El pasado 5 de julio, 690 mil ejemplares de salmones escaparon, a causa de una tormenta, de un criadero de salmones en el archipiélago de Calbuco, al sur de Chile. Con un costo ambiental muy alto, este es uno de los principales riesgos que representa la industria salmonera.

Desde hace un tiempo se viene dando del debate sobre la instalación de salmoneras en el Canal Beagle. El tema ha tomado gran relevancia debido a los riesgos que representa esta actividad para el delicado equilibrio natural de las aguas del sur. Como todos los expertos consultados señalan, el ejemplo más claro, al cual debemos observar detenidamente, es la experiencia chilena de la salmonicultura. Y en ese contexto, la reciente fuga de casi setecientos mil ejemplares de peces de una salmonera a causa de una tormenta debe ser un hecho al cual prestarle nuestra mayor atención. El acontecimiento tuvo lugar el pasado 5 de julio, en el archipiélago de Calbuco, al sur de Chile y la causa fue un fuerte temporal de viento que azotó la zona donde se encuentra instalado un criadero de la empresa Marine Harvest.

La fuga de ejemplares de una salmonera es uno de los factores de riesgo más grandes relacionado con la actividad, ya que la liberación en el ambiente de una gran cantidad de individuos de una especie exótica tiene un gran impacto en el equilibrio natural de los ecosistemas afectados. El reciente caso de Chile sirve como ejemplo para entender en detalle cuales son las consecuencias de la introducción masiva de salmones en un ambiente que les es ajeno. Liesbeth Van Der Meer, Directora Ejecutiva de Oceana Chile, organización internacional centrada exclusivamente en la conservación de los océanos, asegura que “los escapes de salmones son considerados la acción modificadora asociada a la salmonicultura que afecta a un mayor número de especies nativas”. El problema más grande de los escapes es el impacto que tienen en la disminución de las poblaciones de especies nativas. “Esto puede ser a través de la depredación o de la competencia por hábitat o alimento con la fauna nativa del lugar, de la transmisión de enfermedades o químicos a otras especies, o del establecimiento o asilvestramiento de los salmones en el área” señala Van Der Meer. Más allá de las fugas masivas, constantemente se registran pequeños “escapes” de las jaulas. Según el Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales (OLCA) se estima que el 5% de los salmones se escapa anualmente.

Foto: WWF Chile – Denisse Mardones

Un ejemplo del asilvestramiento de una especie de salmón es el caso del Chinook, introducido en los años 70, probablemente con fines de pesca deportiva. Esta especie, que puede llegar a pesar más de 20 kilos, hoy tiene su proceso reproductivo en los ríos de Chile. Luego, migra al mar donde devora todo a su paso para alcanzar su tamaño, antes de volver a aguas dulces para reproducirse. Según una investigación de la Fundación Vida Silvestre, en 2009 se escaparon de las pisciculturas 1,7 millones de salmones. El mismo informe señala que, de acuerdo a datos del Servicio Nacional de Pesca, entre el 2010 y 2017 se produjeron 87 eventos de escapes de peces.  Es decir, casi 3.500.000 ejemplares.

Otro de los efectos nocivos para la vida autóctona de los mares afectados por las fugas, es la transmisión de enfermedades. El problema de las salmoneras es la utilización de antibióticos para evitar las infecciones en los criaderos. Dadas las altas cantidades aplicadas de estos medicamentos, se desarrolla un efecto conocido como “resistencia bacteriana”, proceso que se da cuando las bacterias mutan y se vuelven resistentes a los antibióticos utilizados para el tratamiento de las infecciones. Al volverse inmunes a los antibióticos, las enfermedades proliferan y en el caso de las fugas, se transmiten a las especies nativas las cuales no tienen defensas para ellas, pudiendo provocar un importante índice de mortandad.

Mientras la salmonicultura continua creciendo en Chile, con todos los efectos nocivos al ambiente  asociados, en Argentina aún se trata de una actividad incipiente. En estos tiempos de proyectos de desarrollo, debemos estar muy atentos a los pasos tomados y las posibles consecuencias futuras para nuestro ambiente natural y los recursos que de ellos se desprenden.

 

 

Abel Sberna
Foto portada: WWF Chile – Meridith Kohut

 

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