte’, aunque no especificó para qué, y con quién se reúne o reunió; cuál es la agenda de trabajo que se está llevando adelante entre los gobiernos de ambas Provincias y el Poder Ejecutivo Nacional; y en qué afirma su creencia y comparado a qué etapa anterior, considera que en la actualidad ‘hay un avance que no había habido en el pasado’”.
Pero la realidad es que del famoso estudio de factibilidad aprobado y luego anunciado con bombos y platillos por la expresidenta en un acto del que se habló durante largos días, nada se sabe.
En el año 2015, también FEPOTRA dio a conocer un estudio que había sido encargado en el año 2006 y, según el cual el cruce por aguas argentinas era posible. Dicho estudio, realizado por una consultora privada, da cuenta de la viabilidad de la iniciativa que se analizó, con la unión de ambas márgenes de la boca oriental del Estrecho de Magallanes, en Cabo Vírgenes y Cabo Espíritu Santo.
El informe, compuesto por más de 800 páginas, proponía que el principal objetivo de la iniciativa impulsada años más tarde por el extinto senador José Martínez, permitiría “poblar espacios patagónicos y específicamente fueguinos y fortalecer a Tierra del Fuego como plataforma de logística antártica”.
“El proyecto es factible y realizable porque resuelve problemas de integración territorial”, rezaba aquel estudio, además de explicar que el cruce por aguas argentinas podría hacerse con “un transbordador en tiempo de navegación corto y seguro”. En aquel momento se hablaba de una inversión aproximada de 130 millones de dólares, “que se podrían pagar en 15 años sin subvenciones y solo por canon de uso actual del sistema de cruce chileno”.
Cuando uno le cuenta a parientes y amigos que viven en otros lugares de la Argentina no logran entender que, realmente, uno debe salir del país, entrar a otro, para luego volver a ingresar a territorio nacional. Si uno lo piensa un poco, de verdad parece insólito, y no falta el comentario que pretende ser gracioso pero resulta siendo de una ironía tan sutil que hasta cuesta encontrarle la gracia “Ah, es como si ustedes vivieran en otro país”.
Pero no, no vivimos en otro país, por eso poder cruzar el estrecho por aguas argentinas sigue siendo un sueño para cada uno de los que vivimos de este lado del mapa.
El hecho de poder sortear un accidente geográfico sin tener la necesidad de atravesar pasos fronterizos y sumándole, mientras se van acercando las vacaciones, que ninguno de nuestros hijos pierda el documento a último momento, o que los trámites para hacer los permisos de salidas de un menor no suban mucho de precio de un año al otro. Sin restar que los rezos se multiplican a la hora de llegar a Bahía Azul y que la acumulación de vehículos no nos lleve 6, 10, 15 o hasta 24 horas de espera.
Cuando el 31 de octubre de 2012 se aprobó la ley para poner en marcha el estudio de factibilidad técnico en el Congreso de la Nación fue, para todos nosotros, un pequeño triunfo. Pero estamos en 2017 y del triunfo no quedó ni el sabor. Porque del famoso estudio no se supo nunca más nada.
Aquella ley establecía un plazo de 60 días para dar inicio a los estudios. Al día de hoy, 6 de noviembre de 2017, pasaron exactamente 1832 días.
Y estamos como al principio, aun persiguiendo un sueño que muchos apuestan a que en realidad nunca se concretará. La condición de insularidad es inmodificable, la necesidad de miles de fueguinos de abandonar la isla durante las vacaciones para moverse masivamente hacia sus provincias de origen para disfrutar tiempo con su familia, también.
Mientras tanto, seguimos resignados, calculando a qué hora habrá que salir de casa, qué tiempo nos demandarán las fronteras argentinas y chilenas y organizando una vianda sustentable para que las largas horas que nos separan del Ferry no sean inhumanas.
Seguiremos viendo a los niños jugando al lado de los autos, a los adultos vaciando el mate y a los perros escapando del encierro por algunas horas. Un paisaje que todos los fueguinos conocemos y que podríamos describir con los ojos cerrados.
Y sobre todo, seguiremos manteniendo el sueño de la autonomía y de la soberanía. Mientras miramos de reojo a Nación e intentamos adivinar qué pasará con nuestro régimen industrial, continuamos esperando que alguien nos mire sin pensar que solo somos un pedazo de tierra donde termina el mapa, inmediatamente después de cruzar el charco que descubrió Don Hernando hace 497 años.
María Fernanda Rossi